Cuando terminó el partido de ayer en la tarde en el estadio Santa Laura, Beñat San José agachó la cabeza para mascar la rabia y así disimular su evidente enojo. Más allá de los tres puntos, el fondo de juego de la UC, ordenado y metódico, ofrece lo necesario mas no lo suficiente. Si el partido de ayer terminaba en triunfo cruzado nadie se hubiera extrañado. Pero una vez más el equipo cordillerano dejó crecer innecesariamente a su rival.

En lugar de consolidar la ventaja, la quiso administrar con lo que tenía. Es cierto que la Unión no jugó un gran partido, pero Palermo empujó a los suyos a buscar el empate con más ganas que fútbol. Esa desesperación era el terreno que debió aprovechar la UC no solo con inteligencia, también con mayor ambicion y deseo.

¿Quiere un detalle? San José repite las sustituciones casi como si fueran una cábala. Como en tantas ocasiones, terminó jugando con cuatro volantes de contención. El problema es que el gol del empate viene precisamente por el centro.

Los problemas defensivos no son graves, pero sí recurrentes y se le suman a otro inconveniente: el poco gol. Ese es el síntoma, el diagnóstico habla de la forma de llegar al arco contrario. La UC se está haciendo dependiente de lo que pueda hacer Sebastián Sáez, lo cual no es malo en principio, pero sí insuficiente para un equipo que quiere campeonar.

¿Cuantas chances tuvo el argentino ayer? Claras, ni una sola. Munder tuvo su propio duelo con Juan Pablo Gómez y casi no desequilibró. Buonanotte por fin jugó en su lugar predilecto y, salvo la jugada que permitió el gol de Lobos, se vio muy ausente del encuentro.

Católica con esto se mantiene en lo alto y las declaraciones posteriores así lo destacaron. Pero la distancia se les ha acortado de manera peligrosa y sin atisbos de reacción.

Unión Española le igualó a los cruzados solo con ganas y empuje. Ocho empates en los últimos diez partidos tienen que indicar algo para los pupilos de Beñat San José. Si no lo quieren ver, es otra cosa.