Jaime Fillol, único chileno con un título en césped: "Hay rechazo al pasto por los entrenadores"
El exnúmero 14 del mundo, abuelo de Jarry, ganó 46 partidos en esta superficie. Entrega su receta para estas canchas que se les atragantan a sus compatriotas.
Con 46 victorias, Jaime Fillol (73 años) es con diferencia el tenista chileno más exitoso en pasto. Un título y otra final, que no se jugó, lo ponen como la voz más autorizada del país para analizar la temporada de césped.
"A mí me ocurrió una cosa: en el campeonato de Nottingham, previo a Wimbledon, fui finalista, pero la final no se jugó por falta de tiempo, porque llovió ese día y el siguiente, y no se pudo jugar. Fue el año 77. Se sorteó para ver quién se quedaba con el trofeo de ganador y yo gané, pero los premios y los puntos se dividieron", cuenta sobre el insólito desenlace de ese torneo.
En cambio, su título de 1982, el válido, en Itaparica, fue distinto. "Fue en pasto sintético y si bien la velocidad de pelota es la misma, el bote es parejo. En mi época las canchas de pasto no era tan buenas como ahora", cuenta sobre esa final en la que venció a Ricardo Acuña, el segundo mejor chileno en esta superficie.
El pasto no es una superficie fácil para jugar.
Jugar en pasto es una experiencia que algunos la han mirado con rechazo. Yo no. La primera vez que pisé una cancha de pasto me gustó esa sensación y la velocidad. No se puede especular, hay que jugársela, porque no hay mucho tiempo.
¿Cómo fue esa primera vez jugando en esa superficie?
Fue mientras yo estudiaba. En los meses de verano aprovechaba el tiempo jugando el circuito de Estados Unidos. La primera vez fue en el año 66. E inmediatamente me fue bien.
¿Por qué cree que los chilenos no tienen mucha afinidad con el césped?
Efectivamente pocos tenistas chilenos sienten el pasto. En mi caso es por la manera que yo tenía de jugar, que no era la típica forma. Yo tomaba la pelota rápido en arcilla. Hacía servicio y red y eso no es muy característico de un jugador que crece en estas canchas de polvo. Lo que pasa ahora es que, en la medida de que se va avanzando, se van creando estructuras mentales impuestas por el sistema. Antes, cuando no había esa rigurosidad, era más espontáneo todo. Entonces, el tenista estaba libre de usar su manera de ser. Un entrenador pasa a ser una persona que impone una idea en el pupilo. Hay rechazo al pasto por los entrenadores. Antes el tenista veía lo que le venía mejor y lo iba implementando, y hoy está más estandarizado; el que piensa distinto pasa a ser un caso raro. Y eso produce un problema de confianza e inseguridad: ¿cómo voy a hacer eso si nadie lo hace?
Son pocos los que se atreven a dar el salto.
En la medida que los jugadores empiezan a meterse. Por ejemplo, yo diría que Marcelo Ríos, por dar un ejemplo más conocido, empezó a darse cuenta de que podía jugar bien en pasto cuando le dio la oportunidad, pero se demoró en dársela y después abandonó. Y Fernando González estaba jugando bien en pasto, pero también se retiró. Los tenistas no le dan la oportunidad al pasto; pero el jugador, cuando es bueno, empieza a desprenderse del entrenador. Casi no entrena, juega partidos y los partidos lo van moldeando. Un ejemplo es Nadal, campeón de Wimbledon un par de veces.
Ellos tienen una buena base, ha sido muy productivo para ambos jugar estos campeonatos. Yo creo que van a empezar a disfrutar en pasto y eso les va a ayudar a mejorar su rendimiento en todas las canchas, porque van aprendiendo cosas que no conocían.
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