En la última temporada, Jaime Pizarro prácticamente no se perdió partidos de Colo Colo. La razón era doble. Por un lado, el Kaiser disfrutaba con el resurgimiento del club en que se formó y en el que alcanzó un sitial histórico, al convertirse en el primer capitán de un equipo chileno en levantar la Copa Libertadores, gesta de la que este año se cumplieron 30 años. Por otro, de la misma o mayor trascendencia, el exmediocampista estaba pendiente del surgimiento de su hijo, Vicente Pizarro, como una de las figuras más promisorias que han surgido desde Macul en el último tiempo,
Mesurado, como fue su estilo en la época en que jugaba y luego en los cargos públicos que ha desempeñado, el exvolante evitaba robarle protagonismo a su retorno. Ahora, con la misma tranquilidad, mira a distancia el desarrollo de las duras negociaciones para que el Vicho continúe en Macul, después de haber concluido su relación contractual con la institución. La gestión reside en el representante Fernando Felicevich. “Todos esperamos que se pueda avanzar”, se limita a declarar a El Deportivo frente a la consulta respecto del conflicto en que se transformaron las negociaciones y a la alusión respecto de que la intromisión del agente explica el retraso en una gestión que presentaba mayores avances cuando la había conducido el jefe del clan Pizarro, hace un año y medio.
La cláusula de la discordia
“No estoy a cargo del tema”, insistirá, para excusarse respecto de entrar en detalles respecto de las tratativas, que, de todas formas, debe estar siguiendo con atención. Precisamente, en Blanco y Negro le reprochan por avalar la forma en que se ha conducido la negociación y, principalmente, que no les conteste los mensajes que le han enviado de modo de agilizar las diligencias. Pizarro, de hecho, fue parte del directorio de la firma que administra al Cacique.
En Macul sostienen que la irrupción de Felicevich produjo un considerable retraso en las conversaciones y, sobre todo, drásticos cambios en los términos, que perjudican a los albos. El Cacique había propuesto una mejora escalonada en las condiciones salariales del jugador y una cláusula de salida avaluada en US$ 2 millones por la mitad del pase del futbolista. La contrapropuesta fue considerada irrisoria: la cláusula de salida quedaba establecida US$ 800 mil dólares, lo que perjudicaría considerablemente los intereses de los albos en una futura negociación.