El 5 de junio de 1991, Jaime Pizarro se inscribió en la historia eterna de Colo Colo. Ese día, como capitán del equipo que dirigía Mirko Jozic, se transformó en el primer jugador de un equipo chileno en levantar la Copa Libertadores. Han pasado 30 años y un par de meses después de esa gesta deportiva y, hasta hoy, el Kaiser recibe reconocimiento en función de su vital aporte en esa conquista. De hecho, ha encabezado los festejos institucionales y extraoficiales y hasta posó con la camiseta conmemorativa que los albos utilizarían en varios encuentros y que los hinchas agotaron en las tiendas. Ese título, ciertamente, no es único: el palmarés incluye seis campeonatos nacionales, cinco Copa Chile, la Interamericana y la Recopa. Y hay que agregar otro cetro inolvidable, aunque como entrenador: el título del Clausura 2002, el año en que el Cacique fue declarado en quiebra.
Sin embargo, en las últimas semanas, Pizarro ha actuado en otro rol. El ex mediocampista es también el padre de Vicente, quien en esta temporada se erigió como una de las revelaciones del cuadro albo: actuó en 23 encuentros del Campeonato Nacional, de los cuales fue titular en 13. Registró 1.244 minutos en el campo de juego y se transformó en una pieza importante para el funcionamiento de la escuadra de Gustavo Quinteros. El problema es que el contrato del Vicho con el club que lo formó expiró junto con el último duelo de los albos. Y a partir de ese momento las aguas se separaron. El mayor de los Pizarro defiende los intereses de su retoño. Y Blanco y Negro, la entidad de la que también formó parte del directorio y ejerció labores gerenciales, se ha transformado en la contraparte.
“Una contraparte amistosa”
Pizarro es apuntado en el interior de la concesionaria como el responsable de la situación en que está la negociación. En Macul aseguran que con él habían avanzado bastante en la búsqueda de un acuerdo, pero que, de un momento a otro, las tratativas fueron puestas en manos del agente Fernando Felicevich. La intervención del intermediario argentino trabó todo. El desencuentro se situó en una variable que los albos consideran decisiva: la cláusula de salida. Mientras el club pretende establecerla en al menos US$ 2 millones, en función de la proyección que tiene Vicente Pizarro, quien recién se empina por los 19 años y ya adquirió un rodaje inusual para un jugador de su edad. Sin embargo, el representante de las estrellas del fútbol chileno pretende establecerla en apenas US$ 800 mil dólares, una cifra que pondría al futbolista al alcance de cualquier club y que, sobre todo, representaría un considerable perjuicio para los intereses económicos albos en una futura transferencia.
Aún así, en el directorio albo miden cada una de las palabras respecto del rol que está jugando el mayor de los Pizarro quien, consultado hace una semana por El Deportivo, esbozó una respuesta genérica. “Todos esperamos que se pueda avanzar”, se limitó a decir. Enfrentados a la controversia, en la mesa que dirige los destinos albos, se resisten a atacarlo. “Es una negociación como cualquier otra, donde están comprometidos sentimientos y afectos tanto con el padre, con la familia, como con Vicente. Lo que todos esperamos es que continúe en el club. No hay problemas en otro sentido. Hay una discrepancia de orden económico respecto de la cláusula de salida. Jaime juega un rol y nosotros el nuestro. Lo ideal es que alcancemos un acuerdo lo más pronto posible”, sostiene un miembro de la concesionaria.
La misma fuente repara en que en las tratativas Pizarro tiene como oponente a otra de las figuras icónicas del plantel albo que dominó América: Daniel Morón. “Entonces, acá no está en juego el cariño que sentimos por Jaime. Hay una diferencia económica. Jaime es, por así decirlo, una contraparte amistosa”, explica.
Patrimonio en juego
De cualquier forma, un eventual arreglo prescindirá de esas consideraciones. “El afecto por ambos es real, pero Colo Colo no puede arriesgar su patrimonio”, es la potente señal que envían desde las oficinas del club albo.
Lo que sí está claro es que los albos insistirán en quedarse con Vicente Pizarro. Quinteros lo estableció como prioridad y el deseo se ratificó en la reunión de la Comisión Fútbol, en la que se informó respecto de los avances de las otras renovaciones prioritarias e igualmente complejas: las de Pablo Solari y Leonardo Gil. En el primer caso, en Macul ya decidieron ir por el 80 por ciento del pase del delantero, por un monto cercano a los US$ 1,3 millones, aunque la respuesta debe darla Talleres, con el que, inicialmente, está pactada la adquisición de la mitad de los derechos económicos, por US$ 750 mil. Lo del volante es más complejo.
En relación a nuevas caras, en Macul son enfáticos respecto de que aún no hay novedades. Y sostienen que el arribo de incorporaciones dependerá de las ventas de algunos de los integrantes del plantel actual. En ese contexto, por ejemplo, se espera la formalización del interés por Iván Morales y se sigue con atención el eventual surgimiento de una propuesta por Brayan Cortés. También se espera la salida del delantero venezolano Christian Santos.
De generarse esos movimientos, con la consiguiente llegada de recursos económicos, las prioridades que estableció Quinteros están claras: quiere un mediocampista, un puntero y un centrodelantero que le garantice gol. Si Cortés parte, al Monumental llegará un nuevo guardameta.