Nicolás Jarry lanza la pelota al aire quieto de Sao Paulo y conecta un poderoso servicio que deja sin respuesta a Zeballos. Es su vigésimo ace en el partido. También el último. No hará falta ya seguir luchando. El cronómetro del complejo deportivo Constancio Vaz Guimaraes indica que se han consumido dos horas y cinco minutos de juego, pero se diría que, en realidad, han transcurrido nueve años.
Porque aunque el espigado tenista se limite ahora a levantar las manos al cielo para festejar su pase a la final con mesura, incluso con cierto recato, sabe en el fondo que el que acaba de lograr no es un triunfo más. Porque desde que Fernando González se adjudicara, en febrero de 2009, el título en Viña del Mar, ningún torneo ATP había vuelto a contar en la final con la presencia de un tenista chileno. Por eso puede que la victoria ante Zeballos no baste aún para hacer historia, pero alcanza al menos para restaurarla, pues con su triunfo por 6-7, 6-4 y 6-4 en las semifinales del ATP 250 de Sao Paulo, Nicolás Jarry Fillol (22) vuelve a situar a Chile en el mapa grande del tenis planetario. Así de fácil. Así de claro.
Hoy, a partir de las 12.30 horas, el Príncipe se medirá a Fognini (autoritario verdugo de Cuevas) en la final del certamen paulista. Con la intención de probarse su primera corona ATP y de comenzar a trazar los límites de su reinado. Por lo pronto, su irrupción en el grupo de los mejores no podría haber sido más explosiva, pues lo que el mismísimo Roger Federer tardó 42 partidos en conseguir (plantarse en su primera final de un torneo ATP), Jarry lo ha logrado en 21. Culminar la proeza esta tarde ante el irreverente, controvertido y talentosísimo tenista de San Remo (20°) no asoma, a primera vista, como una tarea fácil, pero la inercia ganadora adquirida por la primera raqueta nacional en este arranque de año, su innegable inspiración y su innegociable descaro, invitan al optimismo.
Ayer, ante Zeballos (su tercer rival zurdo consecutivo en Sao Paulo y su segunda víctima argentina con mejor sembrado), Nico volvió a exhibir todo su repertorio. Que no es muy diverso, por cierto, pero que resulta muy difícil de contrarrestar cuando aúna en su saque acierto y violencia, y cuando amanece inspirado.
Saltó Jarry a la pista con la idea de no especular, no existe el concepto en su ideario. En su versión más implacable, la del primer cuarto de hora de juego, la Torre de Santiago fue una auténtica aplanadora con su saque, logrando encadenar 10 puntos consecutivos. Zeballos (69°), de hecho, apenas fue capaz de adjudicarse tres bolas al resto en todo el primer set. Nacieron de errores no forzados del chileno.
Pero toda la facilidad con la que iba solventando los juegos con su saque, con cortos y demoledores intercambios que apenas terminaban de generarle desgaste, se tornaba dificultad cuando era el marplatense el que llevaba la iniciativa en el punto. La primera manga, claro, terminó por decidirse en un desempate en que el chileno marchó siempre a remolque tras conceder un minibreak a las primeras de cambio, enviando al limbo una cómoda volea en la red. Con una tememaria derecha ganadora logró Jarry reengancharse a la pelea, pero no pudo evitar que el primer set cayera del lado transandino. Otra vez, como ante Pella, como ante Ramos, había que seguir remando.
La mejoría de Nico llegó en la segunda manga, curiosamente cuando las estadísticas dejaron de acompañarle. Su índice de errores no forzados aumentó considerablemente, y también su precipitación, pero el chileno, capaz de convertir el riesgo en virtud, se las ingenió para conservar su servicio y conquistar la ansiada ruptura en el noveno juego, cuando era más necesario. Con un segundo parcial de 6-4 (como ante Pella, como ante Ramos) Jarry (el de las resurrecciones) volvió a llevar la contienda al tercer y definitivo asalto. Y ahí se mostró inexpugnable.
Arriesgó con su derecha, tratando de ser más profundo para sacar a Zeballos de su zona de confort. Quebró el servicio del argentino, con autoridad, en el tercer juego, y puso entonces la directa hacia el triunfo amparado nuevamente en su saque.
Con un break de ventaja, pudo cerrar el partido el chileno mucho antes, pero desperdició hasta cinco bolas de partido en el penúltimo game; en parte porque le tembló un poco la mano; en parte porque Zeballos, que es un fantástico jugador, dio una auténtica cátedra defensiva aferrándose a la pista.
Una pista de la que Jarry volvió a salir vencedor (tras desperdiciar una sexta bola de partido), que lo ha aupado ya al puesto número 61 del ranking y en la que esta tarde tratará de seguir restaurando la historia del tenis patrio.