Joan Cruz, Bryan Rabello y varios más: ¿De quién es la culpa de que el talento joven chileno termine en las filiales de los clubes españoles?
El seleccionado sub 20, a quien Colo Colo le reclama la vigencia del contrato, fue anunciado como refuerzo del Real Oviedo Vetusta, filial del equipo de la segunda división ibérica, que milita en la cuarta categoría. No es el único que elige el mismo y pedregoso camino para iniciar su trayectoria, lejos del equipo que lo formó.
Hace unas semanas, Joan Cruz fue anunciado como nuevo jugador del Real Oviedo Vetusta. La información fue publicada por el sitio web oficial del Real Oviedo, la matriz de la escuadra que milita en el Grupo 1 de la Segunda Federación, cuarta categoría del fútbol español. Con el posteo, la entidad peninsular pretende zanjar las dudas respecto de la propiedad del mediocampista, a quien Colo Colo aún reclama como propio, en virtud de la interpretación de las cláusulas de contrato que le permitirían una renovación automática. Los albos, de hecho, lo inscribieron en la Copa Libertadores. Evidentemente, no jugará el torneo continental.
Más allá de la falta de certezas de la operación, que seguramente serán resueltas por la FIFA, hasta donde los albos planean llegar para defender su patrimonio, lo concreto es que el mediocampista se suma con propiedad a un infausto listado: el de las promesas del fútbol chileno que terminan vinculándose a filiales de los equipos españoles. Pasó con varios. El caso más insigne, de hecho, está hermanado con el de Cruz: Bryan Rabello partió al Sevilla, pero fue inscrito antes en el Sevilla Atlético. Y hay otro elemento vital: ambos fueron representados en esas operaciones por la empresa AIM.
La lista se engrosa con otros casos de fácil recuerdo. Gonzalo Collao y Nicolás Clavería salieron de la U con la promesa de llegar al Extremadura, pero el volante fue registrado antes en el Unión Deportiva Montijo. Ambos eran representados por el agente Marcelo Contreras. El golero jugó apenas cuatro encuentros en el equipo de la segunda división ibérica antes de irse a Croacia y, finalmente, volver al fútbol chileno y hoy defender a Palestino. Por su parte, el mediocampista de corte milita en Santiago City.
¿Por qué?
La explicación tiene varias aristas. Y, según los propios protagonistas, admite matices. “Me tocó la última parte de Rabello. Estaba decidido a no firmar. Me encontré con el pastel a dos meses. Hay una mezcla de todo. Uno tiene la obligación de ver antes los contratos que están por vencer. Por otro lado están los representantes, que quieren sacar al chico a toda costa, por la comisión, pero no están preparados. Es complejo, porque uno no está en la interna. Uno puede hacer lo que corresponde, pero el jugador y el representante tienen trazados sus caminos. Hay representantes que les pasan plata a los jugadores para que no firmen. Acá solo hay que pagar los derechos de formación, que es una cantidad ínfima. Por un lado está el club, que invirtió en captación, casa, colegio y llega alguien que se encuentra este tipo de situaciones y se los lleva libres. Es bien desfavorable para el club”, explica Juan Gutiérrez, gerente deportivo de Colo Colo en la época en que partió Rabello.
A Rodrigo Goldberg le tocó sufrir los casos de Collao y Echeverría cuando ejercía una función similar en la U. “Puedes ser bien o mal pensado. Hay una tabla en FIFA que lo que hace es regular los derechos de formación por continente, país y categoría. Eso se creó para los que se robaban jugadores. Esperaban hasta los 18 años para llevárselos e inscribirlos en los clubes. En Chile, los derechos de formación son 30 mil dólares por año. En Europa, 90 mil dólares. Lo que se hace es pagar lo que habría costado formar al jugador”, sostiene. Sin embargo, hay un subterfugio que deja a los clubes en la indefensión absoluta. “Si los inscriben en un equipo de cuarta categoría pagan 0. Ahí está la cuestión. Entonces, los inscriben en la quinta de Portugal. Durante un año juegan ahí y con eso ‘limpian’ al jugador. Los derechos se le pagan al primer club distinto de tu formación. Si te venden, los derechos de formación están incluidos”, explica Polaco.
La U actuó drásticamente. “Demandamos al Extremadura y estuvieron sancionados”, recuerda el exdelantero.
El rol de los agentes
Los agentes juegan un rol clave. Son los intermediarios de las operaciones. Hay quienes abogan por una estricta regulación de este tipo de traspasos. “No conozco muy bien la situación de Cruz, pero nosotros, como asociación gremial, no estamos de acuerdo con que a los jugadores se les saque de los clubes sin tener un diálogo civilizado con los clubes. Creemos que los clubes hacen inversiones para que los jugadores lleguen a ser profesionales. Algunos más y otros menos. Sicólogos, entrenadores, viajes. Y que venga un representante y se los saque, no lo compartimos. Como asociación queremos transparentar todo”, plantea José Luis Carreño, presidente de la entidad que agrupa a los agentes chilenos. AIM, que representa a Cruz, no es parte de la instancia.
Carreño se aferra a un paso clave para que todo funcione en orden. “Por eso estamos felices de que en octubre se oficialice el estatuto de FIFA. Eso va a trasparentar todo”, sentencia.
¿Cómo blindarse?
Los clubes, con escaso éxito, buscan la forma de protegerse. “Deben buscar que no se les escapen los jugadores o buscar soluciones antes de tres o cuatro meses que terminen el contrato”, sostiene Gutiérrez. Otra vez, la discusión suma consideraciones. “El tema es muy complejo porque si Cruz anda bien, juega y va al primer equipo van a decir que fue una decisión, pero Gabriel Suazo salió a los 24 años, con cinco torneos y va a un club europeo a ser titular inmediatamente. Los que han salido como Cruz al año o los dos están de vuelta. Son cortoplacistas. Si lo hacen esperar, que madure, tenga no solo partidos sino torneos, y salga a una edad madura, todos van a ganar más plata. Esta opción es efímera, un palo al gato. A los dos años están de vuelta. Hablo desde el punto de vista del jugador. Suazo se fue con cuatro o cinco torneos, titular, seleccionado. Va y juega”, profundiza. “El bien común es que el chico se vaya bien. Y así ganarán todos”, sostiene.
También plantea una opción para que los clubes se blinden. “El futbolista chileno no madura rápido, pero a veces hay que tomar ‘seguros’. Por eso se les hacen contratos. El costo de que un jugador que luego explote quede libre es más alto”, postula, con números en la mano. Goldberg, en cambio, revela la otra parte de la experiencia. “En 2017, la U tomó la decisión de hacerles contratos a todos. Se gastaban 15 o 20 millones mensuales en jugadores que no tenían ninguna chance de jugar”, recuerda.
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