José Sulantay, en primera persona: Memorias del gestor de la Generación Dorada
Sin intervenciones y solo recurriendo a sus recuerdos, el ex DT repasa el armado de un plantel que entró en la historia del fútbol chileno. Un relato de cariño, talentos y una dosis de paternalismo.
“Todo partió con una conversación con Reinaldo Sánchez, quien era en ese entonces el presidente de la ANFP. Nos conocíamos. Me quiso llevar a Wanderers. Tengo la impresión de que mi estilo, mi forma de trabajo y mis resultados encajaban en sus planes. Un día me citó, conversamos y se concretó mi llegada. En lo futbolístico, quien influyó mucho para mi arribo a la selección sub 20 fue Juvenal Olmos. Él estaba a cargo de la selección mayor en ese momento y un par de oportunidades me propuso la idea de hacerme cargo del fútbol menor.
En una parte de la conversación, Reinaldo Sánchez me preguntó -casi en tono de disculpa, según me dijo, por mi trayectoria- si me interesaba dirigir selecciones menores. Yo le dije que sí. Que siempre he pensado que los jugadores jóvenes son más receptivos y por lo tanto es más fácil traspasarles y finalmente convencerlos de la idea futbolística y objetivos que uno busca. Nunca había entrenado a divisiones menores. Al llegar a la selección todo era nuevo para mí.
Nunca pensé en aprovecharme de la selección, ni hacerme rico. Lo único que proyectaba en ese momento era lo que podía hacer con la selección. No tomé en cuenta el dinero, ni hice exigencias, pero firmé bien. Lo que sí pedí en ese momento fue hacer muchos partidos amistosos internacionales, tanto en Chile como en el extranjero. Especialmente, en Argentina y Europa. De inmediato quise buscar mi estructura de equipo y saber los jugadores que podría usar. Y ahí comencé con mi idea de recorrer todos los lugares posibles. Fui muy seguido al sur. Luego de ver a los jugadores en directo, siempre anoté los aspectos más importantes para mí. En lo que más me fijaba era en qué hacían con la pelota y sin ella. Y en lo individual, me fijaba mucho en la velocidad, en la técnica, que fueran polifuncionales, pero sobre todo, en la habilidad. El jugador hábil de antes, de ahora y de mañana siempre romperá cualquier esquema. Incluso no me importaba si era hábil, pero no tan ordenado. Eso se arregla.
Ya la primera selección que formé era distinta. Jugaba como quería yo. Con dinámica, velocidad, personalidad, orden táctico. Tenía jugadores fuertes, buenos en la marca y hábiles también. Ahí estuvieron Matías Fernández, Gonzalo Jara, José Pedro Fuenzalida, Marcelo Díaz, Carlos Carmona y otros que aportaron lo suyo.
No hablo de generación, y menos dorada, como si todo fue por obra de la suerte. Me quedo con todo el trabajo que hice para lograr lo que me propuse. Por los resultados obtenidos, este grupo es lejos el más destacado. Ninguna selección ha llegado tan lejos, ni ha ganado tanto dinero y prestigio como esta. Y se lo ganaron ellos. Con su trabajo. Fueron dirigidos por muchos técnicos y casi siempre ganaron. Dije que siempre he admirado la habilidad. Por eso, el jugador que me llenó el gusto fue Mathías Vidangossy. Lo vi la primera vez en el Santa Laura, por Unión Española, y lo cité de inmediato. También me recuerdo haber ido una vez a ver un entrenamiento de Colo Colo. Me habían recomendado mucho a Cristóbal Jorquera. Pero ese día, el que más me llamó la atención fue el 14, Arturo Vidal. Bravo, con personalidad, polifuncional. ‘Este, a ojos cerrados’, dije. Jugamos un amistoso en San Fernando con O’Higgins. Y cometió un error por querer salir jugando. La tomó (Marco) Olea y gol en contra. Le dije, ‘tú te quedas acá, pero cuidado con salir jugando de atrás a lo canchero. Así y todo, no te voy a quitar eso, esa parte de tu personalidad. Solo hay que ordenarla’. Siempre me gustó Isla. Rendía donde lo ponía. Medel era bravo, de buena técnica. A todos los fui a ver entrenar o jugar antes de llamarlos. Alexis ya tenía su nombre. Jugaba en Primera. Era distinto. Lamentablemente, lo usé poco. No lo tuve al ciento por ciento en el Mundial. Se lesionó mucho.
No me molesta que se reconozca a Bielsa y Sampaoli, pero lo que sí me da pena es escuchar a los comentaristas de ahora. Mágicamente saben todo. De ellos lo puedo entender. Pero no de quienes jugaron. A veces hablan más estupideces que los otros. Bielsa hizo lo suyo. Nunca tuve un problema con él. Es más, nos reunimos en más de una ocasión. Coincidimos en muchas cosas. En otras, no. Siempre futbolísticas. Cuando se trata de generar conflictos con él por este tema, siempre son artificiales. Porque si hubo un personaje nefasto para mí fue Harold Mayne Nichols. Mala persona y poco confiable. Creo que Bielsa y Sampaoli aprovecharon bien el trabajo que se había realizado en las selecciones menores que yo preparé. Cada uno sabrá cómo se hicieron las cosas. Ellos son extranjeros, se manejan de determinada forma, vinieron a Chile, trabajaron, ganaron dinero. Eso no es lo relevante. Lo que importa es que ningún técnico chileno se interesó en preguntarme cómo trabajé, cómo se hizo en el proceso para lograr resultados. Eso pasa porque los chilenos somos egoístas y por egoístas no aprendemos nada.
Me quedo con el inmenso cariño de la gente, del hincha. Hasta hace unos años tenía que pararme cada cierto tiempo en la calle, en los aeropuertos, en fin, a sacarme fotografías. Luego, me decayó la salud y, nuevamente, los llamados y mensajes son incontables. Eso es lo que agradezco. Creo que es por todo lo que entregué. Me doy por satisfecho con el reconocimiento popular y por sentir que he cerrado un ciclo de buena forma, aún viendo fútbol los fines de semana, viendo a la Selección, recordando con cariño, pero escuchando lo menos posible a los comentaristas. Porque me pasa que cuando los escucho, digo: ¿para qué jugué y entrené tantos años, si ellos sin haber jugado nunca, ni entrenado nunca, saben más que todos? Mejor me habría quedado en mi casa”.
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