Juan Pablo Mohr (33 años) tuvo literalmente el mundo a sus pies. El 24 de mayo de 2019 se convirtió en el primer chileno en alcanzar la cumbre del monte Everest (8.849 msnm) sin oxígeno suplementario. Una hazaña que hizo eco a través de todo el mundo —y que completó gracias a la ayuda del equipamiento The North Face para expediciones remotas, confeccionado para resistir temperaturas extremas—, pero que ahora en tiempos de pandemia, a poco más de un año de haberla conseguido, enclaustrado en su casa de Maitencillo; parece lejana.

El hombre cuya existencia tiene sentido en la libertad de la montaña, ahora confinado a una cuarentena, casi sin posibilidad de moverse, por un virus mortal que acecha en el país. No ha sido fácil para Mohr ya que la pandemia del Covid-19 le canceló varios proyectos que tenía para 2020. Su proyecto Himalaya estaba a punto de iniciarse cuando el coronavirus azotó el país. Las expediciones al Makalu (8.463 msnm) y al Kanchenjunga (8.586 msnm) debieron postergarse, así como su posterior viaje a Pakistán para coronar el mortífero K2 (8.611 msnm).

Sin embargo, más allá de la frustración de no poderlos llevar a cabo en el plazo que tenía estimado, la pandemia no le ha afectado de gran manera en lo personal. A diferencia de otros deportistas que han sufrido enormemente por el cambio en sus rutinas, el montañista asegura que el tiempo de para le ha venido bien.

Juan Pablo Mohr en la cima del Everest, con su equipamiento The North Face.

“La verdad es que me siento más fuerte que nunca”, confiesa Mohr a través de una videollamada por la aplicación Zoom. “Estoy recuperándome de una lesión: se me quebró el tobillo hace algunos meses y estoy ya con todo, entrenando, quedándome en la casa, metiéndole a fondo para poder llegar fuerte a la montaña”, agrega.

Y es que la vida de Mohr en cuarentena sigue teniendo sinónimo de montaña. Si bien ha utilizado el claustro como una forma de recuperar tiempo con sus hijos luego de tantos meses fuera de casa, el encierro lo pasa principalmente entrenando. Seis días a la semana en los que la preparación física no cesa.

“Me construí un boulder en la casa para seguir entrenando. Hago dos horas de aeróbico, que puede ser subir el cerro en bicicleta o spinning; dos horas de escalada; y día por medio le meto ejercicios funcionales”, detalla Mohr sobre su plan de entrenamiento.

La ocupada rutina de ejercitación lo ha mantenido lejos de las preocupaciones con relación al coronavirus. Lo ayuda a despejarse. “No tendré la montaña, pero sí tengo el muro de escalada en el que puedo trepar todos los días”, indica.

Que el coronavirus no le afecte no significa que no haya reflexionado sobre él. La especial conexión del arquitecto con la naturaleza le permite observar al coronavirus desde otra perspectiva. Para Mohr, desde su aparición el SARS-CoV-2 le ha hecho un bien a la Tierra: “Yo que vivo en Maitencillo veo una cantidad de pájaros que no había visto nunca, una cantidad de vida animal impresionante, cosa que antes no se veía. Y lo mismo pasa en las montañas. Es bueno que haya un respiro en ellas, en tema de personas, desgaste, senderos, todo el daño, el ir al baño… creo que por un lado es bueno. Pero claro, todo queremos que pase luego para recuperar la normalidad y poder ir a nuestras montañas”.

La amenaza de la muerte siempre está presente durante las aventuras de Mohr; también el constante recuerdo de la pequeñez del ser humano. ¿Qué más aleccionador que la majestuosidad de la montaña? “La vida es súper frágil y lo que se está reflejando también es que se está muriendo la gente más débil. O no solo ellos, pero la mayoría son viejos o personas que tienen enfermedades. Hago un llamado a estar sano y a disfrutar la vida ya que se nos puede ir en cualquier momento. Lo anterior refleja un poco mi filosofía de vida, de que hay que vivirla al máximo porque cuando te tiene que llegar te va a llegar, cruzando la calle o en la punta del cerro”, asevera.

Por lo mismo, no tiene miedo de contraer el coronavirus cuando las fronteras se reabran y deba embarcarse a otra aventura en las alturas: “Nos va a llegar a todos, ojalá me llegue luego, para superarlo. Tengo la suerte de que no me ha pasado, ¿o quizás sí? ¿Quién sabe?”.

Con el proyecto Himalaya cancelado, Mohr cambió el objetivo: ahora busca subir las 16 montañas más altas de Chile para construir en ellas un refugio. Es la evolución de su anterior proyecto llamado 14X14, en que por cada ochomil que subiera construiría un albergue en las 14 montañas más altas del país.

“Este es un proyecto súper importante ya que queremos, en un futuro, construir refugios en cada uno de los campos altos y bajos de esas montañas. Es un proyecto a largo plazo, de ochos años, cuya primera etapa la queremos realizar en los meses de noviembre y diciembre. Subiríamos los 16 cerros en dos meses para así realizar un estudio del lugar”, cuenta Mohr.

Además, Mohr estrenará en el próximo Mountain Film Festival su película “Lhotse - Everest Sin Oxígeno”, un testimonio en primera persona donde se describe su hazaña en el Himalaya. La cinta tiene fecha para el 18 de julio.

El proyecto, que por ahora cuenta con financiación de la CMPC, busca la colaboración de Sernatur y de los clubes de montañismo locales. Así pasa la cuarentena Juan Pablo Mohr. Entrenando entre cuatro paredes, con la meta de los 14 ochomiles más altos del mundo rondando en su cabeza todos los días. Teniendo la seguridad de que las montañas, sin importar cuántos meses transcurran, lo seguirán esperando en el mismo lugar.