A muchos no les gustó. La verdad les dolió como repetidos golpes en la cabeza. Las revelaciones tras los brillantes estudios de un médico nigeriano cambiaron el deporte más popular de la nación más poderosa del mundo y la NFL, la liga de las estrellas del fútbol americano, recibió una ración difícil de digerir: sus jugadores estaban muriendo gracias a su propio trabajo.

El Doctor Bennet Ifeakandu Omalu (49) fue el responsable de tamaño hallazgo. El neuropatólogo estudió el cerebro de Mike Webster, mítico jugador de los Pittsburgh Steelers, miembro del salón de la fama del fútbol americano profesional y considerado por muchos como el mejor centro de la historia. Tras su muerte a los 50 años, en soledad, consumido por las drogas, la depresión y la demencia, su autopsia fue el asomo de una verdad impactante. Iron Mike fue el primer caso del fútbol americano con Encefalopatía Traumática Crónica (CTE, por sus siglas en inglés), enfermedad neurodegenerativa grave e irreversible que es ocasionada por reiterados impactos en la cabeza, que tiempo después puede manifestarse en síntomas cerebrales, como ocurrió con Webster y que sólo se puede hallar post-mortem.

Omalu no sólo lo comprobó con el cuatro veces campeón del Super Bowl, sino que también en otras figuras como Terry Long (suicidio por beber anticongelante a los 45 años), Justin Strzelczyk (choque en carretera por conducir a 140km/h evadiendo a la policía a los 36), Andrew Waters (luego de una profunda depresión se pegó un tiro en la cabeza a los 44) y Tom McHale (sobredosis de medicamentos a los 45). "Los medios y la NFL me hacían sentir un alien que quería destrozar su mundo. Me golpearon y me quemaron. Pero seguí adelante por los jugadores. Lo que había descubierto podía salvar vidas o, al menos, mejorarlas», explicaba el doctor. Luego de años de batallas legales, amenazas en contra del forense y más de 4 mil demandas de los familiares de jugadores hacia la liga, a la NFL no le quedó otra que ceder. En 2009 reconoció la existencia entre los golpes y los diagnósticos del nigeriano, habiéndolos renegado por bastante tiempo.

La historia llamó la atención de Hollywood. Will Smith interpretó a Omalu en la cinta Concussion (en español, La verdad oculta), para muchos, la gran ausente en las nominaciones a los premios Óscar el año pasado. La película hizo aún más conocida la historia del médico africano y su lucha contra los poderosos de la industria grande del deporte rey de EEUU en favor de la salud pública. La última gran cifra de un estudio realizado por la Universidad de Boston en julio fue escalofriante: 87,6% de jugadores que en vida presentaron algún tipo de trastornos (en una muestra de 202) arrojaron CTE, y en total, 99% con alguna enfermedad ocasionada por los constantes golpes.

Omalu, desde Davis, California, atiende a La Tercera y habla sobre lo que sin quererlo puso en jaque a la poderosa industria y cambió el fútbol americano para siempre: "Yo sólo hice mi trabajo de forma inocente en función de la verdad. Nunca tuve ninguna aspiración. La verdad siempre prevalecerá ante cualquier cosa y después de la autopsia de Mike Webster, el football nunca volverá a ser el mismo", afirma. El especialista aclara que nunca ha querido frenar el deporte: "Muy por el contrario, quiero salvarlo y proteger a sus jugadores".

El neuropatólogo no duda respecto a las medidas que se deben adoptar en beneficio de la salud. "Jugar fútbol americano no es saludable. Cualquier deporte de contacto debe estar reservado exclusivamente a los adultos. Está la natación, el atletismo, básquetbol, vóleibol, béisbol, tenis, etcétera. La NFL es una corporación y uno de sus objetivos es ganar dinero, no preocuparse de la salud pública. Por ende, no hay que esperar que implante medidas drásticas. Es el deber de cada individuo cuidar de sus hijos y de uno mismo. Es mi deber como doctor impulsar a la gente a llevar una vida saludable", comenta tajante.

Jugadores jóvenes y con auspicioso futuro en la liga norteamericana optaron por el retiro, como el inside linebacker Chris Borland, quien con 24 años renunció siendo uno de los mejores defensivos de la NFL. "Me pregunté si era así como quería pasar mi vida adulta, dándome golpes en la cabeza. Decidí que sólo deseaba tener una larga vida, sin daños cerebrales ni una muerte prematura. El fútbol americano es inherentemente peligroso", disparó. Similar caso ocurrió con los retiros anticipados de Jason Worilds (27) y Jake Locker (26), mas ninguno acusando razones tan claras y directas como hizo Bolard. Evidentemente, decisiones que apuntan a escapar a la triste vida posterior al fútbol americano que han sufrido algunas ex estrellas. El último y más mediático: Aaron Hernández, ex New England Patriots, quien se suicidó en abril de este año a los 27 años en su celda de una cárcel en Massachusetts, mientras cumplía la condena por el asesinado de su concuñado Odin Lloyd. Cinco meses después, Omalu, al que acudió la familia para estudiara el cerebro del fallecido, confirmó que Hernández sufría severo CTE.

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El doctor Bennet Omalu y su libro "Juega duro, muere joven".[/caption]

La realidad chilena

En Chile, el fútbol americano se practica a nivel amateur desde principios de los años 2000 por el entusiasmo de fanáticos seguidores de la NFL, algunos de ellos, nacidos en Estados Unidos. Luego de unos años, se formaron clubes que en la actualidad dan vida a dos diferentes ligas, sin relación entre sí: el Torneo Nacional de Football (TNF) y la Liga Chilena de Football Americano. A pesar de las significativas diferencias entre la potente NFL y las pequeñas competiciones nacionales, los descubrimientos médicos en norteamérica no tienen por qué alejarse de lo qué pasa aquí, según Omalu: "Los jugadores se exponen al riesgo de igual forma, da lo mismo si es a un bajo nivel como en Chile, o en el más alto, como es en el caso de Estados Unidos. Siendo amateur o profesional, las cabezas de los jugadores igual están expuestas al peligro que implican las contusiones cerebrales".

Para el Dr. Armando Ortiz, neurocirujano de la Clínica Las Condes, "decir que el riesgo es menor en comparación de la NFL, va a depender si la práctica tolera más o menos las situaciones en que se produzcan impactos. Los trabajos hechos en el fútbol americano abrieron este problema y las otras disciplinas de contacto también debieran tomar medidas". Ortiz advierte que también se debe tener cuidado con las contusiones menores: "No se les da mucho valor, ya que debiesen tratarse de una forma más responsable y someter a los jugadores a reposo tras ellas". El Dr. Rodolfo Muñoz, neurocirujano del Hospital de Talca y quien ha realizado estudios sobre el CTE, afirma: "No debería pasar nunca que un jugador reciba fuerte un golpe en la cabeza y que siga jugando. Es algo que hay que tenerle cuidado, ya que todos los traumas craneanos repetidos de manera secuencial, pueden llegar a provocar en el futuro una encefalopatia traumática crónica. No existen dudas que falta más conciencia y promoción sobre los riesgos".

Cuentan quienes saben de fútbol americano en Chile, que la mayor acción que se puede hacer para evitar este tipo de problemáticas tiene relación con la forma que se genera el entrenamiento. "El coach debe tener los conocimientos suficientes para poder entregar la información y el aprendizaje necesario con el fin de evitar lesiones", señala Miguel Morales, presidente de la fundación Pro Football y miembro de la Federación Internacional de Fútbol Americano (IFAF). Detalla Morales, que cada persona que desee practicar el deporte, debe pasar por un proceso antes de ponerse encima el equipamiento. Este, que suele durar dos meses, ayuda a generar táctica y memoria muscular y permite al jugador hacer correctos tackles, los que deben ser sobre las rodillas y bajo el cuello, dejando la cabeza a un lado. "No es llegar y colocarse las hombreras y el casco. Aquel que no tiene conocimiento de football, con tal equipamento automáticamente irá a golpear de forma incorrecta, probablemente casco a casco. Este es un deporte de contacto, no de riesgos", agrega Morales. En tanto, Charly Guzmán, hasta este año entrenador de los Bulldogs, uno de los equipo más fuertes del país, agrega que "se debe saber cuidar la integridad del jugador para que las conmociones no sean repetitivas, ya que igual estas estarán presentes. Mientras mayor el jugador aprende el deporte, más difícil es que adquieran las técnicas básicas, por lo que la solución es que partan desde chicos". La fundación cuenta con programas especiales de capacitación de técnicos para que estos enseñen rigurosamente la técnica adecuada.

Eliel Aravena, linebacker interno de los Treiles del Biobío asegura que en el ambiente del fútbol americano chileno, los deportistas entienden que hay que preocuparse de no dañar al rival: "Conozco a casi todos los jugadores y doy fe que ninguno tiene malas intensiones en la cancha. Este deporte no es nuestro y nos falta mucha cultura, mucho qué aprender sobre la disciplina. Trabajamos siempre para mejorar la técnica y evitar choques dañinos".

En cada partido de la competencia local hay personal del área de la salud capacitadas para atender a quienes sufran alguna contusión cerebral, responsabilidad de cada club. Las medidas son estrictas. "En caso de que alguien sufra un golpe en la cabeza que le provoque, aunque sean mínimos mareos o problemáticas físicos, automáticamente se tiene que retirar del partido", sostiene Morales. "Cortamos por lo sano. El 'déjenme seguir jugando, estoy bien' no sirve. Chao, para la casa a descansar y nos vemos la próxima fecha. No puede mantenerse en juego quien reciba un impacto casco a caso, u hombro a casco", afirma Aravena, quien además compara el escenario nacional, con el de la NFL: "Ellos juegan a la máxima intensidad semanalmente. Nosotros en Chile lo hacemos cada tres semanas. La diferencia en ese sentido es muy amplia. El daño es mayor en los jugadores de allá por el tema acumulativo".

El dolor de cabeza del fútbol americano (y de los deportes de contacto en general) que se intenta evitar, porque cuando llega, ya se hace demasiado tarde y no hay método que lo sane.