Loris Karius tenía en sus manos la suerte del Liverpool. Ante un rival como el Real Madrid, que se caracteriza por el nivel de sus delanteros, el arquero alemán no podía fallar si quería que los ingleses tuvieran al menos la opción de amagar la chance de los merengues de sumar otra Champions League a sus vitrinas.

Pero falló. Groseramente. Y en dos ocasiones. Primero ante Karim Benzema, a quien, literalmente, le regaló la apertura de la cuenta. Intentó salir jugando con la mano. El francés se interpuso y la pelota terminó mansamente en la red. El francés ni siquiera tuvo que esforzarse.

Sobre el final del partido, otra vez Karius fue protagonista de un desastre. Igual o peor que el anterior. Ahora, quien se aprovechó de su inseguridad fue Gareth Bale, quien disparó fuerte, aunque no tanto como para que el balón se le escurriera entre las manos al guardameta.

El arquero salió pidiéndole perdón a los hinchas. Y luego lloró, desconsoladamente. Intentó taparse el rostro para disimular su pena. Pero no lo logró. Había sido el villano de la noche en Kiev.