Nuestro fútbol no tiene términos medio. Muchos abogan por la juventud avasallante y otros por la experiencia que dan los años. Llega Soteldo, de 19 años, a la U y Abreu, de 41, a Audax Italiano. ¿Quién puede decir con propiedad que uno u otro serán fundamentales? Nadie. Lo claro es que uno privilegiará la pelota a ras de piso y el otro el juego aéreo. ¿Cuál es la propuesta de valor entre uno y otro? El venezolano es joven, bajo, fuerte, veloz, atrevido, habilidoso y técnico. El uruguayo es longevo, alto, fuerte, lento, técnico y goleador.

Ambos no se mueven por teorías, pues la práctica los hace temibles. Los une el hambre. Uno quiere iniciar su carrera internacional, el otro está en el ocaso de su camino. El chico es futuro y esperanza y el Loco Abreu es la palabra empeñada al presente. El escurridizo alero rompió los biotipos ideales del atacante y el goleador uruguayo es el diseño del insigne romperredes. Pero los dos representan la idea, palabra y esperanza de triunfos urgentes. ¿Lograrán entender los hinchas la legitimidad de sus diferencias? Montaigne dijo: "La cosa más importante del mundo es saber ser uno mismo".

Por lo tanto, Soteldo debe hacer lo que sabe hacer, encarar hasta a los guardias de seguridad. Mostrarse en vitrina no sólo para liquidaciones. No amilanarse en dar espectáculo. Reeditar la finta, el amague y el dribling. Yy si falla, al jardín infantil se ha dicho.

Abreu esperará el arco rival con la receta del gol, su cabeza. Si no los hace, querrán mandarlo a un asilo de ancianos. Su alegría atraerá al hincha nostálgico que reía como en los tiempos del travieso Nino Landa. Joven o veterano es respetable siempre que la excelencia se lleve bajo el frac. Los años y la adolescencia la llevan al mismo tiempo los futbolistas.

Dejen las hipocresías y gocen el fútbol. No jueguen para los miserables de la risa, que abundan en este Chile sensible y muy grave, que no es lo mismo a ser serio. No discriminen, loas para ella… la pelota; o bendiciones para él… el balón.