La Segunda División ha sido un objeto de permanente controversia. Desde su origen, incluso desde su nombre. Cuando surgió, lo hizo inmediatamente como la tercera categoría del fútbol chileno. En el camino, dejó heridos y polémicas, pues la tradicional Tercera División se transformó, en rigor, en la cuarta. Para peor, la entonces naciente categoría tampoco estaría incluida en la repartición de los beneficios económicos que sí perciben las categorías precedentes. Principalmente, los que provienen desde la televisión.

Ahora, vuelve a estar en el centro de la polémica por el plan que, silenciosamente, se fragua para transformarla. Las alertas están encendidas, pues, tal como sucedió en esa oportunidad, hay intereses que conjugar. Más profundamente, incluso, ajustes que realizar en distintos planos.

¿Quién se hace cargo?

La idea es atribuida a Jorge Yunge, secretario general de la ANFP, quien ocupa el mismo cargo en el directorio de la Federación de Fútbol de Chile, en el que el profesionalismo confluye con la ANFA, que controla la Tercera División, su principal categoría. En esa mesa, el amateurismo está representado por su timonel, Justo Álvarez, quien oficia como vicepresidente. “No tengo idea. Eso debería conversarlo con la ANFP. Debería consúltarlo a la ANFP, no a nosotros”, se limita a responder Álvarez ante la consulta de El Deportivo.

¿Por qué la federación cobra especial relevancia en el diseño? Porque sería esa la organización que asumiría la administración del ‘híbrido’, como es catalogado por quienes conocen los primeros cimientos de la idea, que nació en los debates de la Comisión de Campeonatos de la ANFP.

Gamadiel García, presidente del Sifup.

Sin embargo, hay quienes reparan en que la federación no cuenta con la estructura para acoger la organización de la categoría y que, visto desde ese punto de vista, irremediablemente terminará en manos de la ANFA. En ese caso, el dilema vuelve a ser el original: qué pasaría con la actual Tercera División.

El enredo

La materia no es la única que tendría que resolverse. De partida, habría que readecuar los estatutos de la ANFP, para sacar de su dominio a la Segunda División, y ajustar la federación, que actualmente no cumple el rol de organizador de competencias. Consecuentemente, habrá que diseñar nuevas bases y reglamentos para el campeonato que se genere.

Hay otra materia fundamental: la condición en que quedarán los jugadores que integren la potencial nueva categoría. Y ahí entra a involucrarse otro actor relevante: el Sindicato de Futbolistas Profesionales. La participación de la entidad que preside Gamadiel García en la definición está lejos de ser anecdótica. Hoy, los jugadores que participan en Segunda División están afiliados al organismo. Y la cifra es considerable: son unos 500 jugadores, que alternan derechos y deberes en la entidad gremial.

De hecho, hay quienes tienen una mirada más profunda, pues si los jugadores que dejarían de estar registrados en la ANFP pasan a las bases de datos de la ANFA ya no serían, estrictamente, propiedad de los clubes, uno de los principales objetivos al conformar la Segunda División. Y ahí bastaría con abonar 5 UF para registrarlos en los clubes rentados.

Este jueves, de hecho, deberían surgir las primeras definiciones más formales, pues está programada una reunión tripartita a la que asistirán la ANFP, la ANFA y el Sifup.

Sigue en El Deportivo