La celebración se sentía en Formosa. Pioneros de Quintana Roo estaba derrotando a Obras en el último partido del Final Four de la Liga de Las Américas 2012. Daban el golpe entre argentinos y brasileños. Se convertían, de paso, en el único club mexicano en ganar el torneo de clubes más importante de esta parte del mundo. Y en medio de los festejos estaba él. Robert Lagos, el emblemático exjugador que brillara en la Dimayor y que en México encontró un segundo hogar. El chileno era parte del cuerpo técnico campeón.
“Nadie es profeta en su tierra”, la frase cliché que en Lagos calza bien. No porque jugando en el país le haya ido mal, al contrario, tuvo una exitosa carrera que terminó a los 32 años, más por desencanto que por nivel; si no porque encontró en México un nuevo camino, cuando en junio de 2007 partió a trabajar a Chihuahua junto a su familia. “Me fui decepcionado de Chile. Me retiré y no quería saber mucho de básquet”, dice Robert.
Pero la sangre tira. La madre de sus hijas, periodista, le invitó a ver a la selección de México ante un combinado de Cancún. Ella se relacionaba con el básquet, por lo que de a poco Robert se fue acercando de vuelta. Pioneros de Quintana Roo le invitó a entrenar, pero su única opción de jugar la liga mexicana era nacionalizándose, pues los extranjeros que llegaban a reforzar tenían pasado en la NBA y Europa. Era complicado. Eso, sin embargo, lo introdujo más dentro del equipo.
Robert entrenaba como uno más. Entraba al camarín y se sentía valorado pese a no estar dentro del parqué. “Me fui vinculando hasta que llegó el entrenador argentino Daniel Jaule (2007), quien me invita a ser su asistente. Me tuve que certificar como entrenador FIBA”, cuenta Lagos.
Ese fue el inicio de un camino que resultó exitoso. El dueño del equipo le ofreció ser director deportivo, por lo que Robert desarrolló un “proyecto de masificación a nivel estatal, regional y nacional, más uno de posicionamiento de marca”, que trabajó durante los cinco años que estuvo en el cargo.
Fue el segundo asistente del técnico Josep Clarós, cuando ganaron la Liga de las Américas, el mayor logro internacional de un equipo mexicano. También estuvo en el vicecampeonato de 2015. Esto llevó a que la Federación de México designara, ambas veces, al cuerpo técnico de Pioneros para su selección, con el chileno incluido. Lagos aprovechó el renacer del básquet azteca, que en 2014 había vuelto a disputar un Mundial después de 40 años.
A principios de 2020, Robert se hizo cargo como primer entrenador de Pioneros de Delicias, de la liga estatal de Chihuahua. Su experiencia solista se cortó bruscamente por la pandemia, a dos fechas de terminar la fase regular. En marzo, motivado por lo familiar, decidió volver a Chile. Ahora está en Temuco junto a sus hijas de ocho y 15 años, trabajando en una empresa de distribución y logística de insumos de construcción.
Y aunque está en un rubro distinto, no olvida el deporte que le hizo feliz. Actualmente es el vicepresidente de la Asociación Gremial de Entrenadores de Básquetbol (Ageb), recientemente acreditada por FebaChile, que “nació de la necesidad de crear un organismo que tenga representatividad, desde entrenadores de LNB a monitores que trabajan en colegios, talleres, IND”. Para asociarse piden un año de experiencia y no tener impedimento de trabajar con menores. Por otro lado, no han definido lineamientos con Adebach, la otra asociación de entrenadores.
Considerando su experiencia en los años más exitosos del básquet mexicano, Robert tiene ideas de cómo puede progresar Chile. “Tenemos que pensar en dos o tres ciclos olímpicos, para que en el cuarto el proyecto ya esté consolidado”, dice Lagos, basándose en el crecimiento de España desde las Olimpiadas de 1992.
También valorar el producto nacional: “Tener nuestra propia identidad. Vemos a un Messi o Ginobili y queremos ser como ellos. ¿Por qué no vemos a un Ignacio Arroyo que está en Madrid? ¿A Sebastián Herrera? ¿Por qué no los vemos como ídolos?”.
La vivencia internacional de Robert Lagos le permite hablar. Una década haciendo carrera fuera de Chile. Y aunque está alejado de la cancha, no niega que diría “por supuesto” ante alguna oportunidad. Al fin y al cabo, el básquet lo llama. Y el Pionero saca su conclusión: “El único entrenador chileno trabajando a ese nivel internacional en los últimos 20 años”.