¿Alguna vez María Fernanda Valdés pensó en ser el rostro de una campaña publicitaria? Una camioneta 4x4, un champú para cabello seco, una bebida isotónica… poco probable, no imposible claro, pero las apuestas estaban en contra. La publicidad en Chile parece anclada, o hizo un giro, en los ochenta. Un amigo editor de comerciales me dijo hace poco tiempo: "Me cansé de pegar imágenes de gente rubia, sonriente y bobalicona. Es desolador". También leí por ahí un texto irónico que decía algo como: "Qué curioso que en la publicidad chilena salga un hombre de 25 años, con una mujer de 18, que tienen un niño de 12, un boyero de Berna, un Mercedes AMG y andan pidiendo un préstamo de 1.5 millones de pesos en 24 cuotas".

Siempre se ha reclamado de la falta de financiamiento de los deportistas no profesionales. Que las federaciones andan al tres y al cuatro y hay que tener mucha vocación para entrenar alto rendimiento y luego cumplir jornada de trabajo normales. Viajes, implementos, entrenadores, gastos médicos. Una fortuna. En los últimos años el financiamiento ha subido bastante y los resultados, como se vio en los Panamericanos de Lima, han mejorado en sintonía.

La mayoría de este dinero proviene del estado y algunas empresas que se arriesgan patrocinando el plan de alto rendimiento. Pero no alcanza. Chile, que tiene una de las economías más abiertas del mundo, también tienen a los empresarios más tímidos y renuentes a la hora de cuadrarse con el deporte. Van por las sandías caladas, como los jugadores de la selección de fútbol o los tenistas top, como si todos los otros no fueran rentables. Y lo increíble es que el rédito está ahí, a la mano, hay 50 medallas de los Juegos Panamericanos con un potencial infinito. Una afamada marca de ropa deportiva tenía hace poco, no sé si todavía, como embajadores a los bailarines y cantantes de Rojo. ¿Y los atletas de verdad? ¿Los que ganan medallas? Algo no cuadraba.

Por eso es reconfortante lo de María Fernanda Valdés. Esos 147 kilos en dos movimientos que la llevaron a ganar el oro en su categoría, superando por apenas un kilo a la dominicana Crismery Santana, la gran favorita. Un levantamiento de apenas quince segundos que resumió todo el esfuerzo, la tensión y la bravura del deporte.

Cuántas mujeres chilenas se sintieron identificadas en esa acción llena de belleza y dramatismo. Y, finalmente, una empresa de cosméticos vio que la norma podía ser rota, que la belleza estaba ahí, tan a la vista, que no se daban cuenta. El primer paso para salir del cajón atávico, los anacrónicos ideales estéticos y sociales.