Los campeones en Sudáfrica y en Brasil tuvieron su génesis en la importancia de la posesión. Ese paradigma cambió en Rusia. De manera rotunda, Francia derrotó en la final a Croacia y arremetió de manera frontal contra la importancia de la tenencia de la pelota para controlar el juego. Francia no solo desechó la posesión, más bien la ignoró. Y clavó una bandera en el corazón de la ideología guardiolista al desarrollar solo un 37 % de tenencia.
La reagrupación defensiva se impuso sobre los equipos de presión alta. Ceder el terreno y contragolpear explosivamente ganó fácil su duelo ante la elaboración larga y cadenciosa. Y la táctica fija encontró en el VAR su aliado.
El arquetipo que en realidad cambió Deschamps no fue tirar a la basura la posesión como herramienta de control, sino lograr el control aún no teniendo la pelota. Francia convivió en el escenario de ser dominada, solo para esperar que se abrieran los espacios a la espalda de los defensores contrarios, liquidando con sus contras letales. El Mundial enseñó que tener la pelota no siempre significa tener el control.
Francia reformuló su modelo, haciéndolo más versátil. Siempre terminó adaptándose a la lectura del juego y utilizó varios sistemas dentro de un mismo partido. Acá se encuentra su verdadero aporte al enriquecimiento del fútbol. Sin llegar a ser la Naranja Mecánica de Cruyff, Francia encontró en los reordenamientos rápidos y ligeros una herramienta donde usar mejor su energía. No se desgastó correteando para quitar la pelota; achicó espacios hacia Lloris y cambió su 4-2-3-1 a 4-4-2 (Griezman-Giroud) cuando le tocaba defender, como ante Argentina, Uruguay o Bélgica.
A nivel individual, la gran decepción fue Messi, que encalló como líder y sobre la cancha fue sinónimo de desgana, apatía y tristeza. Con una lejanía terrible de su mejor versión. Sampaoli se quedó sin energías para podar el camarín. Los que eran de su confianza le generaron más problemas que soluciones y terminó sin rango de movimiento al canjear cercanía por libertad hacia los caudillos del plantel. Tácticamente, Argentina fue un mamarracho vestido de corto, sin un modelo de juego visible ni espíritu solidario.
Lo más escandaloso cerquita del arranque fue lo que sucedió en España. La ambición desmedida y comportamiento improcedente de Lopetegui, el movimiento de Florentino para sacarlo y la decisión de Rubiales de finiquitarlo definitivamente fue un auto golazo.