Alexis Sánchez levantó la vista y tímidamente confesaba en el lobby del Hotel Hilton de Estocolmo, al mediodía del 1 de junio de 2006, que estaba preparado para ser titular en la selección chilena. Atrás quedaba el miedo que le había provocado la amenaza de bomba en el avión que trasladaría a la Roja desde París hasta Suecia. Superado el trance, que retuvo al equipo durante más de tres horas en la sala de espera del aeropuerto Charles de Gaulle, el tocopillano sólo pensaba en el último amistoso de la gira.
Por entonces, con apenas 17 años, y poco más de 100 minutos en la Roja adulta, intercalados en tres partidos, todos como suplente, el tocopillano exhalaba confianza e ilusión, a pocas horas del primer amistoso de la historia entre Suecia y Chile. Incluso, pese a su evidente timidez, aceptó posar para una producción junto a Jorge Valdivia, Luis Jiménez y Humberto Suazo, los llamados a encabezar en ese momento el recambio en el combinado nacional, como señal de que estaba preparado para el desafío.
El deseo del tocopillano se haría realidad al día siguiente. En el Arena de Solna, que años después sería demolido para dar paso al Friends Arena, el escenario del choque de hoy entre suecos y chilenos, Nelson Acosta le dio la titularidad ante una selección que se preparaba para el Mundial de Alemania, que arrancaría semanas más tarde. Y Alexis no sólo no se achicó ante los gigantes amarillos encabezados por Ibrahimovic. Sencillamente sorprendió a todos con su atrevimiento y desplante, arropado por una casaquilla un par de tallas más grande que la requerida.
El resultado, igualdad 1-1 con anotación de Humberto Suazo para la Roja empezando el segundo tiempo, resultó anecdótico al lado de la exhibición de enganches y gambetas del Niño Maravilla, especialmente en el segundo tiempo. Una vez que se sacó el miedo de su estreno como titular, Sánchez enamoró a los fanáticos locales, pero sobre todo a los más de cinco mil compatriotas, que aquella noche de verano europeo descubrían a la nueva joya del fútbol chileno.
Para el recuerdo quedaría el enganche en plena área rival de Alexis, simulando el látigo que patentó Ronaldinho aunque pasando el balón por detrás del pie de apoyo. El lateral Mikael Nilsson terminaría retratado ante tamaña muestra de habilidad del chileno, estacado al piso, sin entender demasiado lo que inventaba el chileno. Aunque el posterior remate se iría desviado, Sánchez dejaría su sello en esa acrobacia. Y le decía a todo el mundo que su leyenda recién comenzaba a escribirse con la Roja.