El día sábado, apenas terminó el torneo de verano en Viña del Mar, el mundo futbolístico puso sus ojos en esta nueva Universidad Católica, el campeón del fútbol chileno, que debutó con sendos triunfos y una nueva copa para sus vitrinas. El poderío demostrado en esta breve competencia puso en el tapete la comparación respecto al año anterior y su proyección en el concierto internacional.
Porque claro, una cosa es ganar un torneo amistoso, otra distinta es enfrentar a clubes argentinos y brasileños por Copa Libertadores. Pero la muestra fue largamente agradable a la vista.
El fútbol cruzado goza de buena salud por varias razones. La primera, y esencial, es que Quinteros no vino a borrar lo hecho por el DT anterior. No llegó con la retroexcavadora (¿dónde oí eso?) para botar todo y empezar de cero. El nuevo técnico tomó lo ya aprendido y le dio dos cosas a su remozado plantel. Libertad y velocidad.
Nunca nadie negó la cualidad del plantel cruzado, pero claramente jugaba en una velocidad distinta. El nacido en Argentina privilegia la velocidad en la reconversión ofensiva donde ningún jugador utiliza una posición fija. Desde Aued hacia adelante todos llegan copando los espacios de manera colectiva sin suponerse en tareas.
La versatilidad de su plantel asoma como arma fundamental, de la cual Beñat San José echó mano. Sin embargo, no la explotó y sus futbolistas se vieron contenidos en un esquema tan mezquino como efectivo.
Ciertamente no todo es maravilloso. Hasta el minuto, la falta de un goleador se puede suplir con las diagonales de Puch y la astucia de Buonanotte para llegar desde segunda línea. Pero si pensamos en Gremio y Rosario Central, rivales seguros de Libertadores, la necesidad de un hombre fuerte de área se hace indispensable. No solo para aumentar las variantes que de por sí ya tiene. También para solucionar partidos enredados y espesos donde un rebote o mal despeje puede ser la respuesta final. Para este esquema, un 9 tradicional se hace fundamental en partidos de alta categoría.
El ambiente internacional nos dará un parámetro distinto de velocidad, intensidad y rigor. Aún así, la Libertadores ha demostrado que tan importante como buenos nombres es desarrollar un buen colectivo y los cruzados lo tienen.
En resumen, podríamos decir que esta versión de la UC esta no solo mejorada, además mucho más internalizada en sus conceptos y eso, en estos tiempos, vale más que la suma de buenos nombres. Que no garantizan nada, pero ilusionan.