Qué encrucijada la del fútbol chileno: por un lado, Pablo Milad va por la reelección en la ANFP; por el otro, Lorenzo Antillo anunció su candidatura. Se repite lo ocurrido el 2020, cuando hubo que llenar el cupo vacante dejado por la renuncia de Sebastián Moreno, fruto de un lento, preciso e implacable golpe de estado cuyo titiritero original fue el dueño de Huachipato Victoriano Cerda.
Dos años y las cosas sólo han empeorado. No podía ser de otra manera. La postal inolvidable de Cristian Aubert votando por Zoom con un notario al lado, para que cumpliera el compromiso hecho por el anterior presidente de Universidad de Chile, José Luis Navarrete, fue el tráiler perfecto de la película que nos tocaría en suerte.
Pablo Milad ha pecado, desde que asumió en Quilín, de hacer campaña para reelegirse antes que gestionar. Amigo de los golpes publicitarios y los volantazos a troche y moche, el fútbol chileno ha visto caer su competitividad en la liga local, los torneos internacionales de la Conmebol y las selecciones, siendo la majadera apelación al TAS por el caso Byron Castillo el último cañonazo antes de hundirse por completo. Mientras, las barras bravas deciden hora, fecha y estadio donde se juega. Si ellos quieren.
Antillo no ha mejorado mucho su postura con respecto al 2020. Ya en la elección anterior pareció ser un hombre mandatado por los empresarios de jugadores que manejan clubes y hoy anda en las mismas. Decir que tras su candidatura están Huachipato (Cerda), Universidad de Chile (Clark), La Serena (Felicevich), Unión La Calera (Bragarnik) y San Luis (Pini) entre otros, es de una obviedad que ni el propio ex presidente de Audax Italiano se molesta en ocultar.
Me recuerda la anécdota de César Luis Menotti a propósito de los gustos musicales de Carlos Salvador Bilardo. Menotti señalaba en una entrevista que era un fan de Joan Manuel Serrat y de la música clásica, hasta que el entrevistador lo interrumpió diciéndole: “César, a Bilardo le gusta la cumbia”. El Flaco respondió con fastidio “¿Y qué querés?”. Es decir, en la visión de Menotti era obvio que a Bilardo le iba a gustar la cumbia o un género parecido. Ninguna sorpresa. Lo mismo con Antillo, “Muchachos, los empresarios de jugadores están tras Lorenzo Antillo”… ¿Y qué querían? ¿Dirigentes preocupados de la robustez y desarrollo del fútbol chileno?
En definitiva, se trata de una elección entre un hombre desbordado por su propia gestión y sin grandes planes más que ir improvisando en el camino, las pruebas en el archivo son contundentes, frente a otro que significa la arremetida final de los empresarios de jugadores que ya tienen el control de casi toda la actividad, incluida la intermediación de las casas de apuestas.
Un brete el del 8 de noviembre en Quilín.