La columna de Guarello: A propósito de una ambulancia
"El fútbol femenino en Chile es semiprofesional en el mejor de los casos, con una gran mayoría de jugadoras que reciben algún incentivo, bono o viático o que son de manera directa amateurs. Es decir, juegan porque les gusta sin recibir más que el sándwich y la botella de agua".
Podría ser otra columna indignada que utilizara la caída y conmoción cerebral de la jugadora de Colo Colo Javiera Grez en el clásico con la U jugado en el CDA el miércoles. Hay argumentos de sobra para apuntar con el dedo: la falta de ambulancia para atender a la lesionada, el horario y el día completamente inadecuados para el partido, la presencia inexplicable de barrabravas que se dedicaron a insultar y lanzar proyectiles a las jugadoras albas, el escenario insuficiente, una cancha de entrenamiento, para un duelo de estas características.
Estos datos son reales, pero no aporta mucho denunciar y quedarse ahí. Hay que ir al fondo del problema en el fútbol femenino chileno. Es más, creo que hay que replantearlo en su totalidad. Se entiende como un gran avance la ley Nº 21.436 que obliga, con gradualidad de tres años, la profesionalización de la actividad. En el papel está perfecto, de manera simbólica tiene una repercusión importantísima y como señal de desarrollo es el camino correcto. Pero, una cosa es lo que se legisla, y otra muy distinta es lo que la realidad impone. Y esta realidad indica que el fútbol femenino en Chile es semiprofesional en el mejor de los casos, con una gran mayoría de jugadoras que reciben algún incentivo, bono o viático o que son de manera directa amateurs. Es decir, juegan porque les gusta sin recibir más que el sándwich y la botella de agua. La ley obliga, pero no hace milagros, no genera los recursos.
El problema de raíz, a mí entender y ya lo planteé en otra columna hace algunos años, es que el fútbol femenino depende de la ANFP, el consejo de presidentes, y no de la Federación, salvo las selecciones. Esto es, todas las políticas y reglamentos que atañen a la competencia local se deciden por 32 caballeros en Quilín. Los mismos que, salvo ejemplos donde los dedos de una mano sobran, tienen a las futbolistas y su torneo en las últimas hojas del debate si es que no son una nota al pie de página.
Se puede “obligar” por ley a profesionalizar el fútbol femenino, ponerles el bototo en la cabeza exprimiendo lo que ya hay... o se pueden buscar vías alternativas, más expeditas e innovadoras. Mi idea es que exista una asociación que dependa de la Federación pero no de la ANFP. Un ente asociado a la FIFA, pero no amarrado al consejo de presidentes. Una Asociación Nacional de Fútbol Femenino (ANFF). Así podrían gestionar sus propios recursos, armar los campeonatos en función de sus necesidades y posibilitar la entrada de nuevos clubes que no sean filtrados por la ANFP: universidades, empresas, ciudades, equipos de la ANFA o amateurs que tengan como prioridad el fútbol femenino.
Por dar un ejemplo, tal vez una ciudad como Constitución quisiera tener un equipo femenino profesional apoyado por los empresarios de la zona o la Universidad Central o Naval de Talcahuano que hoy está fuera de la ANFP. La misma Universidad de Chile podría volver a depender de la casa de estudios y no de Azul Azul, también Colo Colo del CSD y no de Blanco y Negro. Es decir, un nuevo trato, una reforma a fondo donde no sólo haya jugadoras, sino que también gerentas, presidentas y propietarias. Y los clubes de la ANFP, como Santiago Morning que ha hecho un gran trabajo, que quieran participar se suman, pero no mandan y no están condicionados a las directrices de Quilín.
El momento del fútbol femenino es crítico, pero, al contrario de lo que ocurre con sus pares hombres, no se han agotado todos los recursos y utilizado todas las balas del cinto. Hay un infinito para desarrollar, innovar y emprender. La ley es un aliciente, un norte, pero la gestión es la clave: patear el tablero, atreverse y cambiar el paradigma.