El informe del oficial de cumplimiento de la ANFP no admite dos lecturas. En el partido entre Huachipato y Copiapó no hubo intervención, ni llamado, ni violación del protocolo del VAR cuando Francisco Gilabert cobró penal por el cruce de Diego García sobre Mazzanti en el minuto 69. Sí hubo un diálogo entre el Quality Manager, Mario Vargas y Cristián Droguett quien dirigía el VAR. Es la confusa frase “para Santiago es penal” la que Droguett interpreta como una llamada desde Santiago y se lo hace saber a Gilabert de forma velada.
Esta frase está acreditada en la investigación tras un careo entre Vargas y Droguett. El problema es que la intención de Vargas era recordar un curso que había hecho Javier Castrilli en el verano para definir ese tipo de faltas, por eso agregó: “Recuerda el penal de Universidad Católica”.
Gilabert cobra penal, pero terminado el partido se arrepiente de haberlo hecho y cree que fue presionado de forma indebida. Así se lo hace saber a su hoy ex amigo Francisco Jerez a través de audios de whatsapp. Los audios son de un hombre confundido, aplastado por los hechos, sus conclusiones, en caliente, son escandalosas. Eso fue el 26 de enero, el 3 de marzo Jerez me los envía. Los audios me parecieron gravísimos y los guardé más de un mes. El único que tuvo acceso a ellos fue mi colega Danilo Díaz quien hizo un reportaje para la página web Tribuna Andes donde concluyó, hablando con todas las partes, incluido Mario Vargas y Patricio Talamilla de la comisión de árbitros, que sí había existido tal llamada y la intervención del VAR.
El día 6 de abril los audios fueron emitidos a las dos de la tarde del programa Los Tenores de ADN, previa consulta a un abogado especialista en el tema y la autorización expresa de Francisco Jerez. Hubo un terremoto en el arbitraje y Javier Castrilli, presidente de la comisión de árbitros fue despedido esa misma tarde.
Hasta ahí los hechos. Ahora lo que me corresponde como mi responsabilidad periodística, pues fui quien entregó los audios a ADN y recibí la autorización de emitirlos. Eso sería anecdótico, pero lo grave es que esto era parte de una maniobra para sacar a Castrilli de la comisión de árbitros. Y ese es el fondo del asunto. No me quitaré responsabilidad, yo recibí y pasé los audios, declaré en la investigación entregando todos los antecedentes que poseía, creí que, efectivamente, había habido una presión indebida desde Santiago al VAR del duelo entre Huachipato y Copiapó. En el periodismo, la credibilidad crece a la velocidad de una palmera y se cae a la velocidad de un coco. Los audios eran reales, nunca fueron manipulados, Vargas dijo “para Santiago es penal” que llevó a la confusión de Droguett y Gilabert. Hubiera sido una polémica menor si no fuera porque estaba inserta en una guerra civil en el arbitraje chileno.
Había una noticia para contar, pero también, se exige una distancia crítica sobre esa misma noticia. De mi parte, no existió esa distancia, esa prudencia. Esta profesión no admite giles ni ingenuos. Y esta vez lo fui. Patricio Caldichoury, quien fue mi editor en Chilevisión, me dijo una vez que en el periodismo uno era tan bueno como su último trabajo. Mi último trabajo no cumplió los estándares que yo mismo alguna vez pretendí.