La columna de Guarello: Como en el barrial de 1974
"Azul Azul se ha lavado las manos con cloro por los desastres de un grupo de la barra que se han encargado de espantar todos los estadios donde la U podía ser local. Sin el Nacional, se ha transformado en un club errante, que recibe portazos en todos lados".
Mientras algunos miran la estratósfera buscando qué estadios chilenos son los más adecuados para jugar ese cuatripartito, delirante e innecesario Mundial de 2030, semana a semana la ANFP tiene que hacer malabarismos para encontrar recintos dónde jugar el torneo de Primera División. Como consecuencia de una serie de factores, el fútbol chileno profesional está peor, en cuanto a escenarios en Santiago, que en 1974. Por entonces se jugaba en el Nacional y Santa Laura, y el comodín era San Eugenio y sus, entonces, no tan agrietados tablones. En pleno desarrollo de la Copa Chile el piso del Nacional colapsó de barro y hubo que, por un tiempo, compactar toda la programación en el estadio de Unión Española y tirar algunos bártulos a San Eugenio y, en el peor de los casos, al pequeño estadio de la Universidad Técnica, donde con algo de voluntad se podía jugar.
Claro, en ese tiempo se podían disputar reuniones dobles, la gente no se mataba por un lienzo y los hinchas iban a mirar el partido y no a vomitar todas sus trancas atávicas a piedrazos. Además, había una inflación de tres dígitos, llovía a baldazos y la Copa Chile no le importaba a nadie porque se jugó en paralelo con el Mundial de Alemania.
Hoy, sin barro y con una inflación en dos dígitos, cuidado ahí, Santiago nuevamente tiene una carencia inexplicable de estadios. San Carlos de Apoquindo en reparaciones, Santa Laura con la cancha destruida, el Nacional en una lenta remodelación, La Florida enteró dos años como vacunatorio… Quedan el Monumental y La Cisterna. Luego, por motivos de seguridad, La Pintana sólo puede ser usado para Primera B.
El Nacional lo entregan, parcialmente, a fin de mes. Pero, ojo ahí, el fútbol, tendrá que pedirle permiso a los recitales para jugar. El estadio fue inaugurado en 1938 para la práctica del deporte y esa fue siempre su intención y objetivo. Se concibió en reemplazo del Campo de los Sports que quedaba 500 metros más al norte. Pero hoy se le entiende como un recinto “cultural” o “multiuso”. La mala imagen de la ANFP y la violencia idiota de las barras bravas hace que quienes defendamos el objetivo esencial del Julio Martínez nos quedemos peleando solos. Pero, más allá de las coyunturas, los gobiernos de turno, los paradigmas del momento que mueren en una década, el Nacional es un estadio de fútbol y fue inaugurado con una reunión doble con el Presidente Arturo Alessandri Palma en la tribuna. Que no se olvide nunca.
Esto, claro, no quita responsabilidad al nefasto e indolente manejo que han hecho los clubes de la programación y el comportamiento de sus hinchas. Azul Azul se ha lavado las manos con cloro por los desastres de un grupo de la barra que se han encargado de espantar todos los estadios donde la U podía ser local. Sin el Nacional, se ha transformado en un club errante, que recibe portazos en todos lados y cada fecha es una incertidumbre completa de si jugarán o no. Unión Española también se lleva una medalla: por unos pesos, arrendó la cancha al rugby y ahora tienen en Santa Laura el piso de Verdún en 1917 con la obligación de replantarlo todo ¿Qué pasa con La Florida? ¿No se puede usar nunca más? Muchas comunas han readecuado sus vacunatorios, pero el estadio de Audax Italiano parece que no se podrá utilizar hasta que se erradique el Covid, la Viruela del Mono y el pie de atleta.
No es una opción disparatada jugar más en La Cisterna. Pero la Municipalidad y el club no quieren barristas contraproducentes y el estadio carece de iluminación. Con un poco de voluntad, algo imposible en la sociedad de los indignados donde vivimos hoy, ese estadio pudo ser remodelado en conjunto con Universidad de Chile, dejando un escenario de cuarenta mil personas donde hasta la selección chilena podía jugar. Claro, no con los dirigentes actuales, incapaces de armar un plantel, menos de gestionar un estadio.
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