Si Chile se hubiera clasificado al Mundial de Qatar, lo más seguro es que Claudio Bravo no sólo estaría en la nómina de la próxima fecha FIFA, sino que continuaría como titular, capitán y hombre clave de la selección chilena. Y en el Mundial lo mismo, su condición de fijo en el equipo no se podría cuestionar. El único arquero chileno que está en una de las tres ligas más fuertes del planeta, donde juega torneos europeos y que, para más detalles, su equipo, el Betis, pasa por un momento boyante, no podría ser excluido de la Roja.
Eso, claro, si Chile hubiera clasificado al Mundial de Qatar y la próxima fecha FIFA fuera la última oportunidad para cotejar el nivel del equipo y ajustar los detalles previos al torneo. Pero como se hizo todo mal, dejando Juan Pinto Durán en manos de aventureros, mitómanos y oportunistas que terminaron permeando un plantel más necesitado de resaltar sus glorias pasadas que de ganar los partidos eliminatorios en el presente, la Selección no sólo no clasificó a Qatar 2022, es que no estuvo ni cerca. Aunque desde Quilín insistan que un acta de nacimiento ecuatoriana falsa valga más que toda la cadena de desaciertos y absurdos que gobernó la Roja los últimos tres años. Espero que por decoro y vergüenza no se apele al TAS. Basta con eso.
Pero Chile no va al Mundial ni a ninguna parte y su nuevo entrenador, Eduardo Berizzo, tiene que “entrar a picar” como decían los gásfiters de antes cuando debían romper los muros para arreglar las cañerías. Bravo hoy es titular y capitán, pero en la proyección no va estar por defecto. Nuestro fútbol no es como la Italia de Enzo Bearzot donde la calidad y eficacia de la línea defensiva permitía Dino Zoff jugar prácticamente parado. El entrenador argentino debe pensar en los próximos tres o cuatro años y es por eso que en su primera citación salieron nombres como Claudio Bravo, Mauricio Isla y Eduardo Vargas, aunque este último debió quedar afuera ya en la época de Martín Lasarte. De seguro, en los próximos amistosos más históricos comiencen a quedar al margen de los convocados.
El panorama cambió en los últimos meses con respecto al recambio de la Selección. Si bien no ha aparecido ningún Alexis Sánchez o Arturo Vidal, y no van a aparecer, jugadores como Marcelino Núñez y Ben Brereton afuera, Darío Osorio y Clemente Montes en el ámbito local, por nombrar unos pocos, permiten creer que, bien trabajados, se puede lograr un equipo que compita. Acá hay que hacer el énfasis: que compita, no que vaya a ser dominante, en ningún caso estoy proyectando un remix de la generación dorada ni mucho menos.
Lo que pasó en la última eliminatoria, más allá de las estridencias de las declaraciones de Arturo Vidal y los directos por Instagram de Gary Medel, sumado a la inoperancia de la banca y gerencia deportiva, es que el equipo no compitió. Salió a la cancha, la peleó un rato, les ganó a los malos de Sudamérica, perdió con los buenos y quedó en un frustrante séptimo lugar. Perú, con muchos menos jugadores que Chile, pero con un entrenador de verdad, Ricardo Gareca, estuvo a un penal de ir a Qatar.
La tarea inmediata de Berizzo es volver a competir. Es no depender, de una vez por todas, sobre el ánimo de los “dorados” el día del partido e impulsar un grupo de jugadores que tomen el relevo de sus antecesores sin que les quede grande la camiseta roja. En resumen, que este equipo tenga, por lo menos, un sistema de juego sobre la grama. Que ver a la selección chilena deje de ser, como ha sido en los últimos años, una mezcla entre angustia e incomodidad.