La columna de Guarello: El mal
"Si Colo Colo y Universidad Católica se comen bailes con los brasileños y la U tiene como objetivo principal no pasar sustos, hay razones para preocuparse en serio sobre el fútbol chileno. Y la explicación está a la vista, no hay que ser un erudito para darse cuenta".
Cuando niño había un libro que me impresionaba mucho en la biblioteca de mi papá: Le mal français de Alain Peyrefitte. No era por su contenido, estaba en francés y no podía leerlo, era el diseño de la portada lo que captaba mi atención: un mapa de Francia hecho de fósforos, con uno encendido a punto de inflamar a los otros. El jueves, mientras transmitía la goleada de Sao Paulo sobre Universidad Católica recordé esta portada por una simple asociación de ideas: el mal del fútbol chileno, su mapa de fósforos con uno encendido a un paso de incinerar toda la actividad.
Si uno revisa distintos hechos que han ocurrido en nuestro balompié, sobre todo en los equipos grandes, da cuenta de una serie de hechos incomprensibles o directamente sospechosos. En la U, por ejemplo, hace unos días trascendió que Azul Azul había pagado 1.6 millones de dólares a Huachipato por el 50% de los pases de Ismael Poblete e Ignacio Tapia. Un disparate que no se sustenta en el rendimiento que ambos habían tenido la temporada anterior, donde descendieron en la cancha. Ahora, ante la bufonesca partida de Hernán Galíndez, fichan sin dilación al golero suplente del propio Huachipato, Martín Parra. Mismo club, mismo representante de los tres, Fernando Felicevich, negocio redondo, pero no para el club azul ¿Alguien puede argumentar un criterio técnico para estas onerosas decisiones?
Lo de Colo Colo también raya en el absurdo. Cada vez que se produce una baja, lesión o transferencia, Gustavo Quinteros exige una incorporación, la misma que siempre es sugerida por el propio entrenador. Omar Carabalí tuvo un mal debut con River, y quiso meter a Mauricio Viana. Lo pararon. Javier Parraguez no daba el ancho, y trajo a Christian Santos, seis meses sin jugar en la segunda alemana. El resultado en la cancha fue desolador. Se lesionó Emiliano Amor y ya tenía un par de centrales en carpeta. Como no trajo a Cristián Zavala, apenas lo puso y ahora metió Agustín Bouzat, con todas las oportunidades apenas pisó el Monumental. Guinda de la torta, Juan Ignacio Méndez, a quien pidió por la lesión de César Fuentes ¿Qué pasa con Quinteros? Es insaciable, mete y mete jugadores mientras los cadetes albos, que ya quisieran el 90% de los clubes chilenos, tienen que irse a jugar a Quilín. Después de ser goleado por River, Fortaleza e Inter. Alguien en el club tiene que rayarle la cancha al entrenador. Es un despropósito total lo que está haciendo.
¿Y Católica? Demolida por la velocidad, la intensidad y la potencia de Sao Paulo muchos hinchas cruzados deben estar pensando si el modelo de representante casi exclusivo, el mismo de la U, puede eternizarse sin correcciones. Lucas Melano, Yamil Asad, Nehuén Paz… tres jugadores argentinos, tres sueldos muy altos y los tres de bajísimo rendimiento ¿Quién los evaluó? ¿Cuál es el criterio técnico acá? La gerencia debería ser más prolija y exigente. No se puede fallar tres de tres. Acá hay algo que no cuadra.
Si Colo Colo y Universidad Católica se comen bailes con los brasileños y la U tiene como objetivo principal no pasar sustos, hay razones para preocuparse en serio sobre el fútbol chileno. Y la explicación está a la vista, no hay que ser un erudito para darse cuenta: a la hora de conformar planteles, los criterios distan mucho de ser deportivos.