Capitanía lejana y sin oro, la remota “Gobernación de Chile” no era más que un apéndice en el vasto imperio español, el mismo donde nunca se escondía el sol. El último gobernador español, el militar catalán Casimiro Marcó del Pont, sufrió la maledicencia de los naturales, quienes le atribuyeron la infamia de la cobardía, el amaneramiento y la estupidez. Él, que había sido un competente y valeroso oficial en la resistencia española a la invasión de francesa, condecorado por Napoleón, el enemigo, y alabado por José de Palafox, héroe del sitio de Zaragoza y nada menos que José de San Martín, el santo patrono de la independencia argentina y chilena. Los pecados de Marcó del Pont fueron la educación, la higiene y moverse en una calesa con vidrios, algo nunca visto en Chile. Los vidrios, no la calesa.
Apresado por el Ejército Libertador mientras huía luego de la batalla de Chacabuco, Marcó del Pont terminó sus días en una oscura cárcel de la localidad argentina de Comechingones, nombre inquietante si los hay. Desde la desgracia del militar catalán, y con varios intentos de reconquista de sus colonias que fracasaron, los gobernadores, virreyes y conquistadores españoles han naufragado en el fango estéril de América. Marcados por el subconsciente que no se rinde a doscientos años de emancipación, no es infrecuente que lancen invectivas a sus antiguos dominios, con el afán de guiar los destinos de los criollos emancipados, pero nunca civilizados. Hemos visto, como ejemplo introductorio, como en los últimos dos meses, por la derecha y por la izquierda, connotados políticos españoles han sermoneado no sólo el proceso constituyente, sino que la escena política chilena en su totalidad. Como si la actualidad de España diera para dar clases de algo.
El jueves, con sorpresa, desde la dirección técnica nacional, es decir, Francisco Cagigao y sus circunstancias, se publicó en la página de la ANFP una nota a propósito de la última convocatoria de la selección chilena a la Copa Kirin. La extensión del texto, casi 1.500 palabras, lo acercan más al mamotreto que al comunicado de prensa. Leído, con esfuerzo, nos vemos ante una explosión al borde de la histeria de un hombre superado por la realidad. Cagigao, como los antiguos gobernadores españoles y los nuevos políticos españoles, nos quieren poner la yunta y guiar con una vara.
Le molesta al ex scouting que se le relacione con intermediario de jugadores, a pesar de que llegó a la selección de la mano de un intermediario de jugadores, Cristián Ogalde; le molesta que se dude de la convocatoria que él hizo con la anuencia de Patricio Ormazábal, el cual, luego de leer lo iracundo de su comunicado, uno duda de cuánta influencia tuvo además de mover la cabeza afirmativamente ante nombres incomprensibles cuyo único factor común sea pertenecer a la empresa Vibra; le molesta que su trabajo en Juan Pinto Durán, su propia capitanía que gobierna a los gritos, sea cuestionado a pesar de que no exhibe un éxito digno de notar y cuando tuvo que mover sus influencias y mostrar su habilidad, no fue capaz de traer a Ben Brereton desde la Championship para jugar eliminatorias, mientras que argentinos y colombianos sí lo conseguían en la más exigente y rígida Premier League.
En su enrevesado e insensato comunicado lo único que queda claro es que Francis Cagiago está enojado y no acepta que su labor en la selección sea cuestionada fuera de los límites que él mismo determina, cito textual: “La prensa o cualquier individuo es libre para opinar, especular o insinuar lo que quiera, siempre que esté dentro de los márgenes del respeto, que a veces se pierde, y de la legalidad que, según casos, está por determinar”. Qué quiere que le diga Francis, ojalá hubiera sido tan choro y agresivo con los dirigentes del Watford y el Blackburn cuando la Selección lo necesitaba. Ahí había que ser parado en las hilachas, no en la pobre capitanía del fin del mundo donde cualquier extranjero con labia se pasea.