La columna de Guarello: La cabeza azul
"El rendimiento decreciente en la cancha tiene una correlación estadística con los nuevos administradores y en los clásicos contra Colo Colo esto ha sido evidente a nivel catastrófico".
Limpiando los lugares comunes tipo “en un clásico no hay favoritos” y teniendo muy claro los distintos momentos que viven ambos clubes, 18 puntos de diferencia en la tabla que no son producto del azar, el desafío de Universidad de Chile frente a Colo Colo el domingo en Talca es enorme. No sólo porque los albos son líderes y principales candidatos al título, o porque la U paga caro el armado de plantel con base en cualquier cosa menos ser competitiva, sino por el abismo mental que separa un equipo del otro.
Si fuera apenas el duelo entre un equipo que lidera pero que sufre cuando los rivales se cierran bien en el fondo y le tapan las bandas, contra otro frágil, aquejado de lesiones, dando botes de la mitad para abajo de la tabla, pero que si ordena bien defensivamente y mete un par de contras da pelea, el análisis indicaría un desafío complicado para Colo Colo. Contra Audax y Huachipato los albos trabajaron duro para llevarse el triunfo en los minutos finales, y con polémica en el caso del partido con los floridanos. Diríamos, bastaría que Diego López planteara un esquema para aguantar, poner dos líneas de cuatro bien aplicadas y aprovechara el buen momento de Osorio y, por ahí, se sale con la suya.
¿Dónde está la letra chica? En que Audax y Huachipato jugaron con la cabeza limpia, sin grandes presiones ni ansiedad, completamente enfocados en amargarle la noche al equipo de Gustavo Quinteros. Y estuvieron cerca de hacerlo. El problema de la U es que la cabeza no está limpia ni enfocada. Ha sido la constante desde que Cristián Aubert y luego Michael Clark desembarcaron en el club. El rendimiento decreciente en la cancha tiene una correlación estadística con los nuevos administradores y en los clásicos contra Colo Colo esto ha sido evidente a nivel catastrófico.
Se puede argumentar que la mala racha de la U contra Colo Colo lleva una década. Que no es tema de tal o cual gerente o presidente. Si nos quedamos en los números, la réplica se sostiene. Pero si vemos lo acontecido en la cancha en los dos últimos clásicos, 3-1 en Rancagua el 26 de septiembre del 2021 y 4-1 en el Monumental el 6 de marzo de este año, queda claro que el asunto excedió una mala racha o una paternidad. La U no jugó. Vimos once fantasmas, sobre todo en los primeros tiempos. Fue como si el equipo azul entrara a la cancha paralizado, habiendo olvidado todo lo que sabían, sin voluntad de luchar, ni convicción en sus posibilidades, resignados a la derrota. Una cosa es que haya diferencias en el rendimiento y el plantel, otra muy distinta es perder el partido antes de jugarlo. Y en ambos casos, eso le pasó a la U.
¿Por qué ocurrió esto? Es difícil saberlo. Pero fue explícita la falta de confianza del cuadro azul. Los clásicos son duros y sufridos, es parte de su encanto, pero no tienen que ser un martirologio. El domingo en Talca Diego López tiene la tarea de atenuar el abismo que existe en la tabla y las diferencias notables en cuanto a la riqueza del plantel, y eso que Quinteros se queja, pero mucho más importante que lo anterior es enfocar y convencer a sus jugadores de que pueden competir y hasta ganar. Si la U persiste en el pánico escénico paralizante, como se vio en los últimos duelos, no hay esquema ni pizarra que valga. Al menos hay un piso desde donde construir: peor que la primera media hora en el Monumental en marzo no pueden jugar. Difícil repetir algo tan oscuro.