En el medio de la polémica por la administración errática y la venta oscura de la propiedad, cumpliendo otra mala campaña que la tiene coqueteando con el descenso, con varios integrantes del plantel cuestionados y un entrenador necesitado de sumar como sea para llegar a final de año, Universidad de Chile puede realizar el mayor traspaso del fútbol chileno en más de una década.
En nuestro balompié han sobrado magos y joyas en los últimos años. El origen de estos apodos ditirámbicos y casi siempre excesivos no se puede precisar del todo. Algún relato, el título de una nota, el apodo del camarín, un entrenador llevado por el entusiasmo frente al micrófono. La historia se encargará de establecer el verdadero brillo de la joya o la cantidad de trucos del mago. La primera regla es conocida: prudencia.
Darío Osorio es bueno. Pero de verdad. Aguanta bien la pelota, sabe girar, tiene potencia, técnica y le pega de manera extraordinaria al balón en movimiento. Además, es atrevido, debutó contra Colo Colo y la embocó. No le pesa la camiseta. Tiene buen físico, mide más de 1.80 metro, y con el apoyo y trabajo adecuado puede sacar todo su potencial. El dato más relevante es que apenas tiene 18 años. Si la U no está de cabeza en la zona de descenso tiene mucho que ver lo obrado por este muchacho a quien recomendó Rubén Farfán cuando cursaba sexto básico en Hijuelas.
En la dinámica brutal del fútbol contemporáneo es un hecho que le quedan pocos meses en el CDA. Acaso pocos días. El Wolverhampton de la Premier League, apremiado por la falta de goles y en la parte baja de la tabla, tiene un emisario en Santiago, Matthew Hobbs, con la tarea de fichar al joven zurdo. Se habla de diez millones de dólares nada menos. Una cifra que no veíamos desde la época del nacimiento de la generación dorada. Si la oferta es esa, imposible que Azul Azul y su representante, Sergio Gioino, puedan resistirse.
Entonces vendrá lo complejo: jugar en la Premier League. Por condiciones Osorio tiene el potencial para entrar. Digo el potencial, porque el salto de exigencia es tan grande, que el desafío para un muchacho que hace pocos meses jugaba en Quilín supera con largueza el talento. La Premier, como la mayoría de las ligas más importantes, tiene la amenaza permanente de hacerte desaparecer. Si no se rinde de entrada, los jugadores comienzan a ser relegados a la banca, luego a la tribuna, tal vez al equipo Primavera y no es raro que a media temporada los manden a cualquier lado. Y, de repente, esa estrella ascendente se transforma en un satélite opaco perdido en el ascenso español o en la liga croata.
Siempre es bueno un paso intermedio, como jugar en un equipo grande argentino, caso Gary Medel o Alexis Sánchez, pero a veces, como ocurrió con Arturo Vidal, el jugador está en condiciones de responder de inmediato a una exigencia tan alta como la Bundesliga. Es imposible saberlo. Vuelvo a un párrafo anterior: prudencia. Ojalá Darío Osorio tenga la capacidad física y mental de ganarse un lugar en un equipo donde no hay tiempo para esperar. Que no se diluya en la suplencia como le ocurrió a Luis Rojas en Italia o a Carlos Palacios en Brasil. El fútbol chileno necesita consolidar el nuevo talento. Con suma urgencia.