La columna de Guarello: La semana de las semanas
"Qué quieren que les diga, hay que ser muy bolas tristes para negarse a salir en un libro donde te homenajean los escolares de tu país ¿O Fefe pidió mucha plata por autorizar tres dibujitos?".
Jorge Luis Borges en su relato Tlön, Uqbar, Orbis Tertius decía: En una noche del Islam que se llama la Noche de las Noches se abren de par en par las secretas puertas del cielo y es más dulce el agua en los cántaros. Para la ANFP esta última semana fue la semana de las semanas, no porque se abrieran puertas celestiales o cambiara el dulzor en los cántaros, con suerte de la piscola, sino por la cadena de hechos lamentables que ha protagonizado nuestro fútbol el que, con el sábado y domingo por delante, todavía nos puede dar alguna zozobra.
Dejemos el lunes en paz y entremos directo al lamentable empate con Qatar el día martes en Viena. Un equipo muy discreto técnicamente, cuya totalidad de sus jugadores participa en la inubicable liga catarí, le empata dos a dos a la selección chilena la cual, después de seis partidos, logra anotar goles. Sólo por velocidad los asiáticos se llevaban puestos a los nuestros. Luego, pese a que se jugó mal contra un rival de tercera línea a nivel mundial, el entrenador Eduardo Berizzo habló de “mejora” y “rebeldía”. Y los dorados, era que no, seguían mirando para atrás creyendo que, mágicamente, podrían volver a jugar como hace siete u ocho años. A tal grado, que Alexis Sánchez señaló que extrañaba a Mark González, cuya última participación con la Roja fueron dos minutos en la Copa Centenario frente a Colombia el 22 de junio del 2016. Sin capacidad para evolucionar más allá de la Generación Dorada, seguir alargando las cosas artificialmente ha pasado del voluntarismo a la superstición y de la superstición al vicio.
El miércoles le tocó a la Copa Chile y el bengalazo sobre la humanidad del pobre Martín Parra. Caro pagó el fútbol chileno la leguleyada de los dirigentes de Universidad Católica que pusieron una orden de no innovar para que la suspensión de sus hinchas, luego de los graves incidentes contra Audax Italiano el 20 de Agosto, se aplazara lo suficiente para jugar la revancha con público frente a la U. Tanta era la desesperación por pasar la llave. Un penal regalado no calmó a los “luchadores sociales”, según dicen algunos sociólogos, y dispararon fuegos artificiales apuntando directamente a Parra. Gran idea pedir la orden de no innovar.
El jueves tuvimos dos lindos episodios. Temprano, el directorio de la Federación de Fútbol de Chile, organizador de la Copa Chile, decidió jugar el tiempo restante del partido de Universidad Católica contra la U, pese a que un jugador había resultado con una importante lesión acústica. El castigo, de haberlo, será el mismo que iban a tener por la invasión del campo contra Audax. Es decir, a la UC le salió casi gratis lo de Valparaíso.
En la tarde supimos de un episodio que retrata niveles de pequeñez y miseria pocas veces vista: el libro escrito por Marcelo Simonetti e ilustrado por Fabián Rivas, Héroes y Leyendas del deporte chileno, encargado por el Ministerio de Educación para todos los escolares de Chile, donde hay biografías y dibujos de los más grandes deportistas que ha tenido nuestro país, debió prescindir de Alexis Sánchez, Gary Medel y Arturo Vidal. La razón la ponen los autores en las mismas páginas del texto escolar: “A través de su común representante no aceptaron aparecer ilustrados”. El representante común es Fernando Felicevich. Qué quieren que les diga, hay que ser muy bolas tristes para negarse a salir en un libro donde te homenajean los escolares de tu país ¿O Fefe pidió mucha plata por autorizar tres dibujitos? Si los autores se tomaron el tiempo de manchar las páginas de su obra con una aclaración, debió ser muy desagradable el episodio con el “representante común”. Una vergüenza con letras de neón.
Viernes a todo trapo: arengazo de la Garra Blanca en el Monumental. Más de cien “luchadores sociales” se subieron al techo de la tribuna Cordillera hasta derrumbar toda la estructura. Varios heridos ruedan por las gradas. De suerte no hubo muertos. En Chile las barras bravas destruyen su propio estadio y por poco no suspenden el partido donde su propio equipo puede salir campeón. Eso sí que es rizar el rizo.