Cuando el abogado Eduardo Carlezzo dio la conferencia de prensa en Quilín el martes pasado quedó establecido, para los que saben un poco de procedimientos y formas legales, que la demanda de Chile contra Ecuador en la FIFA estaba perdida. Lo que hizo Carlezzo fue un manotazo de ahogado postrero, sin valor en la causa, intentando ganar ante la opinión pública lo que en Zurich parecía irremediablemente perdido. No es una conducta habitual de los abogados, menos de los que están confiados de que pueden ganar; lo lógico es esperar el fallo y luego comentarlo y, tal vez, apelarlo.
El comité de disciplina de la FIFA rechazó la acusación contra Ecuador en su totalidad, no dejando grieta alguna para la apelación. Los fundamentos del fallo no los conocemos y son, de forma evidente, muy interesantes para analizar. Lo que sabemos es que Byron Castillo lleva alternando en diferentes selecciones ecuatorianas desde el 2015, sin que jamás se haya acreditado su nacionalidad. Por lo mismo, fue seleccionado Sub 17, pero no Sub 20, fue sacado del Mundial Sub 17 de Chile y debutó muy avanzada la última eliminatoria ante el temor de los dirigentes porque la irregularidad fuera detectada y sancionada. En Ecuador han cambiado el origen de Castillo media docena de veces, alguna de esas versiones, inverosímiles: un alcance de nombre, que nació en Las Playas cerca de Guayaquil, que el que nació en Colombia es un hermano fallecido, que el que nació en Colombia es un hermano secuestrado por las FARC… En definitiva, muchos disparates para ocultar un hecho cierto: Castillo es colombiano y la laxitud y poca seriedad de las estructuras del fútbol ecuatoriano nunca se dieron el trabajo de regularizarlo con una simple carta de nacionalización. Claro, hacerlo significaba admitir que había sido seleccionado Sub 17 de forma antirreglamentaria y pasado de edad.
Empero, aún con argumentos sólidos, la FIFA no se iba a meter en un berenjenal de sacar a Ecuador del Mundial con los grupos ya sorteados. Tampoco quisieron una solución intermedia: multa, sanción a Castillo, castigo para la próxima eliminatoria entre otras. Porque, de hacerlo, le dejaban una ventana a la apelación de Chile. Y en Zurich querían matar bien muerto el tema esta semana y concentrarse en los repechajes que faltan para luego jugar el Mundial de Catar sin cuecas pendientes.
Dicho esto, creo que el argumento más sólido para rechazar la apelación de Chile es que en la cancha, con Castillo o sin Castillo, Ecuador fue claramente superior a nuestra selección y obtuvo su clasificación basado en el buen juego y una gran segunda rueda. Que no parecía lógico que una selección, después de arrastrarse en la eliminatoria, saltara del séptimo al cuarto lugar por una simple acta de nacimiento. La FIFA actúa mal al dejar impune la grave irregularidad ecuatoriana y debería tener algún castigo o, al menos, alguna explicación para no darle jurisprudencia a nuevos Byron Castillo. Pero Chile actuó peor en la cancha, haciendo una serie paupérrima, siendo superado por Ecuador en Santiago sin apelación y desaprovechando una gran oportunidad de ganarle en Quito al jugar un tiempo completo con un hombre de ventaja. Ojalá en ese partido el equipo hubiera tenido el ímpetu y la ambición que mostró nuestro fútbol yendo a pelear los puntos por secretaría.
Después de lo visto en Japón contra Túnez, lo lógico es trabajar en la compleja reconstrucción de la selección chilena antes de ir a apelar sin más destino que una nueva derrota. Lo único que se podría conseguir, y esto en el TAS, sería una compensación económica. Si es que… Al Mundial de Qatar nunca merecimos ir. Menos de esta forma.