Lo que parecía ser una ordinaria pelea entre intermediarios por el pase de un jugador, algo que en el fútbol chileno es cotidiano, se terminó convirtiendo en un problema de tal envergadura, que puede traer graves consecuencias para la Federación Ecuatoriana de Fútbol, meter a Chile en Qatar 2022 por el ventanuco de la pieza de servicio y provocar un lío reglamentario inédito a nivel FIFA. El 26 de abril pasado, a las siete de la mañana, en la ANFP se supo del juicio que llevaba el abogado ecuatoriano Luigi García Cano contra el seleccionado y lateral del Barcelona Byron Castillo. La controversia sobre su verdadera fecha y país de nacimiento llevaba varios años y, en apariencia, era un asunto sentenciado. Pero García Cano, papeles en mano, sostenía que Castillo había nacido en Colombia, que su edad era 26 y no 23 años como decía en los documentos de la FEF y que, por lo tanto, su acta de nacimiento era falsa.
En medio de la peor borrasca en la historia del fútbol chileno, donde la actividad hace agua por todos lados, apareció una cuerda de la cual sostenerse. Si Castillo era en verdad colombiano y su federación había falsificado su certificado de nacimiento, Ecuador había incurrido en una falta gravísima ante el reglamento de la FIFA y la ANFP estaba en condiciones de reclamar los seis puntos disputados con ellos en las últimas eliminatorias. Como Chile había perdido cinco de seis con el equipo dirigido por Gustavo Alfaro, de inmediato sumaría esos cinco en la tabla, a la vez que Ecuador perdería cuatro al menos. Pasando la Roja del séptimo lugar con 19 unidades, al cuarto con 24; mientras que los ecuatorianos descenderían del cuarto puesto con 26, al séptimo con 21. Una locura total, una movida rocambolesca impensable, con perfiles de noticia falsa y confusión o alcance de nombres.
La ANFP consultó con el destacado abogado brasileño Eduardo Carlezzo, que ya había sido exitoso en la eliminatoria anterior con el caso de Bolivia y Nelson Cabrera, si había mérito y valía la pena poner una denuncia en la FIFA. Carlezzo les advirtió: “Si no tiene sustento, no les voy hacer perder el tiempo”. Estudio a fondo todos los antecedentes y concluyó que lo de Castillo era grave, mucho más de lo trascendido en un principio, señalando en una nota aparecida el jueves en el New York Times: “El nivel, en cantidad y calidad, de información nos sorprendió incluso a nosotros”. Es decir, las pruebas en contra de la FEF y Castillo serían contundentes. El tándem Carlezzo-ANFP pondrá la denuncia en Zurich pidiendo los seis puntos, los seis goles y el cuarto lugar en las eliminatorias con su consiguiente clasificación. Porque, además, estando pendiente el duelo entre Brasil y Argentina suspendido desde el 5 de septiembre del 2021 y que recién se disputará el 22 de septiembre del 2022, la fase eliminatoria de la Conmebol “técnicamente” no está cerrada.
Un caso inédito, confuso, que no puede ser comparado con los miles de escándalos que han remecido la FIFA en sus casi 120 años de existencia. No hay claridad de cómo resolverá el comité disciplinario del organismo, pero es previsible una dura sanción contra Ecuador y Castillo, pero no la entrega de puntos y la clasificación de Chile. La pelota puede rebotar para cualquier parte. Lo que está claro es que nuestra selección no hizo los méritos en la cancha para ir a Qatar, que el proceso y desenlace fueron tan bajos, que hoy los “referentes” no quieren ver ni dibujado a Martín Lasarte después de una entrevista que dio en Espn. Por fútbol, la Roja ni se asomó al Mundial, no lo merece. Una compleja leguleyada podría torcer esto. De concretarse, habría que llamar a un técnico de urgencia y “parar” una selección de cualquier forma e ir a jugar contra Qatar, Países Bajos y Senegal en la fase de grupos. Entrar por el ventanuco sucio que da al patio de luz no es un mérito, es un azar, por lo mismo debería primar la humildad, el compromiso en la cancha y no en las redes y, por favor, terminar de una vez por todas con la cantinela del “último baile”.