La confusión del Balón de Oro
Gabriel Hanot ha sido uno de los hombres más relevantes en la historia del fútbol y, sin embargo, muy poco se habla de él. Hanot fue un futbolista francés que luego de retirarse a raíz de un accidente en avión, se convirtió en editor del diario L'Equipe y también en entrenador, llegando incluso a dirigir a la selección francesa al mismo tiempo que ejercía su labor de prensa. Su ética para separar ambos roles llegó al punto que, luego de una serie de pésimos resultados en el camino al Mundial de Brasil de 1950, exigió enfurecido en el diario su propio despido. Eso sí, nadie sabía quién escribía.
En aquellos años, el fútbol era una actividad en pleno desarrollo, con todo por crear, y Hanot lo sabía. Su fuerte carácter y pasión por el balompié lo convirtieron, por ejemplo, en el promotor del fútbol profesional en Francia y -sí, se van a sorprender- en el padre de la Copa de Europa (hoy Champions League) y el premio del Balón de Oro que comenzó a entregarse en 1956, organizado por la revista France Football. La idea de Hanot fue reconocer con este galardón al mejor futbolista del año. No al mejor per se. Gran diferencia. Sin embargo, en el último tiempo tengo la impresión de que estos dos conceptos se han confundido, tanto en algunos de los votantes como en los hinchas y periodistas que reclaman cuando el premio no va al que consideran más habilidoso, aunque no haya tenido un buen año.
Desde la explosión de las redes sociales, es difícil que haya una edición que no se vuelva polémica justamente por lo anterior. Quizás el Balón de Oro más simbólico de este criterio mal entendido, fue el que ganó Lionel Messi en 2010 en desmedro de Andrés Iniesta, que ese año no sólo había ganado lo mismo con Barcelona que sus compañeros de terna (el tercero era Xavi Hernández), sino que había desplegado todo su fútbol mágico con España en el Mundial de Sudáfrica, marcando el único gol de la final frente a Holanda para darle la primera Copa del Mundo a su país. Un año más redondo que aquel, imposible. Y, sin embargo, el premio fue para quien compartía los títulos de club ese año, pero que en tierras africanas había pasado sin pena ni gloria.
Que este año haya ganado Luka Modric es, sobre todo, refrescante para salir de la polaridad Messi-Cristiano. La heroica campaña de Croacia en Rusia pasó directamente por su talento y liderazgo. Pero el reclamo de la prensa y los fans fue que Messi había terminado en quinto lugar, aún con su pésimo Mundial. Antoine Griezmann, con más razón, se quejó porque no fue suficiente que ganara la Europa League, Súpercopa de Europa y el Mundial. Sin embargo, en estos premios también se da un fenómeno tipo marea: Modric ya había recibido el Botín de Oro en Rusia, el premio UEFA a Mejor de Europa y The Best de FIFA. Así era muy difícil que el Balón de Oro no fuera arrastrado también a su orilla. Sí, puede ser muy debatible, pero al final todos sabemos que el Balón de Oro no define toda la realidad. Y nadie se atrevería a decir que quien no lo ganó es un perdedor.
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