Ricardo Gareca fue una atacante fuerte y potente. Rápido, instintivo y buen definidor. Un goleador de área, quien brilló en los años ochenta, pero cuya gran deuda fue la selección de Argentina, la misma que enfrenta este jueves, como seleccionador de la Roja.
Cuando el Tigre tuvo su mejor momento, quedó en el camino, justo en el corte para las versiones de la Copa del Mundo, la de España 1982 y la de México 1986, cuando la Albiceleste levantó su segundo título planetario.
Sus primeros coqueteos con su escuadra nacional fueron en el equipo juvenil que asistió al tradicional torneo Esperanzas de Toulón, en la versión de 1979, aunque solo como un actor secundario.
El exdelantero debutó en el primer equipo de Boca Juniors, el club que lo formó futbolísticamente, en 1978. Sin embargo, le costó afirmarse con la escuadra estelar de los xeneizes.
Eso, hasta que en 1981 se fue a cedido a Sarmiento de Junín, situación que marcó su carrera. Tras seis meses en el interior, regresó para insertarse en el equipo y consiguió su primera convocatoria a la adulta.
“(César Luis) Menotti buscaba delanteros y me convocó en octubre del ‘81 para unos amistosos, en la recta final rumbo al Mundial de España. Había un muy buen grupo, estaban casi todos los campeones del ‘78 y me sentí muy cómodo. Quedaban pocos meses y era como una prueba sin mucho margen de error y debo reconocer que no anduve bien y no pude aprovechar la oportunidad. Eran dos amistosos en cancha de River. El primero contra Polonia, en el que perdimos 2-1 y fui titular, pero para el segundo, contra Checoslovaquia, estuve en el banco”, aseguró el exjugador a ESPN para explicar su ausencia en la Copa del Mundo del ‘82.
Nuevo proceso
Tras el fracaso en el torneo ibérico, donde la Albiceleste quedó eliminada en la segunda ronda, el cuadro nacional entró en un caos con la partida de jugadores como Mario Kempes y Ramón Díaz. En medio de esa crisis, la espigada figura de Gareca comenzó a destacarse.
En marzo de 1983, el nuevo DT Carlos Salvador Bilardo entregó la primera nómina, la que tenía al Tigre como uno de los 18 futbolistas elegidos rumbo a la Copa del Mundo de 1986.
“Desde el inicio vimos que Carlos era un obsesivo en varios aspectos, sobre todo con los videos, porque era capaz de llamarte para hacértelos ver a cualquier hora. También en el trabajo de campo, donde podrías estar haciendo 200 saques laterales seguidos. No me tocó compartir muchas cosas con el Bilardo más pintoresco, el de las anécdotas, sino el de una etapa angustiante, en los inicios, cuando las críticas eran terribles. Recuerdo muy bien el primer partido del ciclo que fue contra Chile en Santiago, donde empatamos 2 a 2 y tuve la suerte de convertir el segundo gol”, relató el ahora DT de la Roja.
Ese año, el atacante quien todavía pertenecía a Boca, escribió uno de sus capítulos más notables con la selección de su país. Brasil se había vuelto una maldición para Argentina, que logró vencer a su archirrival en la cancha de River con una conquista del Tigre.
“Fue uno de los momentos más importantes de mi carrera, quizás el acontecimiento más alto en mi etapa con la Selección. Había mucha expectativa, no solo por lo que encierra el clásico, sino por la cantidad de tiempo que llevaba Argentina sin poder ganarle. Desde que salimos a la cancha, la vi muy enchufada a la gente. En el plantel, sentíamos algo similar. El partido estaba empatado y Burruchaga me dio un pase perfecto hacia el punto del penal, cuando enfrenté al arquero, le definí arriba y con ese gol ganamos 1 a 0″, narró años más tarde el ariete.
El año 1984 marcó un periodo de cambios para el atacante, los mismos que coincidieron en el peor momento de Boca Juniors en el plano institucional. A final de temporada, Gareca y Óscar Ruggeri decidieron dejar La Ribera para firmar en la tienda contraria: River Plate.
Sin Mundial
A pesar de los problemas, Bilardo aún confiaba en el Tigre para las Eliminatorias. Nuevamente, el jugador no pudo conseguir sus mejores actuaciones.
“El debut contra Venezuela de visitantes fue muy parejo, ganamos 3 a 2 y yo no tuve un buen partido. Para la semana siguiente contra Colombia, Carlos tomó la decisión de sacarme. Tuvimos una charla, en la que él me dio las explicaciones, hablándome bien, pero debo reconocer que mi reacción no fue la mejor, porque se mezcló mi temperamento y la ilusión que tenía en ese momento. Para ese encuentro, ni siquiera fui al banco”, afirmó Gareca.
Sin embargo, el destino puso la clasificación en los pies del delantero, quien fue clave para que Argentina asistiera a la Copa del Mundo que meses más tarde levantaría en México.
“La clasificación comenzó a complicarse. Llegamos al último cruce de la Eliminatoria, contra Perú en cancha de River, donde nos alcanzaba con el empate. Al promediar el segundo tempo, perdíamos 2 a 1 y la gente empezó a pedirme. Siempre fui y soy un tipo de fe y estaba convencido de que iba a hacer un gol. Me llamó para ingresar y me dijo unas palabras que nunca voy a olvidar, pero que me las voy a guardar por siempre para mí. Jamás lo diré”, advirtió el Flaco.
Y agregó que “faltaba muy poco para terminar. Llegó ese centro de Burruchaga que Passarella bajó con el pecho, la cruzó derecha y la pelota pegó en el palo, quedando sobre la línea y la empujé. Como Daniel hizo un partido bárbaro y fue el emblema de esa tarde, muchos se lo quisieron dar a él, pero el autor fui yo”.
Tampoco pasó el corte. El Narigón se decidió más por jugadores de Argentinos Juniors y River Plate, los campeones de las Copa Libertadores de 1985 y 1986, respectivamente. Es más, Claudio Borghi fue uno de los que ocupó una de esas plazas.
Cuando Argentina ganó el título, el Flaco sintió alegría por sus viejos compañeros, pero con un dejo de amargura. Acusó a Bilardo de haber recibido presiones, aunque después se arrepintió. No lo consolaron ni las palabras de Passarella, quien lo llamó por teléfono tras conseguir el título: “Ricardo, este título también es tuyo”.
En 1989, Gareca decide dejar América de Cali en Colombia y se marchó a Buenos Aires para firmar con Vélez Sarsfield. En ese entonces dijo a El Gráfico: “vine al país para estar cerca de la selección. Bilardo me conoce. Quizá pueda ir a Italia 90″. Pero el barco no volvió a pasar.