Había varias motivaciones para ver la carrera de Martina Weil. La primera, deportiva. La atleta era una carta concreta para darle la octava medalla de oro al Team Chile en los Juegos Panamericanos. Lo había ratificado en las series previas, cuando aún podía reservarse parte de su potencial. Ahora, con la obligación de volcar todo lo que tenía a la pista, efectivamente lo hizo: una salida sólida y un ritmo permanente que se prolongó hasta que cruzó la meta le permitió alcanzar el primer puesto y volver a inscribir el apellido familiar en la historia del deporte nacional.
La segunda motivación no estaba en la pista, sino en el televisor. Uno de los encargados de comentar la competencia a través de TVN era Gert Weil, una leyenda del atletismo nacional y, además, el padre de la corredora. El nerviosismo se prolongó por varias horas, considerando que todo el país esperaba lo que podía pasar sobre el recortán del Estadio Nacional. Papá Gert no sería la excepción, aunque procuró siempre mantener la compostura.
Emoción controlada
A Weil padre se le pasaron ideas por la cabeza probablemente con la misma velocidad con que Weil hija dejaba atrás cada centímetro de la pista. Algunas, las alcanzó a expresar cuando Martina traspuso la meta. “Planteó la carrera con una madurez increíble”, dijo, en primera instancia, valorando la disposición con que la representante del Team Chile se deshizo de la presión ambiental y se enfocó en responder de la mejor manera posible.
También aludió al registro que consiguió Martina. “No hizo una gran marca, por las condiciones de la pista”, sostuvo. La consideración no es excusa, sino una razón eminentemente técnica. La lluvia impidió que los atletas desplegaran sus mejores condiciones en toda la jornada. En esas condiciones, tuvieron que apelar al oficio para salir airosos. Weil lo hizo mejor que todas las atletas contra las que compitió.
La última alusión fue, en efecto, una comparación que resume la inspiración de una familia acostumbrada al éxito deportivo. “Superó a la mamá, que fue plata”, dijo en relación a los segundos puestos que la colombiana Ximena Restrepo sumó en los Juegos Panamericanos que se realizaron en La Habana en 1991 en 200 y 400 metros. Entre ambos hubo un emotivo abrazo.
A Martina, en todo caso, le queda un objetivo más para ponerse a la altura de la matriarca del clan: Restrepo fue medallista de bronce en los Juegos Olímpicos de Barcelona, en 1992, en la misma distancia en la que ahora ve brillar a su hija.