Lo primero que hay que aclarar es que el protagonista de esta historia no tiene parentesco alguno con Isiah Thomas. Aunque no fueron pocos los que al inicio de la carrera de Isaiah Thomas, hoy flamante jugador de los Boston Celtics, lo asociaron sanguíneamente con el mítico base de los Detroit Pistons, bicampeón de la NBA a fines de los 80 y enemigo número uno de Michael Jordan. Aunque la historia de ambos sí está en parte entrelazada, más por el azar que por un vínculo familiar.
La historia se remonta a 1989, cuando el padre de Isaiah, un reconocido fanático de los Lakers, no encontró nada mejor que apostar el nombre del hijo que venía en camino. Tan seguro estaba del éxito de Los Ángeles en la final de la NBA de aquella temporada, que no encontró nada mejor que asegurarle a sus amigos que en caso de una derrota no iba a tener problemas en llamarlo como el base de los Pistons. El 4-0 que le propinó Detroit a los laguneros lo obligó a bautizarlo a semejanza de Isiah Thomas, aunque su mujer logró incluirle una letra al nombre original para darle una connotación religiosa.
Su baja estatura, se empina sólo por sobre 1.75 metros, hizo aún más inevitable la comparación con el mítico base de los Pistons. No obstante, su carrera estuvo lejos de las luces hasta esta campaña. Más allá de que a nivel universitario logró tener cierto brillo, pocos creían en que sería capaz de dar el salto a la NBA. De hecho, en el Draft de 2011 fue elegido en el último lugar. Chicago Bulls, con la selección número 60, lo reclutó, pero de inmediato lo traspasó a Sacramento Kings, justamente los archienemigos de los Lakers, franquicia a la que abrazó como su padre.
Mister Irrelevant, como se le apoda en la liga a quien es seleccionado en el puesto 60, tenía todo en contra. Ya no sólo su baja estatura para la NBA y la lógica asociación con Isiah Thomas, sino que además debía cargar la mochila de haber sido tomado en el último puesto del Draft y de inmediato traspasado a otra franquicia. Porque el joven angelino jamás debutó oficialmente con los Bulls.
Pero, contra todo pronóstico, el base fue dejando su sello. Tuvo una aceptable temporada como rookie en Sacramento y a medida que pasaban las temporadas, sus números iban creciendo. En 2014 sería traspasado a Phoenix, donde curiosamente fue el único lugar donde no pareció estar cómodo. Pero Boston, apenas cuatro meses después, lo volvería a hacer sentir como en casa. Y allí sí se convirtió en toda una estrella de la NBA.
Primero, saltando desde el banquillo, convirtiéndose para muchos en el mejor sexto hombre de la liga. Ya en su segunda campaña no sólo guió a los Celtics a los playoffs, sino que además se ganó un lugar en el All Star Game de 2016. Ahora, en la actual campaña, sus números lo tienen entreverados con las megaestrellas de la NBA. Anota 27.7 puntos por partidos y es el líder de un equipo que intenta reverdecer laureles. Justo gracias a un hincha de los Lakers y cuyo nombre se lo debe a una vieja gloria de los Pistons, dos de los equipos más odiados por los fanáticos de Boston. El deporte no conoce de lógica.