La eterna bitácora del capitán Sergio Navarro
Sin intervenciones, el lateral izquierdo y dueño de la jineta de la Roja que fue tercera en el Mundial de 1962 le habla al país y, sobre todo, a sus compañeros. Genuinamente, se emociona con el recuerdo.
El Mundial para nosotros fue un premio a un país pobre, que no fue en dinero sino que en satisfacción, en orgullo, en un sentimiento de que nos habían pedido algo que se creía imposible. Tuvimos un entrenador maravilloso, como Fernando Riera. Nos hizo entender las fallas que tenía el fútbol chileno y salimos adelante. Fue un orgullo haber representado a Chile y haber obtenido un tercer lugar en el mundo. Nadie pensaba que íbamos a conseguirlo.
No a mis compañeros, sino al país, le diría que estos fueron unos jugadores maravillosos. Si ven la película, los videos, sabrán qué tipo de fútbol practicaba ese equipo. Sin centros, sin pelotazos, por darle nomás. Jorge Toro estuvo 10 años jugando en Europa. No puede ser mediocre. Jaime Ramírez estuvo en cuatro jugadores españoles y en Racing. Eladio Rojas estuvo en River Plate, uno o dos años, no recuerdo bien. Llegar a este tipo de clubes en esa época, era un sueño. Los equipos europeos no contrataban directamente, tenían que pasar por Argentina, Brasil o Uruguay. Los contrataban desde ahí. Hubo muchos. Eso se debió al éxito de nuestro equipo. Fue como un sueño.
Leonel Sánchez tenía un dicho del que al principio nos reíamos, pero ahora le tomamos el peso. Cuando salió lo de la Generación Dorada, decía ‘son muy buenos, pero para superarnos tienen que llegar a un segundo lugar en un Mundial. Si llegan terceros, nos empatan, recién”. Tenía razón. No se puede valorar a los jugadores en forma individual, porque el fútbol es colectivo. Cuando un jugador cae en un buen plantel siempre va a tener buenos resultados, pero si cae en uno más o menos, como sucedía en Chile en esa época, donde se exigía estudiar y trabajar, los resultados serán distintos. A los que cumplimos con esa norma nos fue bien y ya Chile empezó a tener un poquito de ambición de figurar en las grandes ligas. Ahora los jugadores se dieron cuenta de que haciendo las cosas bien se llega a un lugar de privilegio y de que les sirve para llegar a un estado económico de excepción, que no existe en Chile. Antes no era así. Ser millonario en dólares no es fácil y estos cabros de ahora lo han conseguido porque se sacrificaron, mostraron su capacidad. Y cuando tuvieron la plata, como que aflojaron un poco. Perdieron ese espíritu guerrero que los llevó a la gloria.
Respecto del técnico, yo no tengo dudas. Nómbrenme a uno que haya superado a Fernando Riera. No hay. Cuando llegó don Fernando no había nada. Había ruinas, por el terremoto que sacudió a Chile en 1960. Y poco más. Al fútbol se le quitaron las ayudas económicas. Tuvimos que comenzar en cero. Don Fernando nos hizo comprender que si no luchábamos no íbamos a conseguir nada ni íbamos a llegar a ninguna parte en el fútbol. No siempre gana el mejor, sino el que lucha por ganar y luce sus condiciones. Eso es tan claro como el cielo. Acá nunca lo han entendido. Acá lo primero que hacen de ganar es salir de farra y darle al whisky o al vino. Con don Fernando estuvimos cinco meses concentrados y no pasó absolutamente nada que pudiera ser censurable. Nos portamos como los dioses y recibimos el premio deportivo. Es una satisfacción que nos ha tenido felices por 60 años. Por Dios que es lindo que te entreguen la responsabilidad de defender al país y responder. Enaltece al corazón.
Han sido 60 años que se repartieron en tres partes: mi familia, primero; el fútbol después y mi trabajo, en tercer lugar. Yo trabajaba en la Caja de Accidentes del Trabajo y jubilé ahí. Los partidos del Mundial parece que los hubiera jugador ayer. Los he tenido en el alma, en el corazón, toda la vida. No me los puede quitar nada. Yo mismo me convenzo de que teníamos un gran equipo. Uno no se da cuenta en el momento, pero con el tiempo revisa videos y ve a una selección nacional que no hacía centros, que tenía una táctica que entendimos perfectamente bien, un entrenador maravilloso, como Riera, y tuvimos la disciplina que exigió don Fernando, que era implacable. En esa época había un jugador que, para mí gusto, ha sido el mejor, el Cua Cua Hormazábal. No ha habido un jugador mejor que ese y, sin embargo quedó fuera de la Selección porque no quiso subirse las medias en un entrenamiento. Don Fernando se lo pidió y él le contestó que en Colo Colo jugaba con las medias abajo. “Ándate al camarín y te vas a Colo Colo, porque acá mando yo”, le dijo. Con Enrique fuimos amigos y se arrepentía. “Por Dios que fui tonto, quise hacer un gallito y el hombre fue muy duro. No pensé nunca que me iba a perder un Mundial por hacer una tontera así”, me decía.
El partido frente a Rusia es el que más recuerdo. Era un equipo limpio, muy bueno y el segundo tiempo nos tuvieron arrinconados en nuestra área. No podíamos salir. Ellos venían con ganas, deseos y capacidad para ser campeones. Y no los dejamos. Eso tiene un mérito.
Cada vez que me entrevistan, pongo en la balanza la capacidad de los jugadores que teníamos, que nunca los han valorado como merecen. El Lucho Eyzaguirre es el único jugador en Chile que fue seleccionado del mundo, de una verdadera selección, no para una copita, que enfrentó a Inglaterra al cumplirse los 100 años del fútbol inglés. Los recibieron la reina Isabel y el Papa. El Negro se puede vanagloriar de que compartió equipo con Djalma Santos, con Nilton Santos, con Yashin, con los defensas checos, con Garrincha, Di Stefano, Puskas, Gento, con Pelé. No faltan los imbéciles de ahora que dicen que no eran tan buenos y que le pegaban de puntete, cuando son los astros de toda la historia. Eso no lo puede negar nadie. Salvo los que van contra la corriente.
A ustedes, mis compañeros me gustaría tenerlos frente a frente y bromear como lo hacíamos. Había una unidad tremenda. Lo pasábamos bien. Nos teníamos confianza, cariño. Y ahora da pena pensar en los que están muertos. Estamos quedando siete u ocho y éramos 22 de un gran nivel. Uno lamenta que el resto se haya ido tan joven. El primero que partió fue Honorino Landa con 42 años. Y todos entendieron tan bien la táctica, el estilo, lo que quería don Fernando. Lo practicamos bien, nos salió a la perfección y nos regaló hasta el resto de nuestras vidas ese tercer lugar que aún nos enorgullece.
Me emociono, porque en este rato me he quitado 60 años de encima. En este momento, pienso en volver a jugar aunque ya no podría. Pienso en mis compañeros y me acuerdo en los grandes momentos que viví con ellos. Cómo no voy a acordarme de mis amigos. Eso somos. En esa época éramos rivales, jamás enemigos. El fútbol es un deporte y uno trata de ganar con buenas armas, no a golpes. Nunca me voy a olvidar de ellos, como espero que nunca se olviden de nosotros”.
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