Apenas las ruedas del avión tocan la losa del aeropuerto Chacalluta, Leonel Sánchez sabe que lo peor ya ha pasado. Durante su carrera realizó un sinnúmero de viajes aéreos, pero le sigue aterrando ese medio de transporte. No recuerda cuántos años han pasado desde su última visita a Arica. El motivo fue el mismo que lo trae hoy de regreso: conmemorar un aniversario del partido por cuartos de final entre Chile y la Unión Soviética del Mundial de 1962. Esa vez un canal de TV lo llevó a El Morro, un monumento que recuerda una épica batalla de la Guerra del Pacífico. En esta ocasión, vuelve al escenario de su propia gesta heroica, en el estadio Carlos Dittborn.
Mientras se hace camino al recinto, el ex futbolista de 75 años mira a su alrededor como si lo descubriera todo por primera vez. Todo es nuevo y no existía en la época que el equipo de Fernando Riera llegó a disputar uno de los partidos más importantes en la historia del fútbol chileno. Cuando se sube al taxi que lo lleva al estadio, es reconocido por algunos peatones. “Me llena de orgullo estar aquí. Estoy feliz, siempre que vengo la gente me atiende muy bien. Tengo buenos amigos, como Manuel ‘Colo Colo’ Muñoz. Podríamos pasar a almorzar a su restaurante...”, sugiere Sánchez, mientras el auto avanza bajo un cielo nublado.
A la entrada del Carlos Dittborn lo esperan ansiosos dos funcionarios que lo vieron anotar de tiro libre hace casi 50 años. Uno de ellos es Freddy Alvarado (66). Al ver a Sánchez, sus pensamientos se devuelven en el tiempo hasta ese 10 de junio, cuando Arica vivía una realidad muy distinta a la de hoy. Eran los esplendorosos años del puerto libre y de la Junta de Adelanto. “En esa época nos salía más barato comprar una radio nueva que cambiarle las pilas. Todos los impuestos se quedaban aquí. Así fue posible traer el Mundial, algo que fue muy celebrado. Ni se imagina cómo estaba la gente ese día que jugó Chile”, cuenta Alvarado.
Sergio Alanoca (60) también se emociona al ver llegar al ex goleador del Ballet Azul. Como subadministrador del estadio, la visita lo conmueve de forma especial. “Ese día se generó algo muy lindo. Estuve en el estadio con mis papás. Todavía perdura el recuerdo del gol de Leonel; de hecho, en esta época del año siempre nos acordamos. Ese día salimos todos festejando como locos, nos quedamos al pie de El Morro. Fue algo inolvidable”, relata.
Sánchez es recibido por el administrador Claudio Escobar, quien le da excusas porque el alcalde no podrá asistir. En el recorrido por el estadio, el funcionario explica los arreglos que se le han hecho al recinto, como las cosas que han eliminado de los alrededores. “Yo eliminé a los rusos”, replica Sánchez con una sonrisa.
No hay dos opiniones. Al menos eso piensan los seleccionados del ‘62 acerca de la caída de Armando Tobar en el área de la URSS a los 10 minutos del primer tiempo. Para ellos, y para todo el país, era penal indiscutido que el árbitro holandés Leo Horn decidió cobrar afuera del rectángulo. Los reclamos no surtieron efecto.
Luego de visitar los remozados camarines y vestirse de corto una vez más, Sánchez vuelve a pisar el campo del coliseo ariqueño, que ahora tiene butacas y no es sólo de madera como hace medio siglo. Con pelota en mano, el “11″ camina decidido hacia esa esquina izquierda y rescata la memoria de su momento más glorioso, en el que derrotó al arquero más famoso de la época, Lev Yashin, la “Araña Negra”.
“Jorge Toro me dijo ‘León, puedo pegarle mejor que tú desde aquí’. Yo le respondí ‘déjame que tengo una corazonada’. Esperé que se fuera dentro del área y vi que Yashin se adelanta un paso. Entonces me eché atrás y le pegué”, recuerda Sánchez, al mismo tiempo que conecta un suave remate de zurda, a tres dedos, que rueda lentamente hacia el arco donde el arquero ruso sólo pudo hacer vista hace 50 años.
“¡Justicia divina, amables oyentes!”, exclamó Julio Martínez en el relato radial de aquel partido, en alusión a que ese tiro libre en realidad había sido penal. El éxito comercial del disco grabado con ese relato le permitió al calvo comentarista deportivo comprarse su primer auto unos meses después. La frase todavía es recordada como una de las más significativas del Mundial.
El grito de Martínez aún retumbaba mientras Sánchez se abrazaba con sus compañeros frente a la galería del marcador. Su gol había abierto el camino a una impensada victoria nacional, que no estuvo exenta de dificultades. El empate de Igor Chislenko (26′) acalló a las 17 mil personas, que sólo volvieron a la alegría con otro golazo de Eladio Rojas (29′) que sentenció el 2-1.
“Fue el gol más importante de mi carrera, aunque también me gusta uno que le hice a Colo Colo en la definición por el título de 1959. Así pasamos a semifinales, un logro que es difícil que otro equipo chileno pueda imitar”, cuenta Sánchez.
El ex atacante se retira del campo con una sonrisa de satisfacción, como si ganara el partido otra vez. Afuera lo esperan varias ariqueñas, que lo llenan de piropos; le piden fotos y autógrafos. Sánchez se deja querer, como en los viejos tiempos. Su calidad de ídolo parece inmune al paso del tiempo, detenida en la ciudad de la “Eterna Primavera”.