La final de todos los tiempos

Bombonera

Las reflexiones pierden por paliza con las emociones en el Boca-River, el clásico inédito en una gran definición internacional que tiene pendiente al planeta. Un duelo histórico que sufren los partidistas por temor a la derrota, al día después. Nada será igual luego de una cita para la que lograr una entrada se ha vuelto utopía.



Buscan todos palabras o frases diferentes para la histórica final superclásica de la Copa Libertadores, pero ninguno las encuentra. Y es lógico. Tampoco vale la pena el desgaste. Es que las reflexiones pierden por paliza con las emociones. Entonces, lo mejor resulta entregarse a las sensaciones, que son brutales.

Se eriza la piel. Desespera hasta el límite de la violencia esa utopía que representa conseguir una entrada para ser testigo presencial. Se multiplican las charlas tratando de robarle al otro el pronóstico que cada uno quiere escuchar. Quedan atrapados por esta mágica propuesta hasta aquellos programas de TV y de radio con conductores que viven ninguneando a este juego fantástico de la pelota. Por algo Gianni Infantino ya avisó que asistirá a la revancha decisiva del sábado 24. Por eso se rumorea que tampoco quiere perderse el desquite Vladimir Putin, quien anticiparía su aterrizaje en Buenos Aires para la cumbre de líderes del G-20.

Todo pasa por Boca y por River en esta ciudad en clima de agitación permanente, colapsada por los más diversos reclamos sociales. Todo pasa por Boca y por River en esta Argentina con problemáticas básicas irresueltas, con futuro más que oscuro, llena de grietas en su sociedad y en sus ilusiones. Es como si fuese un escape de la realidad.

En el buzón de correo electrónico, desde que se supo qué equipos jugarían estas finales, se repiten mensajes de médicos que se ofrecen para contar cómo afecta el estrés antes, durante y después de un partido así al hincha que observa desde su casa y también al afortunado que consiguió su ticket.

A estos partidos históricos los desean y disfrutan en todo sentido los neutrales. Pero los hinchas de Boca y de River no los querían por temor a la derrota, al después. Es que nada será igual luego de estas finales. Nada.

Si River concluye sonriendo tapará hasta la mancha del descenso. A Boca ya lo eliminó en semifinales de la Sudamericana 2014 y en octavos de la Libertadores 2015. También lo quebró en la final de la Supercopa Argentina, en marzo. ¡Lo único que le falta a este River es arrodillar a Boca en una final de Copa Libertadores!... Claro que si Boca goza con un final feliz, se jactará de por vida ante su máximo enemigo futbolero. Podrá mostrarse diferente a River no sólo porque jamás se fue a la B, sino que también porque lo arrodilló en la única final de Libertadores de la historia… Hay mucho por ganar, pero demasiado por perder.

El árbitro chileno Roberto Tobar (aquí se mencionaron sus complicaciones por aquella historia oscura del Club del Póker) dirigirá la primera final de una serie que puede multiplicar la condición de ídolo que Guillermo Barros Schelotto supo forjar como jugador de Boca. Ahora, como DT, aunque ganó dos torneos locales, no terminó de convencer a sus hinchas. Si sabe ayudar desde el banco y su equipo corona, el Mellizo se instalará en el cielo azul y amarillo.

El Boca de Barros Schelotto, en las últimas presentaciones, se ha mostrado con menos juego, pero más firme atrás y más contundente arriba, con sus goleadores implacables (otra vez Ramón Abila sería titular y Darío Benedetto estaría listo para entrar desde el banco). Tal vez por eso al técnico se lo percibe tranquilo.

Lo de River suena paradójico. Es superior en funcionamiento, en capacidad de elaboración. Saca ventaja con la seguridad de su arquero Franco Armani. También lo avalan sus últimos antecedentes contra Boca en definiciones mano a mano.

Sin embargo, en el campamento millonario se respira un mix de incertidumbre y nerviosismo. ¿Será porque no podrá contar en el banco con su arquitecto, Marcelo Gallardo, quien fue sancionado por la Conmebol y no podrá ni siquiera ingresar a la Bombonera, aunque sí fue autorizado para acceder a un palco en la revancha del Monumental? El Muñeco verá el partido de hoy desde el estadio de River, tal vez junto al mánager Enzo Francescoli. En la cancha de Boca saldrá como técnico su ayudante de campo y amigo de la vida Matías Biscay.

¿Hasta dónde pesará en la intranquilidad de River la ausencia de su capitán Leonardo Ponzio, lesionado, baja clave por su influencia natural, pero además porque Boca propone mucho combate en el mediocampo con el uruguayo Nahitan Nández, el colombiano Wilmar Barrios y el capitán Pablo Pérez?

Final de ida de la Libertadores. Hoy a las 17, en la Bombonera. Histórica, inédita: Boca y River. ¿Cómo harán para reflexionar con la pelota sin dejarse manipular por una atmósfera con sensaciones tan potentes?

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