La hazaña de Plaza cumple 90

Manuel Plaza

En Amsterdam 1928, un suplementero le dio a Chile su primera presea olímpica, al ser segundo en el Maratón. Su éxito lo convirtió en estrella nacional; pese a ello, siempre fue crítico de las carencias de los deportistas.



Hace 90 años, el 5 de agosto de 1928, un chileno de 28 años nacido en Lampa, pero criado en la calle San Alfonso, en la actual comuna de Estación Central, le dio la primera medalla olímpica al deporte chileno, al arribar segundo en el maratón de los Juegos de Amsterdam.

No fue sorpresa lo de Plaza, quien figuraba como uno de los corredores más importantes de Sudamérica, acumulando coronas en las distancias de fondo y mediofondo en el subcontinente. Eso, además de haber alcanzado una esperanzadora sexta ubicación en los Juegos Olímpicos de París, en 1924.

Él mismo se había mostrado muy optimista en los días previos, al extremo que dos semanas antes de correr en Holanda le había escrito a su hermano Luis: "En estos momentos en que te escribo, estoy en vísperas de mi gran carrera y solo espero correr para ver si puedo darle a Chile algún puesto de honor".

Plaza era un hombre de gran tenacidad. Aprendió a leer y escribir, además de aritmética básica, habilidades no tan comunes en aquella época de escaso desarrollo. Y luego optó por un trabajo que le serviría para alcanzar una condición física extraordinaria: fue suplementero y ahí alcanzó toda la resistencia que podía darle su proporcionado cuerpo de 1,71 metros y 60 kilos.

Su primer espacio para prepararse y competir fue el Parque Cousiño (Parque O'Higgins desde noviembre de 1972), donde ganó sus primeras competencias, a las que llegó impulsado por su admiración de otros grandes atletas chilenos, uno de los cuales, Alfonso Sánchez, se convirtió en su mentor. Así, ya con 16 años, lograba la primera de una incontable cantidad de victorias en las pruebas desde los 3.000 metros planos hasta el maratón.

Plaza, así, no era ningún aparecido y con los años llegaría a decir que por razones financieras (en una etapa donde el amateurismo era total, especialmente en el tercer mundo) no arribó a Europa tan bien preparado como hubiera querido. "Nunca quise quejarme para que no lo consideraran pretexto de la derrota, pero, de haber estado bien, a lo mejor hasta la medalla de oro habría sido mía", explicaría muchos años después.

Lo cierto es que el argelino Boughera El Ouafi ganó el maratón con una diferencia de 1'32' (2.32'57" puso el magrebí y 2.33'23" el chileno). Argelia, por cierto, era parte de Francia en aquella época. En cuanto a edad, estaban muy cerca, pues el norafricano era apenas un año y medio mayor. En la prueba participaron 69 corredores (12 no terminaron) de 23 países.

El regreso a Santiago se consumó 44 días después de la carrera, es decir, justamente el 19 de septiembre. Al modesto Plaza lo recibió el Presidente Carlos Ibáñez del Campo y una multitud en la Estación Central, muy cerca del lugar donde creció y de donde tenía su kiosco (Bascuñán Guerrero con Blanco Encalada).

Tanta fue la locura que durante los meses siguientes le dedicaron revistas musicales, libros, obras de teatro y una canción en ritmo de one step.

Con los años, además de múltiples homenajes, recibiría algunos gestos concretos de reconocimiento, como la adquisición de una vivienda y alguna ayuda financiera. Un importante gimnasio en Plaza Egaña llevó su nombre, hasta que fue demolido en 1997.

Falleció el 9 de febrero de 1969, a los 68 años, aquejado por la diabetes. Y, como él mismo le confesara a sus cercanos, nunca extravió la ruta en el maratón de Amsterdam. Perdió, quizás, porque no contó con el apoyo adecuado que exigía su preparación.

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