Si hay un nombre que todo el mundo del fútbol admira y quiere, es N’Golo Kanté. El francés de 30 años volvió a maravillar al planeta con una actuación esplendorosa ante el Manchester City en la final de la Champions League. Su garra, su recorrido, su despliegue, le permitieron al Chelsea dar vuelta las probabilidades y conseguir la segunda Orejona de su historia.

Pero la gente no ama a Kanté por su fútbol. En realidad sí, pero hay mucho más. Lo aman por su sonrisa eterna, por la humildad que transmite, por las dificultades que tuvo que vivir para llegar dónde está. Es la historia de superación que el fútbol nos ha entregado tantas veces, aunque en el final está la diferencia: cuando todos esperan que el lujo y la fama sean los protagonistas, en la historia de Kanté no hay espacio para tales banalidades. Podrá ser campeón del mundo, de Premier League y de Champions League; pero la humildad siempre será lo principal en su relato.

Hace 30 años nació en Geranimus, un barrio de la periferia de Paris. De origen maliense, cuando pequeño ayudaba a su padre a recolectar basura y chatarra para reciclar y así ayudar en la economía de su hogar, de acuerdo a Globoesporte. Lastimosamente, el padre de Kanté falleció cuando N’Golo tenía solo 11 años, lo cual obligó a que el pequeño debiera esforzarse aún más llevar el sustento a su hogar.

La adversidad económica no lo alejó del camino del fútbol, el más grande de sus sueños. Kanté comenzó su carrera en el JS Suresnes, un club de barrio de los suburbios occidentales de la capital. Permaneció allí por casi diez años, ya que su estatura y su estilo de juego colaborativo no le permitían relucir, por más paradójico que suene. En 2010, gracias a contactos hechos por el presidente del Suresnes, Kanté pudo unirse a las reservas del Boulogne, equipo con el que pasó dos años en la divisiones inferiores del fútbol inglés.

En 2013 se unió al Caen, club con el que su vida empezó a cambiar. Jugó los 38 partidos de la temporada y ayudó a que la institución, que en ese momento pertenecía a la Ligue 2, terminara tercero y subiera a la Primera División francesa. Al año siguiente jugó 37 partidos y fue el jugador que más balones robó de todo el fútbol europeo.

Kanté tenía 24 años cuando el Leicester lo compró por 6 millones de euros, en 2015. Steve Walsh, exjugador de los Foxes, pasó bastante tiempo intentando convencer a Claudio Ranieri para que lo fichara, pero el técnico italiano no estaba del todo seguro. ¿Las dudas? El porte de Kanté. Finalmente el negocio se cerró y la historia que le sigue ya es conocida por todos.

Ganó la Premier League con el Leicester y al año siguiente junto al Chelsea. Ganó el Mundial con Francia y ahora la Champions League con los blues. Pero su forma de ser sigue siendo la misma: dentro de la cancha es un guerrero capaz de correr hasta masacrarse las piernas; afuera es solo un tipo que sigue manejando el mismo auto —un Mini Cooper— durante seis años. Es un tipo que es capaz de aparecerse en el casamiento de un extraño al que por casualidad conoció en una mezquita. Es un tipo que pese a ser figura de su Selección, es lo suficientemente tímido como para pedirle a sus compañeros la Copa del Mundo para sostenerla.

La mayoría de los jóvenes quieren ser como Messi o Cristiano Ronaldo... ya es hora de que quieran ser como N’Golo Kanté