La historia detrás de la vuelta de Montillo, el ídolo

Montillo

El deseo de Sergio Vargas y Rodrigo Goldberg por tener de vuelta en el club al volante chocó permanentemente con la decisión de José Luis Navarrete de respetar la palabra de Carlos Heller en el sentido de cerrarle las puertas para siempre. El lobby fue intenso para revertir esa medida.



"Walter Montillo no volverá a jugar en Universidad de Chile. Eso lo definió Carlos (Heller) y así se cumplirá". La voz de José Luis Navarrete resonó fuerte en las oficinas del CDA en junio pasado, cuando Sergio Vargas y Rodrigo Goldberg presentaron el nombre del argentino como potencial refuerzo para encarar el segundo semestre de 2019. El mismo timonel de Azul Azul que el pasado miércoles le daba una calurosa bienvenida al transandino en su vuelta al club tras casi diez años de ausencia insistiría en aquella reunión de mediados de año que no se volviera a tocar el tema porque de acuerdo a lo que había conversado con el máximo accionista de la concesionaria, no habría marcha atrás.

La historia dirá que finalmente Montillo si pudo volver a la U. Que tanto Vargas como Goldberg, los más entusiastas patrocinadores en el regreso del volante, lograron doblarle la mano al directorio. Y que la 10 azul volverá a estar en manos de uno de los ídolos del club en este siglo. Pero detrás de todo esto hubo una larga serie de desencuentros, amenazas de renuncias e incluso candidaturas para reforzar el plantel que hace un año parecían imposibles de llegar.

Aunque la negativa de Navarrete de aceptar la vuelta de Montillo fue rotunda, decisión avalada en ese entonces también por Mario Conca, Sergio Vargas levantó el teléfono y le comentó la situación a Montillo. Le explicó que tenía todo el aval de él y de Goldberg para volver a vestirse de azul, pero que la presión de Carlos Heller en su contra era algo que en ese minuto no podían desbloquear. El empresario había roto relaciones con el argentino luego de unas declaraciones de este a fines de 2016, en uno de los tantos intentos fallidos de tenerlo de regreso. Fue tan duro el cruce mediático entre ambos, que la herida tardaría años en cicatrizar.

"Sergio lo llamó a mitad de año y le explicó todo. Le dijo que se quedara tranquilo porque en diciembre volverían a insistir. Y que estaba seguro que darían vuelta la opinión de todos", cuentan desde el CDA, donde también revelan cuál fue la respuesta de Montillo: "Walter les dijo que si ellos tenían chances de revertir la situación, él en ese mismo instante ponía una cláusula de salida de Tigre para fin de año. Ahí mismo se empezó a construir su regreso".

Dos años y medio alcanzó a estar Montillo en su primera etapa en Universidad de Chile. Un título nacional (Apertura 2009) y una semifinal de Copa Libertadores (2010) fueron su legado, además de varios goles inolvidables, como aquel ante Flamengo en Santa Laura, que le permitió a los azules meterse entre los mejores cuatro del continente.

De la mano de Arturo Salah asomó por primera vez con la camiseta azul en enero de 2008 y de inmediato encandiló a todos con su gambeta en velocidad y desequilibrio en los últimos metros. Después de años de sequía post Leo Rodríguez, los hinchas de la U al fin parecían abrazar nuevamente a un futbolista distinto, de esos que podían romper un partido por sí mismo.

Pero sería la llegada de Sergio Markarián al banquillo lo que cambiaría su historia con el club para siempre. Bautizado como el "buque insignia" por el técnico charrúa, Montillo sería clave en la consagración en el torneo nacional de aquel primer semestre de 2009. Además, conformaría una dupla fuerte dentro y también fuera de la cancha junto a Juan Manuel Olivera, a la que se sumaría meses después Mauricio Victorino. De hecho, el delantero uruguayo reconocería años después, cuando estaban fuera del club, que se habían juramentado volver todos algún día a la U. Pero solo La Ardilla cumpliría su palabra.

"Vamos a seguir con lo mismo. Walter Montillo no volverá a jugar por Universidad de Chile". A medida que avanzaba el año 2019 y los deseos por repatriar a Montillo chocaban una y otra vez con la muralla que había construido Heller dentro del directorio y que tenía principalmente en Navarrete y Conca como principales cajas de resonancia, tanto Vargas como Goldberg decidieron cambiar de estrategía. "Ellos presentaban los informes de la secretaría técnica y por más que les mostraban que era fundamental traer a un jugador de las características de Walter, además de lo que significaría para el hincha recuperar a un jugador tan identificado, les pegaban el portazo. Entonces, optaron por empezar a hacer lobby con cada director. Y explicarles uno por uno el motivo de su insistencia", cuentan desde el CDA.

El primero en escuchar las exposiciones de los directores deportivos fue Jorge Burgos, quien hoy ya no está en el directorio, pero hasta noviembre era una voz muy escuchada por Navarrete y Conca. Y de inmediato estuvo de acuerdo en que Montillo sería un aporte, así que podían contar con su voto en caso de ser necesario. El siguiente fue Daniel Schapira, quien al igual que el exministro, dio su aprobación. Quedaban los dos más difíciles.

"Si tanto quieren traer a un referente, por qué no mejor traemos a Mauricio Pinilla", se escuchó decir a un director cercano a Heller en medio de las discusiones para la plantilla de 2020. La cara de varios se desfiguró al escuchar el nombre del delantero, que hacía poco más de un año había decidido salir de la U por una mejor oferta de Colón, que a la postre no se concretó. "Perdón, pero si a Walter no lo podemos traer porque Carlos lo tiene vetado, le recuerdo que Pinilla lo mandó a estudiar a España, llevó al club a la Corte Suprema y nos demandó por más de mil millones", le espetó un director presente. "Pero Carlos ya se abuenó y sería un gran nombre", interrumpió Navarrete en la misma cita.

La discusión subió de tono. Se pusieron los antecedentes deportivos de uno y otro en la U para sopesar la mejor alternativa. "Alguien le recordó a los defensores de Pinilla que en sus tres pasos por el club, no ganó absolutamente nada", asegura uno de los presentes a dicha reunión. "Nadie daba su brazo a torcer. Incluso uno de los asistentes amenazó con renunciar si llegaba Mauricio en desmedro de Walter. Pero al final se decidió por unanimidad no insistir con el tema de Pinilla. Eso sí, lo de Walter estaba todavía lejos de ser realidad".

En su anterior paso por la U, Montillo siempre se sintió más arropado por los extranjeros del plantel. En su primer año, su amistad con el Pipa Estévez y Cristian Milla era muy fuerte. Sus familias eran muy cercanas y fue muy común verlos compartir actividades fuera de la cancha. Pero también formó lazos muy fuertes con Hernán Caputto, por entonces segundo arquero del plantel y que pintaba sus últimos años en el fútbol profesional. Aunque solo coincidieron dos temporadas, hasta que el portero salió del club a fines de 2009, el lazo permaneció en el tiempo.

El último partido que jugaron juntos fue en el Bicentenario de La Florida, en noviembre de 2009. Fue en el empate 1-1 ante Cobresal. Caputto jugó en lugar de Miguel Pinto. Sería la penúltima fecha de aquel torneo en el que la U no clasificó a los playoffs y que le costó el puesto a José Basualdo por la mala campaña. En ese entonces, todavía no se construía el CDA, por lo que la ronda de mates antes y después de las prácticas eran en el vetusto Caracol Azul.

"Cuando a Hernán lo confirmaron en el cargo, entendió que su plan futbolístico para 2020 debía comenzar sí o sí con Montillo en el plantel. Recién ahí empezó personalmente a pujar por su regreso. Conversaba regularmente con Walter y también le tomaba la temperatura a los directores para saber cómo venía la mano. Cuando vio que algunos se mantenía firmes en su postura de no traerlo, dijo una frase que tuvo mucha resonancia en el directorio: 'Si es necesario, voy donde esté Carlos y personalmente le hablo de esto. No podemos darnos el lujo de perder a un jugador de esta categoría por algo que se puede solucionar con un café'. Creo que desde ese momento, todo empezó a cambiar", reconoce una fuente del directorio.

Solo quedaban Conca y Navarrete como los últimos bastiones de Heller para convencer al interior de la jefatura. Vargas y Goldberg sabían que eran los más leales al extimonel y que todo lo que señalaban venía digitado en buena parte por el máximo accionista. Pero tenían una carta por jugar. Y entendían que era el momento de utilizarla.

"Polaco les dijo a Navarrete y Conca que él había quedado como el responsable de la salida de Johnny Herrera. Que se había inmolado por los directores que venían desde hacía muchos años pidiendo su salida. Entonces, qué mejor que traer a un referente de vuelta para en parte hacer olvidar la salida del capitán. Conca asintió con la cabeza y en ese momento Navarrete les dijo por primera vez que hablaría con Carlos", reconocen desde el CDA. Quedaba el último paso. Seguramente el más importante para cerrar la operación regreso. Pero tanto Vargas como Goldberg sentían que habían tenido un gran avance.

El 17 de marzo de 2010, en la previa del duelo entre la U y Flamengo por la fase de grupos de la Copa Libertadores, nació Santino Montillo, quien de inmediato enfrentó un complicado cuadro de salud que obligó a intervenirlo de urgencia. Walter jugó esa noche en el estadio Monumental (el Nacional estaba cerrado por reparaciones), pero durante varias semanas su corazón estuvo puesto en su pequeño hijo. Iba del Caracol a la clínica Santa María diariamente para acompañar a su señora y al pequeño.

"Me dijeron que Santino tenía síndrome de Down, pero eso no es nada. Es mi hijo y me da la fuerza para seguir", reconocería en ese entonces el futbolista, que debió lidiar con la competición local e internacional con la preocupación por el estado de salud de su retoño. El club, presidido en ese tiempo por Federico Valdés, le entregó toda la ayuda posible y puso a su disposición todos los elementos necesarios para la recuperación de Santino.

El sueño de Walter

A fines de marzo, y aún con su hijo en la clínica, Montillo convertiría un tanto ante San Felipe, en la victoria por 4-2, y rompería en llanto. Fue un pequeño desahogo entre tanta tensión y preocupación. Todos sus compañeros lo fueron a abrazar en una imagen que quedaría grabada como uno de los momentos más emocionantes de la temporada. Al igual que aquella noche del 6 de mayo, cuando en el duelo por octavos de final de la Libertadores ante Alianza Lima entró con su pequeño hijo en brazos, envuelto en una manta. "Fue uno de los instantes más felices de mi vida. Tenerlo ahí, conmigo por primera vez en una cancha. Algo inolvidable", confesaría hace pocos días, en medio de su presentación.

Ahora, próximo a cumplir 10 años, Santino volverá a entrar a una cancha con su padre, pero de la mano y caminando, luciendo la camiseta azul. Como siempre lo soñó Walter. Como siempre lo soñó el hincha de la U. Como lo persiguieron Vargas y Goldberg desde junio pasado. Como lo imaginó Caputto cuando ideó su plantilla para 2020.

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