No habían transcurrido ni diez minutos de la eliminación de Chile en el camino a Rusia 2018, cuando ese 10 de octubre de 2017, en el estadio Allianz Parque de Sao Paulo, un grupo de jugadores, celular en mano, se le acercó a Claudio Bravo para pedirle explicaciones. Y no precisamente futbolísticas. El error que había cometido en el primer gol no era la razón del enojo. "Qué pasó con esto", le espetó uno de los futbolistas al entonces capitán de la Roja, mostrándole una nota en la que la esposa del arquero responsabilizaba a algunos integrantes del plantel de la debacle. "Sé que la mayoría se pelaron el culo, mientras otros se iban de fiestas", se leía en la cuenta de instagram de Carla Pardo.
El portero, sin tener claro el verdadero tenor del mensaje, prefirió esbozar una respuesta para calmar los ánimos: "No sé de que se trata todo esto. Pero déjame llegar a Chile para preguntar. Ahora no es el momento. Mira cómo está el grupo", espetó. Los interpeladores dieron un paso atrás y prefirieron masticar la derrota en silencio antes de armar una polémica mayor en el camarín. El sentido llanto de algunos de los futbolistas por quedar fuera del Mundial los hizo recular. Sin embargo, cuando se enteraron de las declaraciones que daría el propio Bravo antes de subirse al bus, a pocos metros del camarín, respaldando los dichos de su esposa, el mismo grupo se le volvió a ir encima. Y ya no habría marcha atrás. Esa noche, en Brasil, comenzó a desintegrarse la generación dorada.
La brecha que se establecería entre el entonces líder y capitán de la Roja y sus más fieles escuderos, encabezados por Arturo Vidal y Gary Medel, sería irreconciliable. Ni siquiera el apoyo público que le dio el propio arquero al hoy volante de Barcelona tras el incidente en el casino Monticello ocurrido 45 días antes, serviría como arma pacificadora para un conflicto que dinamitó el camarín, al punto de que es casi imposible imaginar al guardavalla y al mediocampista integrando un mismo plantel. Y lo que es peor, nadie de la propia Selección, llámese cuerpo técnico y dirigentes, desea arreglar el asunto.
Lo ocurrido esta semana, donde salieron a la luz nuevos antecedentes del estado de desintegración de la generación dorada, solo vino a confirmar el camino sin retorno al que se enfrenta la relación entre los dos principales protagonistas de la Selección en la presente década. El arquero del Manchester City fue declarado persona non grata en Juan Pinto Durán por un grupo de futbolistas, que parecen empecinados en exiliarlo, y también por algunos representantes, que también lo quieren ver lejos del combinado nacional.
Así como Bravo le planteó a Salah que ante la eventual llegada de Rodrigo Gómez a la gerencia deportiva debía decidir entre "Pizzi o Gómez", hoy Rueda tiene que elegir entre el arquero o Vidal y Medel, entre otros. "Eso ya no tiene vuelta atrás. Sobre todo ahora, con lo que se puso en boca del arquero, quedó establecida una distancia imposible de acortar. De hecho, al propio Bravo se le hizo llegar un mensaje de que no volviera a ventilar situaciones, porque ahora sí que iban a desenterrar cosas del pasado que sí lo podían perjudicar", revela un cercano.
El grupo de WhatsApp bautizado como "La Roja sin sapos" fue la primera señal clara del fin de un ciclo exitoso desde lo colectivo. Los mismos de la ex Banda Pitillo sacaron al capitán y cambiaron el nombre de la minicomunidad. Aunque Medel le comentaba a sus cercanos en noviembre de 2017 que se podía revertir la decisión, más allá de lo que ellos mismos calificaban como una 'cagada' del portero, lo cierto es que nunca más hubo diálogo.
Los históricos marginaban a su exlíder, quien por años los guió y también los benefició. Lo que no pudieron quebrar las derrotas, sí lo provocó la primera "traición", como calificaron desde el entorno de varios de estos jugadores la situación en la que quedó expuesta el Rey Arturo. No iba a haber vuelta atrás. La Banda Pitillo murió.
Bravo, tomando palco en Manchester, adoptó en lo privado una forma muy negativa de ver la realidad de la Roja. "En un encuentro que tuvimos allá me confesó que el desorden era muy grande, inmanejable. Que la indisciplina le ganó a la Selección. Y que todo estaba acabado", cuenta alguien que compartió charlas con el arquero.
La nueva cúpula del camarín se tomó muy en serio su papel. Y si ya estaban empoderados desde que Sampaoli y Jadue les dieron las llaves de la Selección, aceptándoles todos sus pedidos económicos y deportivos, con Rueda los jugadores sintieron que era el momento de dejarle claro al resto quiénes mandaban. Y no tuvieron empacho en tachar a Marcelo Díaz, cuyo nombre ya había sido ingresado a la lista negra por Pizzi. El colombiano, para no tener problemas, solo debió ratificar la marginación.
"Vidal adoptó los mismos comportamientos negativos de Bravo. Así como se vetó a Rodrigo Gómez como gerente de selección por parte del arquero, ahora se hace lo mismo, pero con compañeros de profesión", apunta un integrante de la Roja, quien da otro detalle: "Ahora también quiere ser el último en llegar. Para que quede claro quién manda. En la última etapa en que coincidieron, competían por ese 'honor'. Era para la risa".
Actores secundarios
Los nuevos líderes del plantel se rodearon de actores secundarios. Aglutinaron a muchos exjugadores de la UC, entre ellos Erick Pulgar y Guillermo Maripán, para sumar mayor presencia. Otros, como los denominados "azules", fueron marginados de las grandes decisiones, por su cercanía con Díaz. Y se transformaron en meros espectadores de las decisiones grupales. Eso sí, cada vez que pueden, hacen sentir su enfado por la nueva forma de conducción.
¿Y Alexis Sánchez? No quiere saber nada con nadie dentro del camarín. Separado hace mucho tiempo de los referentes, quedó aislado de todo. "Él se ganó la soledad en el camarín. Se aisló por sus actitudes y porque no aguanta el clima interno. Pidió arreglar el tema de Bravo y nadie lo escuchó. Ni el técnico ni los compañeros. Ahí decidió marginarse de todo", cuentan desde Juan Pinto Durán, dejando en claro que lo que empezó en el Allianz Parque nunca cicatrizó.