Gianmarco Tamberi y Mutaz Essa Barshim se miran de forma cómplice. Están conversando con el juez de pista en medio de un Estadio Olímpico que cada vez tiene más asistentes. Ambos vienen de fallar sus tres intentos en la definición por el oro del salto alto y están igualados en la prueba. Esa casualidad les ofrecía dos caminos. Uno era intentar un salto más y jugársela por ser el único medallista en lo más alto del podio. La otra era dejar de lado la rivalidad y compartir la presea dorada. No lo dudaron ni un poco. Estiraron sus manos y concretaron la doble medalla con un salido formal que rápidamente se transformaría en un abrazo que da ahora da vueltas por el mundo.

Fue uno de esos momentos que quedarán en el recuerdo colectivo. La figura del italiano dando vueltas por el recortan japonés. Llantos, gritos, miradas de asombro y vueltas en el piso. Gianmarco lo celebró de forma expresiva y distendida.

Por otra parte, y unos metros más allá, Mutaz Essa Barshim gritaba al viento y alzaba sus brazos frente a las graderías. Luego lloraba y abrazaba a su entrenador. Con los músculos aún apretados y con su cabeza dando vueltas por Londres y Río, cuando ese oro, que hoy tiene entre sus manos, se le escapó siempre al final.

Pero volvieron a juntarse y caminaron con las banderas de sus países en las espaldas. Son los campeones olímpicos del salto alto y sus rostros merecían posar juntos frente a los miles de flash que explotaban a esas horas en Tokio.

La increíble historia se dio luego de que ambos atletas llegaran a la definición por el oro intentando superar los 2,39 metros. Primero lo hizo el qatarí de 30 años. Falló sus tres saltos. Después vendría el turno de Tamberi quien tampoco pudo superar la marca. Ante de esos ambos venían con un rendimiento perfecto, sin sumar ningún nulo a su cuenta.

Ahí llegó el arbitro y les dijo: “Están iguales en altura y en cantidad de nulos. Pueden solicitar un salto más para definir”. Pero el qatarí lanzó inmediatamente, “¿Tenemos que saltar o podemos compartir el oro?”.

Y el juez les dijo lo que sus mentes ya sospechaban: “Es posible, están empatados. Depende lo que ustedes decidan”. Y la seguridad y el espíritu de respeto deportivo prevalecieron.

En Tokio 2020 hay dos oros y ninguna plata. Una postal peculiar, pero que realza el aura olímpica. No solo es competencia en el escenario deportivo más importante del mundo. También hay historias de enseñanza y admiración. Italia y Qatar le dicen al planeta que no hay que estar solo en la cima, que la compañía también tiene un sabor especial.

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