Ayer, el mismo día en que la chilena Ignacia Livingstone expresaba su deseo de federarse como atleta femenina, en Connecticut (EE.UU.), Terry Miller y Andraya Yearwood, dos velocistas transgénero como ella, dominaban los campeonatos escolares en pista cubierta. Rompiendo barreras y avivando una discusión que promete tomarse el deporte, al menos este año.
Un deporte que inició oficialmente su transición el 24 de enero de 2016 en Lausana (Suiza), cuando la Comisión Médica y Científica del Comité Olímpico Internacional dictó normas para regir el acceso de los transgénero a las competencias. Un protocolo que puso fin a 13 años de restricciones morales e imposiciones quirúrgicas de la ley anterior (2003) pero que no logró erradicar las suspicacias ni terminar con la polémica.
La terapia de reemplazo hormonal durante un período de al menos 12 meses quedó como único requisito exigido a las deportistas transexuales para competir en igualdad de condiciones con mujeres cisgénero. Dicho de otra forma, con un nivel de testosterona inferior a 10 nanomoles por litro de sangre -un rango que puede producir de manera natural una mujer biológica- las trans no estarían gozando de ventaja física. Pero la crítica persiste.
"Un hombre puede decidir que es mujer, tomar hormonas, ganarlo todo, hacerse tal vez rico y después dar marcha atrás, volver a ser hombre y tener hijos si lo desea. Es absurdo, es trampa. Es injusto para las mujeres competir contra rivales que, biológicamente, todavía son hombres", disparó la pasada semana la laureada ex tenista Martina Navratilova, lesbiana, otrora icono de la comunidad LGBTI y tildada ahora de transfóbica.
Para Patricio Trincado, endocrinólogo en la Clínica Las Condes, la normativa aprobada por el COI no deja espacio para la sospecha: "Con un tratamiento que asegure niveles inferiores a 10 nanomoles, es factible la competencia justa entre mujeres transgénero y biológicas. Si aplicamos estrógenos y disminuimos los niveles de testosterona, el comportamiento va a ser casi idéntico".
Aunque matiza: "Si la persona comienza el tratamiento en forma muy tardía, a partir de los 25 o 30 años, donde ya se logra un desarrollo muscular pleno, probablemente va a tener una ventaja que no existe en quienes iniciaron el tratamiento antes". Ignacia Livingstone, el primer caso chileno conocido, tiene 23 años, e inició la terapia a los 21.
La imposición de operarse de la ley anterior (2003), no acaba de convencer al endocrinólogo: "Los transgénero que se sometieron a la cirugía deberían tener niveles mucho menores a esos 10 nanomoles, aunque hoy existen elementos suficientes para inhibir la producción de testosterona a nivel testicular sin tener que someterse a una operación".
Otro caso entroncado con los transgénero es la pelea ante el TAS de la sudafricana Semenya con la IAAF contra su normativa que fija en 5 nanomoles por litro la producción máxima permitida para atletas con hiperandrogenismo en las distancias de 400 a 1.500 m. "Si los valores habituales en mujeres son entre 1,4 y 2,5 nanomoles, 10 es un límite alto, por lo que tiene sentido pensar que sería más justo bajarlo a 5 nanomoles en competencia", apunta Trincado, del lado de la IAAF.
"Es un tema nuevo en el que se está avanzando, muy relevante. En este momento la AMA (Agencia Mundial Antidopaje) está revisando el Código Mundial , que se aprobará en noviembre, donde consideraremos también a los transgénero", asegura María José Pesce, directora latinoamericana del organismo, mientras varios expertos comienzan a abogar incluso por la creación de una tercera categoría intermedia entre la masculina y la femenina.
Un debate abierto que Chile, que el 28 de noviembre de 2018 procedió a la aprobación de una nueva Ley de Identidad de Género que permitirá a los mayores de 14 años -en tribunales de familia- y de 18 -vía administrativa- realizar su cambio de nombre y sexo registral, comienza también a abordar en el deporte. "Apoyamos plenamente la normativa del COI entendiendo que se han hecho muchos estudios científicos para llegar a ese protocolo sin que se dañe la justa competencia ni el derecho inherente a todo ser humano de realizar deporte", proclama Miguel Ángel Mujica, presidente del Comité Olímpico de Chile (COCh).
"No veo que exista una ventaja de las transgénero. Ignacia tiene los mismos derechos que cualquier deportista en la medida que cumpla las reglas y exigencias del COI, que abrió el camino. Su condición no es tema", manifiesta al respecto la ministra del Deporte, Pauline Kantor.
"Para practicar un deporte y mantenerse en un nivel competitivo es necesario no tener los problemas que tiene hoy una persona trans, que son mucha discriminación y exclusión de los sistemas educativos y del sistema de apoyo familiar", denuncia Franco Fuica, coordinador de Legislación y Políticas Públicas de OTD Chile (Organizando Trans Diversidades). "Ahora tenemos una persona trans que está haciendo su tránsito hacia la feminidad y quiere entrar el Liceo 1 de niñas de Santiago. La facilidad de ingreso a participar en un grupo deportivo nos va a dar la visión de cómo están las cosas", agrega.
"Cualquier ventaja física de la que se hable de un deportista trans respecto de otros, se anula con la historia de vida de las personas trans. Tiene que hacer el triple de esfuerzo", culmina Rolando Jiménez, presidente de Movilh.
La Fedachi, la federación directamente afectada por la batalla de Ignacia y su intento por competir federada junto a mujeres biológicas, prefiere no pronunciarse. El anuncio les sorprendió con la guardia baja. "Tenemos que estudiar bien el reglamento antes", dice un portavoz.