Las desarticulaciones entre los diferentes bloques parecieran ser la gran problemática que hoy tiene a Universidad de Chile sin poder construir de manera sostenida un modelo de juego competitivo y que permitan observar de manera sencilla, "a qué juega el equipo".
Los atacantes quedan de manera permanente desabastecidos de pelotas con ventaja, los pases filtrados de gol son escasos y de manera reiterada la superioridad defensiva del rival es la realidad donde deben convivir Pinilla, Soteldo y compañía.
Los azules no han podido desarrollar una propuesta ofensiva limpia y contundente, donde el colectivo supere los arrestos individuales de sus jugadores. La forma de atacar se encuentra más ligada a la creatividad individual que a un patrón de juego trabajado y perfeccionado.
Cuesta definir a qué juega el equipo de Guillermo Hoyos, pues más allá del carácter, los huevos y las ganas de ganar de un grupo de jugadores, se encuentra "la idea de juego de un DT" y para instalar este mecanismo dentro del camarín, el entrenador debe tomar decisiones que le pueden ser temporalmente impopulares.
La falta de una eficiente estructura defensiva en el equipo hace que se corra mucho, pero se corra mal. Se superponen jugadores a la ubicación de Lorenzo Reyes y la indefinición de funciones termina confundiendo al bloque del medio campo. Hoy, muchos quieren ser la primera salida, muchos quieren insistir en el pelotazo largo, aéreo y sin ventaja, y esto se provoca por la indefinición de funciones, transformándose el colectivo en un híbrido, donde cuesta observar si se quiere jugar por fuera o por dentro, o si se quiere apretar arriba o reagruparse hacia atrás.
De los 4 mediocampista elegidos contra Unión Española, 3 de ellos solicitan la pelota al pie y sólo Araos la pide al espacio, generando con ello una zona media de poca sorpresa en ataque, lentificación en la salida y una reconversión ofensiva lenta y de poca sorpresa.
La problemática de la indefinición del esquema elegido no es nuevo en Universidad de Chile. En los últimos años ocurrió algo similar con la dupla Castañeda/Musrri, quienes por la presión de la inmediatez del resultado y con el afán de sacar rápido rendimiento a sus jugadores cayeron en la imprudencia de los cambios constantes y permanentes. Antes que ellos, Sebastián Beccacece arremetió contra todo dogma establecido y utilizó cuanto sistema táctico se le ocurrió, apostando todas sus fichas a la vitalidad de los entrenamientos, pero quedando huérfano de ideas y soluciones para los partidos.
El cómo juega un equipo no se encuentra asociado a la cantidad de horas de trabajo, si no a la claridad de lo que se quiere alcanzar y en este concepto es donde Guillermo Hoyos se encuentra entrampado.
El "sello futbolístico" es la carta de presentación de todo DT, es la oferta pública de la radiografía del entrenador, es el "yo soy como juega mi equipo".
Pareciera ser que el perfil paternalista que le permitió a Hoyos ingresar a lo más íntimo de su plantel, es lo que hoy lo mantiene detenido en la toma de decisiones respecto a definir una forma de juego que dejaría en la banca a varios estelares.
Meta tijera no más, don Guille, y defina el sistema de juego. O más temprano que tarde le pueden pasar la podadora a usted.