Hoy, luego del partido entre Universidad Católica y Audax Italiano, el estadio San Carlos de Apoquindo cerrará sus puertas. Lo hará en pos de una necesaria expansión y de la modernidad. Un paso del tiempo que ya ha afectado a otros lugares icónicos de la capital y al que ahora se suma el tradicional hogar de la UC. En un día como hoy es inevitable mirar hacia atrás y recordar cuando todo partió. Cuando tras años de peregrinación entre el Santa Laura y el Estadio Nacional, los cruzados encontraron su casa. Una que armaron a punta de esfuerzo y organización interna.
Y es que las personas que vivieron el proceso coinciden en aquello. San Carlos no se forjó por grandes apoyos externos ni capitales extranjeros, sino que, todo lo contrario. El proceso de construcción tuvo como gran detalle el apoyo de la comunidad, el aporte de los socios y la dedicación completa de los dirigentes. Todas esas fuerzas conjuntas lograron que el 4 de septiembre de 1988, la franja jugase su primer partido de local en la precordillera.
Dentro de ese grupo de personas que trabajó por el sueño del estadio propio estaba Teodoro Yametti (75 años). El Maestre de La Orden de los Cruzados Caballeros fue un voleibolista destacado y activo dirigente de la UC. Eso, además de su título de ingeniero, lo hizo transformarse en uno de los personajes más importantes en torno a la construcción del recinto.
“Católica no contrató ninguna empresa. Nosotros hicimos toda la gestión, porque nos salía más económico y no teníamos las lucas. Tomamos la responsabilidad de estar encima del estadio”, comenta Yametti, quien fue uno de los pilares de la comisión de infraestructura que hizo el club de la franja para desarrollar el estadio. En ella también estaban Alfonso Swett (presidente de la época), Juan Eduardo Errázuriz, Fernando Bolumburu y el arquitecto Esteban Barbieri.
La historia no fue llana. Católica tuvo que trabajar arduamente para ver el proyecto del estadio propio edificado e, incluso, pasó por varios sectores, antes de comenzar la construcción del actual recinto. De hecho, la primera idea no era levantar la fortaleza cruzada en la precordillera, sino que en las faldas del Parque Metropolitano.
El plan de construir el estadio a orillas del San Cristóbal era un proyecto ambicioso, que tuvo un primer visto bueno del gobierno y el total interés de la casa de estudios. Incluso, se realizaron reuniones con las comunidades y las municipalidades, llegando a realizar hasta los planos del futuro recinto. Al norte de la rotonda Edmundo Pérez y justo frente a la futura avenida Costanera Sur, el ideal de un recinto de primer nivel se forjaba. Una ilusión que recibió un portazo inesperado, pero que Yametti agradece.
“Nos habían dado la autorización de hacer el estadio en la falda del San Cristóbal, pero en un momento determinado nos pararon eso. Justo en ese momento teníamos un permiso semi aprobado para hacerlo en San Carlos y se retomó aquello. Si me preguntas, creo que esa decisión fue un éxito. No fue fácil, pero fue lo mejor”, sostiene. Una frase que gráfica los dos extremos por los que pasó San Carlos. Fue complejo, porque encontró la resistencia inicial de vecinos y también de la municipalidad de Las Condes, que hasta detuvo las obras en una oportunidad. “En ese momento ahí no había micros, no había nada, todo era más difícil. Tuvimos que pedir permisos a las juntas de vecinos, llegar a acuerdos y tener miles de reuniones con el municipio”, agrega Yametti.
Uno de esos acuerdos fue no jugar los clásicos ante Colo Colo y la U en el recinto. Y aunque se disputaron en muy pocas ocasiones, el escenario recién cambió en 2011, con Cruzados SADP en la administración. “Hubo un acuerdo con los vecinos durante la etapa de construcción para que no se jugarán los clásicos allí. Teníamos muchos problemas con ellos y en una reunión donde solo estábamos nosotros y los vecinos, llegamos a un acuerdo de palabra. No estaba ni la alcaldesa ni nadie de la municipalidad. No firmamos nada, porque era un convenio de caballeros y el club lo cumplió hasta que se pasó a Cruzados”, dice el ingeniero de 75 años.
Yametti derriba unos de los mitos más famosos en torno al coliseo. “Eso de que construyó de noche no es verdad, porque había que montar todo el tiempo, pero a las seis o seis y media estaba todo terminado. Hubo mucho entusiasmo y, cuando tienes eso, todo se reduce a seguir echándole para adelante”, recuerda.
De hecho, ese entusiasmo generalizado fue clave para levantar el estadio. Con una economía pequeña, el club tuvo que ingeniárselas para lograr terminar el proyecto. “Hubo donaciones de hinchas, de empresas ligadas al club, la Universidad nos adelantó cinco años la renta vitalicia que teníamos con ellos. No teníamos plata, entonces fue todo a base de empuje. Los socios y los hinchas aportaron lo mejor de cada uno”, comenta Yametti, quien también fue uno de los precursores de la recordada campaña para conseguir cemento y acero.
La iniciativa buscaba que los hinchas compraran bonos que equivalían a cemento y acero aportado por CAP y Cementos Polpaico. El club invitaba a los fanáticos a través de la prensa, quienes luego de ayudar al equipo recibían un diploma y eran inscritos en el Libro de Oro del Club Deportivo Universidad Católica. Un símil a lo que el club hoy busca con los aumentos de capital y la campaña de venta de losas en los accesos.
El primer día de la casa cruzada
El 4 de septiembre de 1988, las campañas para comprar cemento, las jornadas de trabajo y los líos con el municipio quedaron atrás. Luego de tres años de trabajo, San Carlos de Apoquindo abría sus puertas. Y lo hizo a lo grande, ante el River Plate de Daniel Passarella y César Menotti.
Fue una mañana histórica, en donde solo dos cosas no acompañaron. La primera fue que los cruzados cayeron por 0-1 (gol de Claudio Borghi, a los 80′); la segunda, que una fuerte neblina se posó sobre el nuevo estadio. Pese a eso, los 9.000 hinchas (12.000 era la capacidad máxima) que llegaron al recinto de avenida Las Flores disfrutaron de una jornada en la que hubo fuegos artificiales, aviones en el cielo, paracaidistas y hasta un dueto de Gloria Simonetti con Antonio Zabaleta.
En las tribunas hubo personalidades importantes como los máximos dirigentes del fútbol nacional, el ministro de Vivienda, el presidente de la Corte Suprema e, incluso, Don Francisco. Este último logró dar con una visión adelantada del recinto de Las Condes. “Este no va a ser un elefante blanco. Es un recinto muy hermoso, que debe ser aprovechado por el fútbol y el deporte, en general. Pienso que, incluso, se presta para todo tipo de espectáculos”, comentó Mario Kreutzberger en la revista Deporte Total de aquel día (archivo compartido por ASIFUCH). En efecto, en San Carlos no solo el fútbol estuvo presente. Bandas de renombre mundial como Pearl Jam, Oasis y Radiohead pasaron por la precordillera durante las décadas siguientes.
Menotti, en cambio, se limitó al deporte, pero siempre con altura de miras. “Creo que en España o en Suecia uno puede ver canchas similares. Y el complejo deportivo en sí es muy hermoso. Yo había dicho antes, un equipo crece mucho como institución al tener un campo de juego propio, que identifique a la gente con su club. Y aquí está todo hecho para que se sigan haciendo estadios en Santiago, tal como este de San Carlos de Apoquindo”, aseguró el “Flaco”, campeón del mundo con Argentina en 1978.
Ahora, a 33 años, 11 meses y 16 días de aquella fiesta, una parte de la historia de San Carlos de Apoquindo se cierra para siempre. Los tablones de madera que vieron a la UC levantar su único trofeo internacional, la Copa Interamericana 1994, y que fueron testigos de la gesta local más importante de su historia, el tetracampeonato de torneos largos, desaparecerán para siempre para dar paso a una nueva estructura moderna y de alta tecnología. Será en el mismo lugar, pero, sin duda, con otra sensación. El paso del tiempo le tocó la puerta al estadio donde la Católica se fortaleció como una de las instituciones más grandes e importante del deporte nacional.