Mientras el virus avanza sin compasión arrasando la bolsa y la vida del mundo, y amenaza con centrarse con más saña en las próximas semanas en territorio chileno y vecinos, los protocolos para la vuelta del fútbol se antojan a estas horas viajes a ninguna parte. Evitar los contactos, limpiar veinte veces el balón, cambiarse a distancia en los camarines y todas esas cosas sobre las que se ha estado hablando y discutiendo suenan por acá en estos momentos más a quimeras de buenas intenciones que a una realidad cercana. La pelota parecía que ya estaba otra vez aquí, el mismo lunes, pero sale de nuevo despejada hacia lo lejos. No consigue estar el escenario patrio para hacer el saque inicial.

Sí se están ajustando los botines en Europa. En Alemania ya llevan dos fechas jugando a la versión post Covid-19 de este deporte, no sin contratiempos. No tanto por contagios del enemigo vírico, sino por lesiones, que se alistan como el efecto más nocivo de la vuelta a la actividad. Y está pasando también en los países que todavía no juegan pero sí se han puesto a entrenar. Como España, Italia o Inglaterra, donde las enfermerías se están llenando de trabajo. Era uno de los riesgos de los que advertían los preparadores físicos por el particular período de interrupción que ha generado la pandemia. En Chile también se discute sobre eso, y la ANFP elabora informes al respecto que hieren la sensibilidad de los PF, pero lo dicho, más bien para nada. O sí, para enviar más lejos si cabe el balón con vistas al retorno. No va a ser llegar y volver. El castigado físico de los futbolistas, por descanso acumulado o esfuerzo incompleto, necesita tiempo para readaptarse. Agosto como pronto, vaticina la ministra.

Así que lo de Europa está bien para envidiar o tomar como experimento. Para mirar y anotar. Inglaterra ya puso fecha para su retorno (17 de junio) e Italia también (20 de junio). España volverá antes, aunque no ha fijado el día. Tiene permiso para regresar a partir del 8 de junio y lo que trabaja la Liga es empezar el 11, pero queda hacerlo oficial. Son lugares donde la pandemia aún azota, pero con números en descenso. O en desescalada, como les está gustando decir a los portavoces de la lucha contra la enfermedad.

En Sudamérica, en cambio, el escenario se está complicando. Y apagándose las ilusiones por volver, que son básicamente económicas. Como dijo Didier Deschamps, basta mirar el desprecio con el que se ha mandado al fondo del pasillo al fútbol femenino y se ha dado la exclusividad del retorno al fútbol masculino para entender que lo que se pelea es un asunto de dinero, un negocio, nada más. 4.400 millones de dólares es lo que calcula la BBC que perderán los grandes clubes europeos por la crisis. Y eso volviendo a jugar.

Por acá también sufren más que nada por la salud del monedero. Argentina y Venezuela prefirieron dar por acabados sus torneos. Pero Paraguay, Uruguay, Colombia, Bolivia, Perú y Ecuador están como Chile, trabajando en cómo programar la vuelta a las prácticas y al juego con disparos al aire. También Brasil, el de las cifras peores, que tiene a equipos en contra de volver, como el Corinthians, pero a otros entrenándose ya: Gremio, Inter, Atlético Mineiro o Flamengo, que incluso se saltó los permisos de su alcaldía y trabaja hasta con casos positivos por coronavirus en su plantel. La prisa. Pero en este combate no basta con la voluntad o las ganas. La realidad cuenta que es el Covid-19 el que maneja caprichosamente los tiempos. Y a la vista está que sus intenciones son las de dejar aún el retorno del fútbol sudamericano (el de los clubes; ni hablar el de las selecciones) a mucha distancia.