Kylian Mbappé es la nueva estrella del Real Madrid. El club merengue lo anunció ayer, casi como si se tratara de un regalo adicional para sus hinchas, después de la obtención de la Champions League, el sábado. Se trata, en rigor, del cumplimiento de un viejo anhelo mutuo. De hecho, ni bien se cerraron las tratativas, volvieron a circular imágenes del niño Kylian Mbappé atraviado con la camiseta del mejor club del mundo. La última consideración es meramente objetiva, en atención al palmarés inigualable de la Casa Blanca.
Mbappé dejo el PSG, el club en el que terminó por consolidarse como una de las grandes figuras del fútbol mundial y al que ayudó, con sus actuaciones, a posicionarse en el concierto mundial. Otro tanto hicieron, por cierto, las millonarias inversiones provenientes de capitales árabes encarnados en su presidente, Nasser Al-Khelaifi. Hoy, el delantero, está feliz, porque cumplió el sueño de su vida, aunque en sus primeras declaraciones posteriores a su cambio de club ha dejado entrever otra sensación, igualmente llamativa: la de alivio.
“Un hombre feliz”
Mbappé fue gráfico. En la antesala de su participación con Francia en el amistoso ante Luxemburgo, declaró que se siente “liberado”. En esa condición, explicaría después, le será más fácil rendir en su verdadero nivel. “Un hombre feliz tiene más posibilidades de jugar mejor que un hombre triste. Que sonría no significa que vaya a ganar partidos, pero es un gran alivio. Estoy muy contento, creo que se me nota en la cara”, graficó.
El ariete había perdido la felicidad después de negarse a firmar la extensión de contrato con el club galo. Fue en ese momento en que el PSG le declaró la guerra. De hecho, lo marginó de la gira de pretemporada, condenándole a entrenar con los jugadores que no serían considerados. “El PSG me dijo de forma violenta que no iba a jugar más”, confesó en la conferencia. “Luis Enrique y Luis Campos me salvaron. Sin ellos, no habría jugado. Esa es la verdad”, agregó, respecto de un entendimiento que le permitió mantenerse en competencia, aunque no le salió gratis: implicó su renuncia a US$ 80 millones correspondientes a una prima pactada con el club.
Hoy, de todas formas, prefiere ver la vida con optimismo. Razones tampoco le faltan. “Me han enseñado a no llorar. Me pagan mucho dinero por jugar al fútbol y hacer lo que me gusta. Otros madrugan para ir a la fábrica y trabajar duro. No me parece bien quejarme cuando veo lo que pasa. Hay cosas mucho peores en el mundo”, puntualiza, intentando dejar de lado el sufrimiento que experimentó. “Todo el mundo sabe por qué he jugado menos al final de la temporada”, añadió, respecto de una relación que no terminó bien.
La mente en blanco
Mbappé da vuelta la página y ahora pone la mente en blanco. “Quiero dar las gracias a todas las personas del Real Madrid que han trabajado en esto, y a Florentino especialmente, que me dio confianza desde el primer momento”, expresó, mientras intenta situar su atención en otro compromiso igualmente importante: el que tiene con su selección. “Es un gran día para mí. Pero tengo que volver a cosas más racionales. Tengo responsabilidades como capitán del equipo francés y eso ha eclipsado a la selección. Quiero proteger a mi equipo porque tenemos un gran verano por delante y hace mucho tiempo que no ganamos”, enfatiza.
“Son 24 años sin ganar la competición y tenemos ganas y la pasión por lograrlo”, dice respecto de la Eurocopa, su objetivo más cercano antes de involucrarse derechamente en el club merengue, donde tendrá todas las miradas encima.