Aterrizó en el país el 16 de enero, sin estruendos, ni padrinos, ni promesas, con el currículum de un completo desconocido y una exuberante y boscosa cabellera. 11 meses después, su nombre está en boca de todos y su teléfono en todas las agendas. Eduard Bello es, a fin de cuentas, la gran sensación del balompié chileno.

Una auténtica Perla del Norte nacida, en rigor, mucho más al norte de Antofagasta, concretamente en los Valles del Tuy (Venezuela), el 20 de agosto de 1995. Allí, en la pequeña ciudad satélite de Cúa, ubicada en el extrarradio del Gran Caracas y en una casa siempre llena de gente, fue donde creció el escurridizo futbolista, el mejor jugador del mejor Antofagasta de la historia y, en opinión de técnicos y capitanes, también el mejor del torneo.

"Tiene muchísima importancia que los votos vengan de ellos, que son los que me ven a diario, mis compañeros de profesión, los jugadores y entrenadores de los equipos a los que he enfrentado. Ellos tienen la oportunidad de ver a todos los jugadores, de seguirlos de cerca, y si han votado por mí es por algo. Estoy totalmente agradecido por ser parte de esto", reconoce, de partida, con su característico y mesurado estilo, el propio Bello, líder en los sufragios al mejor extranjero (10), pero presente también en los podios de las categorías de mejor delantero, mejor volante y jugador revelación del campeonato con 9, 3 y 5 votos, respectivamente.

Un jugador explosivo, polivalente ("me siento más cómodo jugando de volante por las bandas", precisa) y con gol, mucho gol. Concretamente el responsable, con 13 conquistas, de casi el 30% de las dianas de su equipo (45). Más del doble que Contreras, el segundo máximo artillero de los Pumas. "Supongo que también soy un jugador al que le gusta pisar constantemente el área contraria", agrega, con una mezcla de rubor y simpleza.

Un deportista nato desde su más temprana infancia y a tiempo completo, que siempre quiso ser jugador, pero que tardó 14 años en decidir exactamente sobre qué cancha de juego. "De pequeño practicaba varios deportes a la vez, hasta que en un momento decidí dedicarme exclusivamente al fútbol. Pero mi deporte principal, el que más me gustaba, era el béisbol. Era un buen short stop", confiesa. Y al desclasificar las filias de su niñez, inevitablemente, el pasado vuelve. "El barrio donde crecí se llama Lecumberry. Es un barrio tranquilo, una urbanización. La casa en la que vivía de niño era de mi abuelo, que en paz descanse, pero allí vivía también mi abuela, mi tío, mi tía, mis primos, vivían personas alquiladas, vivían mi mamá, mi papá, mi hermano. La verdad es que vivíamos casi todos ahí dentro de la misma casa", recuerda. Unos años de felicidad e inocencia empañados por el repentino asesinato de su hermanastro, Yorvin Bello. "Mi papá no es estudiado porque justamente a mi hermano mayor, que en paz descanse, lo tuvo muy joven, cuando estaba en cuarto año, y tuvo que dejar los estudios. A Yorvin lo mataron porque andaba en malos pasos. Hace mucho tiempo de eso", recuerda escuetamente el jugador, cuyo hermano pequeño, Alexander, de 15 años, aspira a seguir sus pasos en el fútbol. Un camino largo y sacrificado que comenzó para el joven Eduard el día en que el balompié profesional llamó a su puerta. Y Lecumberry terminó quedándose definitivamente pequeño.

Tras completar su formación futbolística en Cúa, Bello realizó su debut en la Primera División venezolana en 2013, de la mano del Yaracuyanos FC, conjunto desde el que logró dar el salto, un año más tarde, al Carabobo de Valencia, con el que llegó a disputar incluso la Copa Libertadores, un hito histórico para la entidad. Fue entonces cuando apareció Antofagasta: "Mi llegada se produjo por un contacto directo del presidente del Carabobo FC con el de Antofagasta, ya que habían hecho negocios anteriormente. Me siguieron, realizaron una propuesta, se aceptó esa propuesta y me contrataron", explica, antes de añadir, con modestia: "Vine como una apuesta, no fue una contratación que fuera un refuerzo, sino más que nada una apuesta, pero gracias a Dios venía muy enfocado".

Una apuesta ganadora, qué duda cabe, la del CDA por el hijo de un guardia de seguridad de la biblioteca de la Universidad Central de Venezuela (Alexander) y de una profesora de educación especial (Dayanim), que no tardó en surtir efecto. Con 2.292 minutos de competición en las piernas y 26 encuentros disputados, el volante (que se fracturó el peroné en Sausalito, a fines de octubre, en la vigésimo séptima fecha, luego de anotar los dos goles de su equipo y pedir matrimonio en plena tribuna a su pareja) ha sido el cuarto jugador más utilizado por Gerardo Ameli en el presente torneo. Un torneo que para el llanero concluyó aquel día, pero del que hoy continúa haciendo, pese a lo aparatoso de la lesión, una lectura positiva: "Fue un partido de muchas emociones, la verdad. Pero yo trato de verlo siempre todo por el lado positivo. Y aunque lastimosamente caí lesionado y no pudimos ganar, pude pedirle la mano a mi prometida y aportarle al club durante el juego. Ahora tengo un tiempo para meditar, madurar y seguir creciendo como ser humano, primero que nada, porque eso es lo que somos, y después como profesional. Mi recuperación va en constante crecimiento y es posible que ya para el próximo torneo esté listo con el favor de Dios".

Pero la fantástica temporada realizada por Eduard Bello en Antofagasta (donde se ha ganado el apodo de Freddy Turbina, por su sorprendente parecido con el personaje del programa 31 minutos), no solo le han valido los elogios del medio futbolístico chileno, sino también la nominación a la selección de Venezuela. Una citación que el jugador no duda en agradecer a sus compañeros de equipo. "Para mí es un privilegio y un orgullo poder estar dentro de este plantel, de este grupo de jugadores, cuerpo técnico y directiva que va a formar parte de la historia.No se van a poder tachar los nombres, ya que nadie va a poder borrar esta marca", sentencia, en relación a la ya certificada clasificación del conjunto albiceleste a la Sudamericana por primera vez en su historia.

Una historia que Bello (fervoroso creyente, apasionado del vóley playa por influencia de su prometida, Gabriela Brito -seleccionada nacional de dicho deporte- y amante de la lectura y la música cristiana) asegura querer seguir escribiendo en la capital de la Segunda Región. "Tengo cuatro años de contrato y por ahora me quedo. Después ya se verá qué sucede, pero no he recibido ningún llamado, nada", culmina, para tranquilidad de la hinchada del CDA. Y es que hoy, en Antofagasta, la vida es Bello.