La liturgia del 'ceatoleí'
El camarín de la UC tiene una serie de tradiciones que llevan años vigentes. Un grito de guerra inconfundible, despedirse de los hinchas cantando con ellos o la foto posterior a cada triunfo. Los ritos sagrados del bicampeón.
En todos los camarines hay ritos. Ceremonias y costumbres que se hacen propias y adquieren significado con el tiempo. El de la UC no fue la excepción. Antes de cada partido, antes de este receso de 44 días concluido ayer, el ceatoleí se escuchó fuerte en el vestuario cruzado. Primero suenan las arengas del técnico Gustavo Quinteros y del capitán José Pedro Fuenzalida. Y luego, el plantel se reúne en círculo, en un gran abrazo conjunto, y corea el ya famoso grito de guerra. Siempre. No faltó ni una sola vez en las 24 fechas disputadas.
Dentro de la convivencia íntima del monarca del fútbol chileno esta tradición es considerada fundamental. "Somos como una verdadera familia y, más allá de que no seamos todos amigos, somos buenos compañeros y un grupo unido. Por eso es importante entrar a la cancha así, motivados", explican.
Además de los jugadores, cuerpo técnico y utileros, también se hacen presentes los directivos. Es común ver a Juan Tagle, el presidente, junto a otros directores, apoyando en el vestuario. En varias ocasiones también está José María Buljubasich, el gerente deportivo. Y se suman al ceatoleí. Es la instancia física que une a todos los estamentos del club. De ahí su connotación sagrada.
La tradición data de muchos años, ya se cumplía en los 90, pero en San Carlos de Apoquindo no son capaces de ubicar exactamente cuándo comenzó su realización. Lo cierto es que se ha mantenido a lo largo del tiempo, al punto de transformarse en una de las costumbres más arraigadas del bicampeón chileno.
Hay un ritual cruzado más reciente, que apunta a convertirse en tradición. El plantel se despide de la barra brava al final de cada partido. Si bien también ocurre cuando Católica es visitante, el acto es infalible de locales. Los jugadores, alineados, se acercan al sector sur de San Carlos y se ubican frente a la tribuna Mario Lepe. Tanto aficionados como futbolistas cantan al unísono el que se paren los cruzados. Luego viene el ceatoleí, el grito de guerra. Todo finaliza con un fuerte y estruendoso aplauso generalizado.
Tampoco nadie en el camarín sabe con certeza cuándo esta práctica se transformó en un rito. Se hizo algunas veces en 2018, cuando la UC peleó de punta a punta el título con Universidad de Concepción. Ahí quizás comenzó todo, con el español Beñat San José en el banco. Este año, con Quinteros de adiestrador, se ha hecho todas las veces.
En San Carlos, o Fortaleza, como lo llaman los cruzados, atribuyen el acto a Luciano Aued. El argentino, fichado por Mario Salas a mediados de 2017, agradecido por el cariño de la gente, inspiró esta acción de despedida, que en el fondo es una muestra de gratitud hacia los hinchas por el apoyo brindado.
Más. Después de cada triunfo, el plantel de la UC siempre se fotografía en conjunto. Esto nació de forma espontánea. Jugadores, utileros y hasta familiares posan para Sebastián Sepúlveda, el Community Manager (CM) de Cruzados, quien se encarga de subir la imagen a las redes sociales del equipo. Si por algún motivo, el CM no está presente, la fotografía la toma Esteban Valencia, del área audiovisual del club.
Como el año ha sido exitoso y lleno de triunfos, las fotos están por doquier. "Todo empezó después de ganarle a Colo Colo por 3-1, en la Copa Fox, en Viña del Mar, en enero de este año. Había 10 o 12 jugadores. Luego, para el triunfo siguiente, había más. Y así hasta que ya se hizo algo establecido, con más fuerza", revela Sepúlveda. "En la segunda rueda, ya eran los mismos jugadores los que pedían la foto. No se iban hasta que la sacáramos, así que teníamos que esperar que todos llegaran al camarín", agrega.
Lo de Edson Puch no es rito, pero casi. Llegó recién este año, pero se ganó un espacio en el corazón del vestuario cruzado. Su pasión por la música (ha hecho varias canciones) lo transformó en el DJ del grupo. Contrario a los hobbies de la mayoría, el iquiqueño pasa su tiempo libre entre discos y tableros de ajedrez. "Me gusta jugar desde chico. Aprendí solo", revela.
Los grupos
Como en todo camarín, hay grupos pequeños. El propio Puch es muy cercano con César Pinares, otro de los refuerzos que llegó este año. Está el de los argentinos, compuesto por Matías Dituro, Germán Lanaro (nacionalizado chileno), Sebastián Sáez y Luciano Aued, muy aficionados a los asados. Este grupo es muy unido al de los de la casa, compuesto por Magnasco, Kuscevic y otros como Diego Valencia y Raimundo Rebolledo. Los dos últimos viven juntos, en un departamento.
Un camarín unido, donde hay menos disputas que compromiso, se hizo campeón 44 días después de pisar por última vez la cancha. Sin cantar el último ceatoleí, la banda sonora de su última conquista.
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