Fue casi un estudio científico. En ningún caso una improvisación. En el partido más importante y también más dramático de la historia reciente de Uruguay, Washington Sebastián Abreu fue designado por el Maestro Tabárez como el quinto pateador. Y el destino quiso que esa tanda ante Ghana llegase hasta ese último lanzamiento. Quiso que El Loco fuera el responsable de liquidar la serie de un partido que tuvo de todo.
"Avísenme si la pica, que a mí me va a dar un ataque al corazón. Habitualmente la pica", anunciaba el relator uruguayo de ESPN, Carlos Muñoz. Sus palabras representaban el sentir de todos los orientales. Y es que, con el corazón en la mano, un poco lo sospechaban: una vez más, Abreu optaría por una locura. Sumaría a su lista otra definición de emboquillada. De globito. Como más le gustaba. Así como Panenka ideó en 1976.
En total, Abreu dice haber picado 25 penales en su carrera. También recuerda haber errado sólo dos. Uno de ellos, acaso el más recordado, y el que más le dolió, fue en México. El uruguayo defendía los colores de un Tecos comprometido en la zona baja de la tabla. A falta de dos fechas, la opción de descender era cada vez más latente, y entendió que la mejor opción era engañar al arquero con una vaselina. Pero Hernán Cristante adivinó su intención.
No se arrepentía. El artillero sostuvo en una entrevista con El Gráfico Argentina que, para él, picar el balón no era una decisión al azar. "Depende de la situación del partido, del arquero, de lo que nos estamos jugando". ¿Se atrevería a tirar el penal así ante Ghana?
El día anterior al enfrentamiento, el Maestro Tabárez no escatimó en detalles y, anticipando el escenario, dispuso de una práctica de penales. Cada jugador pateó tres veces, con la intención de hallar el golpe idóneo. Abreu enfrentaba a Martín Silva, golero suplente de Muslera. Falló todos sus disparos. El tercero, que picó, se fue por arriba del travesaño.
Pero ahí estaba. Nuevamente desde los doce pasos. Ese 2 de julio, Abreu pisó recién el gramado del Soccer City de Johannesburgo a los 76'. Ingresó en reemplazo de Edinson Cavani. No se involucró mucho en el juego. El trámite pertenecía al cuadro africano. Sufrió muy de cerca el minuto final del compromiso, cuando Luis Suárez, desesperado, como último recurso evitó el tanto ghanés con las manos. Y celebró, un minuto más tarde, el yerro de Asamoah Gyan, que estrelló su remate en el travesaño.
En la tanda, confirmado como el quinto lanzador, siguió atento cada uno de los movimientos de Richard Kingson. Jorge Fucile, lateral de los charrúas, fue su cómplice en el análisis. Antes de cada remate, El Loco notaba que el guardameta ghanés daba un paso adelante y elegía un palo. Para corroborar su tesis, le consultaba a "Fuci". La rutina se repitió hasta el tercer penal, cuando el zaguero, cansado, le respondió: "Loco, pícala, no me rompás más los huevos".
Uruguay ganaba 3 a 2 cuando llegó el turno de Dominic Adiyiah. Toda chance de igualar se quedó en los guantes de Muslera, que contuvo el disparo del goleador, propiciando el escenario que todos temían: Abreu definía la serie.
"¡La picó! ¡El Loco la picó!". Segundos después, ésa fue la frase, el grito que se grabó para siempre en la historia del fútbol charrúa. Abreu, decidido, empaló el balón mientras Kingson se jugó a su lado derecho. Gol y pasaje a la semifinal. La locura más recordada de su carrera.