La magia está intacta

No tuvo el brillo que alcanzó el segundo semestre de 2017, cuando guió a Colo Colo a su estrella número 32. Pero su calidad sigue vigente. Más que nunca. Su visión de juego y su habilidad para esconder el balón siguen encandilando a sus hinchas y también a sus rivales. Jorge Valdivia, con 35 años, sigue imponiendo su calidad, al punto de ser elegido por segundo año consecutivo como el mejor jugador chileno del torneo por los capitanes y técnicos. Aunque con menos holgura.

En un año para el olvido del Cacique, Valdivia igualmente se las arregló para establecer su dictadura con el balón. Nadie pareció regalar más calidad. Y más que nunca, el equipo albo dependió de la lectura y el físico del mediocampista para al menos mantenerse a flote ante tanta adversidad. Con él en la cancha, Colo Colo siempre contó con una respuesta futbolística para los problemas que se le presentaban. El tema es que sus compañeros pocas veces lo acompañaron con la misma jerarquía.

Dueño absoluto del medioterreno colocolino, este año sin la compañía de Jaime Valdés, relegado a papeles secundarios desde el arribo de Héctor Tapia, el Mago mantuvo siempre la bandera al tope, aún cuando las derrotas y los sinsabores se multiplicaban en la última parte de este año. Con dolores y molestias, que no lo dejaron tranquilo durante varios meses, Valdivia no rehuyó jamás el esfuerzo y le puso siempre el pecho a la frágil situación futbolística y anímica que padeció el club durante varios meses.

Inolvidable es el carrerón de casi 40 metros con balón dominado, esquivando las patadas de los defensores de Unión Española en el último minuto del partido jugado en el Monumental en octubre pasado, para evitar la sexta caída consecutiva de los albos, que de paso habría acabado de forma anticipada con el mandato de Tapia.

Si alguien puso en duda su aporte al momento de conocerse su regreso a Chile, lo cierto es que hasta ahora Valdivia demostró estar más vigente que nunca. Y que aquellos que lo piden de vuelta para la Selección no parecen estar tan locos. Sin duda, la magia sigue intacta. Y sus colegas y los entrenadores se lo reconocen.